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Eros
y el cine
Roberto Benítez Escobar |
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Durante
julio, el Cine Club de la Universidad Veracruzana presentó
un ciclo denominado “Eros y el cine”, en el cual se
exhibieron películas de Nagisa Oshima: El imperio de la pasión
y El imperio de los sentidos; Shuji Terayama: Los frutos de la pasión;
Wallérian Borowczyk: Cuentos inmorales; Peter Greenaway:
El libro de cabecera; Jean-Jacques Annaud: El amante; Luis Buñuel:
Bella de día; Bruno Barreto: Doña flor y sus dos maridos;
y Zalman King: La orquídea salvaje.
Largo ha sido el camino en la industria del cine para abrirse a
las sugestivas imágenes de la sensualidad carnal. No obstante
que el |
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cine
silente había iniciado la brecha desde principios del siglo
pasado, en la década de los treinta, un férreo código
“Hays” determinó lo que visualmente era permisible
a partir de lineamientos morales estrictos sobre cómo debía
abordarse la sexualidad, hasta dónde los actores podían
desprenderse de sus ropas para hacerlas ligeras, qué gestos
o palabras eran obscenos, etcétera.
A pesar del sinuoso camino, por fin los setenta y su revolución
sexual permitieron una apertura inusitada en el registro de los
pronunciamientos sexuales, y lo que éstos significaban en
el marco de las relaciones íntimas-sentimentales.
Si bien los setenta fueron años de bonanza en la explotación
de las imágenes de desnudo y vínculos sexuales, en
los ochenta el espectáculo fílmico de masas resentirá
su incursión en lo erótico ante la penetración
del video, que tornó accesible e inmediata la imagen pornográfica,
al ingresar a la intimidad de un espacio casero |
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sin
problemas de clasificación, y ante una censura que continuaría
aplicando la “Espada de Damocles” en el cine cotidianamente
exhibido en salas comerciales.
Frente a la imagen pornográfica que todo lo evidencia por
sus formas de sexualidad, posiciones corporales y despliegue de
los fluidos seminales, el cine erótico ha logrado mayor trascendencia
porque siempre insinúa y no ilustra peyorativamente; a partir
del tratamiento delicado sugiere relaciones íntimas con hondas
implicaciones, que no se limitan a la demostración gráfica
de la excitación corporal.
De ahí que el material del ciclo “Eros y el cine”
vaya más allá del simple acto sexual y su satisfacción
inmediata. Las películas ofrecidas sugieren la reunión
de Eros y Tanatos, las fantasías sexuales, el descubrimiento
y la iniciación sexual adolescentes, el |
sadomasoquismo,
la relación entre una persona madura y una adolescente, la
sensualidad exquisita y la pasión desbordada.
Proponen diferentes aproximaciones a relaciones íntimas no
limitadas al forcejeo y la demostración voraz que el cine
pornográfico insiste en proponer en el nivel más inmediato
de la sexualidad. |
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