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En el desierto de Sonora....
Cómo pasar un verano con mucha ciencia
Helxine Fuentes Moreno (Facultad de Biología-Xalapa)
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Este
verano me encontré con la buena fortuna de ser seleccionado
para participar en el xii Verano de la Investigación Científica,
en la Universidad Autónoma de Querétaro (uaq) con
el doctor Carlos A. López González como investigador
asignado.
La sola experiencia de pertenecer a un equipo de trabajo con tan
importante investigador fue un gran reto que se convirtió
en uno mayor al encontrarme entre otros estudiantes, tanto de la
uaq como de otras universidades.
El área de trabajo se hallaba en Sonora, hasta |
donde
llegamos después de un arduo viaje, en el cual observamos
algunos de los bellos paisajes que ofrece México, y otros
tantos que, aun devastados por prácticas agropecuarias inadecuadas,
se erigen gallardos.
De esta manera atravesamos Guanajuato, Michoacán, Jalisco,
Nayarit y Sinaloa hasta llegar a nuestro destino final: Hermosillo,
Sonora. Es necesario recalcar, y por ahora sólo imaginar
esas sierras, esas laderas, esos ambientes boscosos y de matorrales,
así como toda esa gran topografía que da al país
sus tan peculiares condiciones.
Ya en Hermosillo se unió al equipo la bióloga Samia
Carrillo P., quien trabaja en aquella zona con el jaguar (Panthera
onca), especie que sorprendentemente se le puede encontrar en algunos
ranchos. La estancia en los ranchos fue de casi un mes, tiempo en
el que tuve la oportunidad de conocer cuatro: La Ventana, La Canastilla,
Los Pinos y Buenos Aires. |
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Las
actividades comenzaban muy temprano y acababan muy noche, cuando
se filtraba agua de algún riachuelo que pasara cerca para
llenar los casi dos litros que cada una de las diez personas se
llevaba al día siguiente a los recorridos bajo un agobiante
sol.
El esfuerzo fue compensado al observar dos crías de los llamados
“llora sangre” o camaleones (Phrynosoma sp.), reptiles
aplastados dorsoventralmente y con collares de espinas que los hacen
ver más peligrosos de lo que realmente
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son;
o al encontrar esas impresionantes huellas de puma o de oso; o simplemente
la altura de los saguaros en la Reserva de la Biósfera del
Pinacate-Gran Desierto de Altar. Otros organismos que tuve la posibilidad
de observar fueron liebres, conejos, venados, codornices, guajolotes
silvestres y murciélagos.
Durante nuestras jornadas se ponían trampas para diversos
animales; de esta manera se trampearon osos y pumas con unos artefactos
llamados “de lazo”; roedores y mamíferos más
pequeños con trampas Sherman; y mamíferos medianos
con trampas de caja o Tomahawk. Los murciélagos se capturaron
con redes ornitológicas. Además, se utilizaron cámaras
Camtrakker, que se colocan en caminos y veredas y fotografían
a los animales las 24 horas del día. Otras observaciones
se realizaron mediante las huellas o las excretas de los animales.
Vale la pena recalcar que el gran estado de Sonora, del cual tuve
la oportunidad de conocer muchos lugares, se presenta imponente,
y que ir de un lugar a otro siendo tantas personas resultaba cansado
pero siempre emocionante. En ocasiones se manejó hasta más
de 14 horas, lo que significaba un gran agotamiento físico
y mental. Ya dentro de los ranchos, los recorridos resultaron desgastantes
y siempre se antojaba un vaso con agua fresca.
Fueron muchas las cosas que pude observar y aprender en el campo
este verano. Ahora solamente me queda darle las gracias a Carlos
A. López González y a Samia Carrillo por sus consejos,
sus regaños y por conducir tan bien; a los compañeros
Karla, Ariadna, Eduardo, Rodrigo y Hugo de la uaq; a Rosi, de la
Universidad Autónoma de Guerrero; a Luis, de la Universidad
de Colima; y a Betzabel, Carmen e Iván de la enep Iztacala.
A la Academia Mexicana de Ciencias (amc), a los maestros de la facultad
por adelantarme mis exámenes finales y a todas las personas
que confiaron en mí para que pudiera realizar este verano.
Para comentarios y sugerencias: alumnbios@hotmail.com. |
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