La
Facultad de Filosofía recibe 60 jóvenes para iniciar
los estudios de esa carrera que no deja de ser enigmática,
controvertida y vilipendiada, pero paradójicamente envidiada.
La uv sostiene esta facultad desde 1956 no como un lujo, sino como
un orgullo que corona el conocimiento de las ciencias particulares
cultivadas en sus 74 facultades de sus diferentes campus.
Ahora, en ese contexto, son muchos los padres de familia que sienten
la satisfacción de que sus hijos, a costa de la filosofía,
formen parte del mundo académico de la universidad, al haber
pasado el examen de ingreso. Pero también se preguntan con
expectación qué estudiarán y, posteriormente,
qué harán. Más aún, cualquier ciudadano
consciente duda de la conveniencia de formar filósofos cuando
la sociedad es altamente tecnificada y urgentemente productiva.
Sin embargo, podemos tener la seguridad de que los estudiantes de
filosofía podrán incursionar en terrenos que la sociedad
necesita pero, a la vez, teme: el rigor y el respeto. Por un lado,
los estudiantes de filosofía se enfrentarán al orden
mental que impone la lógica, cosa que, por cierto, a muchos
nos falta. El desorden mental tiene su expresión más
evidente en el desorden social en el que la ley posa como un trofeo
con el desplante más ofensivo; los estudiantes aprenderán
la argumentación correcta y estricta, en claro contraste
con las interpretaciones inconscientes que se dan en todos los ámbitos
de la vida. También aprenderán el arte de la discusión,
con el rigor y hasta la objetividad que impone la misma realidad.
Tampoco se descarta que se aprenda a analizar lo que se entiende
por realidad, verdad y objetividad, etcétera. Aunque ahí
es donde empieza la profundidad mayor del quehacer filosófico.
Porque no olvidemos que hay dos tipos de discursos filosóficos:
el de la filosofía pura y el de la filosofía práctica.
El primero tiene tintes de autosuficiencia; es profundo, sólido
y casi inobjetable. El segundo debe reconocerse insuficiente y mostrar
su capacidad de ser útil ante una sociedad de sobra pragmática
y utilitarista. Pero esa situación es común y no exclusiva
de la filosofía.
De hecho, abundan los teóricos en todos los campos del saber,
que son pozos de ciencia y, por lo profundo, nada se les puede sacar.
Y, con todo, el discurso filosófico es riguroso, pero también
respetuoso. La filosofía es una actitud, un quehacer, un
movimiento permanente de búsqueda. Por eso propiciará
en los estudiantes y los aficionados a filosofar actitudes de rigor
intelectual y respeto que, en la jerga sociopolítica se llama
tolerancia.
Antes, la moda era la pluralidad; ahora la meta es la concertación
y el acuerdo en la diversidad. Respetar y tolerar no es soportar
defectos sino reconocer la alteridad y el derecho de disentir. Por
eso, el respeto es una de las mayores virtudes filosóficas.
Quien lo dude, acuérdese que las acusaciones contra Sócrates
fueron fortalecidas por jóvenes “pudientes” que
se dedicaban a fastidiar a personajes importantes, poniendo al descubierto
su absoluta ignorancia. Al final, la reata se revienta por lo más
flaco: en este caso fue Sócrates. Algunos de sus discípulos,
además de malinterpretar la mayéutica, incurrieron
en la falta de respeto.
Se recuerda que Sócrates aplicó los instrumentos filosóficos,
la lógica, la argumentación filosófica y la
discusión, sobre contenidos reales, no sobre ilusiones. Por
eso, la Facultad de Filosofía de la uv facilitará
a sus estudiantes la apropiación de un bagaje de conocimientos
sobre la antropología, el mundo, la sociedad y sus perspectivas,
hasta lograr una cosmovisión coherente.
Para terminar pronto, ¿le será inútil a la
sociedad contar con una formación de este tipo?, tener una
nueva generación de gente con un pensamiento riguroso, pero
respetuoso, ¿es superfluo?, ¿le sobrará a la
sociedad la gente con visión global de las cosas y con perspectivas
de trascendencia? Ustedes tienen la palabra.
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