|
|
La
mujer detrás del apellido...
|
|
La
fotografía le permitió al mundo la posibilidad de
representar la realidad sin necesidad de intermediarios, de ser
algo mucho más que un pincel que, con un poco de luz y algunos
pases de alquimia, podría reproducir las copias más
fieles de la realidad visible. Es la fotografía la que tiene
el orgullo de ser la única poseedora de la mirada objetiva,
el testigo privilegiado capaz de detener el tiempo.
Sin embargo, ya no es suficiente hablar de la fotografía
como técnica artística, ahora es importante resaltar
la importante relación que existe entre la cámara
y la realidad, al asumir, entre otras cuestiones, que detrás
del aparato hay un ojo creador que toma importantes decisiones.
|
Dentro
de este amplísimo margen de testimonios fotográficos,
de las miradas que los creadores de imágenes nos han hecho
comprender no como una verdad per se, sino como el camino que
se tiene para encontrarla, nos enfrascaremos en reconocer una
mirada imaginativa y viajera, la mirada transparente y audaz de
una mujer, Lola Álvarez Bravo, la mujer que existe detrás
del apellido.
Lola Álvarez Bravo, Dolores Martínez de Anda, nació
en Lagos de Moreno, Jalisco, en el año de 1907. Conocía
a Manuel Álvarez Bravo desde niña y se casó
con él en 1925, para despuéss irse a vivir a Oaxaca,
lugar en el que el contacto con el pueblo y sus artesanías
conmueve la sensibilidad artística del matrimonio, quienes
a causa de la escasez económica en la que vivían,
y al irse aficionando a la fotografía, tienen que compartir
la misma cámara fotográfica, aunque en un principio
Manuel no le permite a Lola grandes posibilidades de acción
en este campo; hay que recordar que el mundo de la fotografía
era un mundo de hombres. Sin embargo, aprende poco a poco de él
la técnica de la fotografía.
|
|
El
matrimonio Álvarez Bravo frecuentaba a los intelectuales
y artistas del momento, entre los cuales se encontraban el doctor
Atl y Diego Rivera, entre muchos otros, permitiéndose tener
un mayor movimiento dentro del ambiente de las artes mexicanas.
Lola se separó de Manuel Álvarez Bravo en 1935 y comenzó
a trabajar en la Secretaría de Educación Pública,
iniciándose como fotógrafa en la revista El maestro
rural. Fue nombrada del Departamento de Fotografía del Instituto
Nacional de Bellas Artes, y muy amiga de Frida Kahlo y de María
Izquierdo.
Lola Álvarez Bravo trabajó en el Instituto de Investigaciones
Estéticas de la Universidad, en 1955 tomó parte en
la exhibición “The Family of Man”, organizada
por Edward Steichen para el Museo de Arte Moderno de Nueva York.
Su pasión por el arte la
|
llevó
a abrir la Galería de Arte Contemporáneo, en la cual
Frida Kahlo realizó la primera exposición individual
de una mujer en México, en 1953.
Su libro Escritores y Artistas fue publicado en 1982, así
como el de Recuento fotográfico. Esta gran artista y fotógrafa
murió en la ciudad de México en 1993.
Lola Álvarez Bravo pertenece a una generación de mujeres
educadas en los años posteriores al porfiriato, y en los
primeros de la revolución, marcadas aún por la moral
decimonónica. Para una mujer como ella el único camino
posible de la emancipación, fuera de las labores propias
de su sexo, era el matrimonio. Ser musa de un artista ofrece, en
los años veintes y treintas, ventajas ineludibles, como en
este caso, el abrirse camino dentro del ambiente del arte mexicano,
ventaja y opción que esta mujer apasionada por el arte no
dejo pasar por alto.
Después de ser compañera y musa de un importante artista
Lola decidió generar arte por su cuenta, de manera auténtica
y solitaria, caminando por las calles, fotografiando a hombres y
mujeres por igual desde su acostumbrada cotidianeidad, encontrando
en muchísimas ocasiones la belleza aún en lugares
en los que anteriormente sólo se apreciaban rasgos de pobreza
y suciedad.
Lola fotografiaba a la gente sin que ésta se enterara, de
lado o de espaldas, sorprendiéndolos en un minuto de su intimidad,
con una mirada profundamente humana y respetuosa, espontánea,
transmitiendo mediante la imagen sus sentimientos de la manera más
sincera, con la mirada propia de un testigo fiel y silencioso cuya
única pretensión es transmitir aquello en lo que cree
y lo que siente, dotando a la fotografía de un extraño
poder sentimental. |
|
En
lo que respecta a sus ampliamente reconocidas fotografías
casi feministas, cabe hacer notar la fuerza que Lola emana de las
mujeres y de sus cuerpos, ellas son dueñas de sí mismas
y su físico es un estandarte de vitalidad personal y síquica;
Lola fijó las texturas de la miseria y sobre todo brincó
obstáculos, se vio a si misma tal y como era, una mujer capaz,
como mujer bella y sensual entendía a la perfección
los atributos femeninos y esto le permitió retratarlos de
manera magistral.
|
Pionera,
era una mujer fuerte y capaz de hacer todo ella sola, de inigualable
sencillez, sin deudas con nadie y sin intención de agradar
a ninguna persona en especial, ella misma reconoció tener
una sola deuda con la vida, la de conocer a sus amistades, de quienes
aprendió infinidad de cosas y quines le abrieron las puertas
del arte para poder llegar a hacer lo que era para ella su verdadera
y quizás única pasión, el arte y la fotografía.
Conservó por siempre su apellido de casada, ya que según
ella esta era una manera de reconocer sus orígenes, no sólo
sentimentales, sino profesionales. Con ello adoptó toda una
línea de conducta, un estilo y, sobre todo, una ética,
retratando, como ella misma lo decía, a un México
que ya no existe, un México que dada su ausencia dotaba de
valor a sus fotografías.
Una mujer excepcional que dio a nuestro país no sólo
algunas de sus más hermosas fotografías, sino además
un espacio femenino en el arte, papel blanco para imprimir, un lente
para ver y abrir el paisaje de México; nos ha hecho atravesar
sierras a caballo, subirnos en coche y en camión, investigar,
llenarnos de energía, escribir, actuar, fotografiar, ser
dueños de nuestra vida y nuestro cuerpo, y sobre todo retó
a la sociedad con su ejemplo… y desde luego que ganó
la batalla. |
|
|
|