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En México..¡Celebramos
la muerte!
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Dicen
que para morir, el único requisito es estar vivo. Y es que
polvo somos y en polvo nos convertiremos. La muerte es el destino
inexorable de toda vida.
A lo largo de la historia uno de los temas fascinantes por excelencia
no es el hecho de morir, importa más lo que sigue al morir,
lo que hay “del otro lado”. Ese otro mundo sobre el
que hacemos representaciones, costumbres y tradiciones que se convierten
en cultura.
La muerte está en todo el mundo
En culturas tan antiguas como la china y egipcia el culto a los
muertos era un símbolo de unidad familiar. Les rendían
culto construyendo templos y pirámides. En China, por ejemplo,
en los aniversarios, se quemaba incienso, se encendían velas
y colocaban ofrendas de alimentos sobre un altar. Eran los días
en los que recordaban las grandes deudas que se tenían con
los antepasados.
Los egipcios creían que el individuo tenía dos espíritus
y que cuando uno fallece, |
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la
fiesta de muertos, tal cual la conocemos nosotros, está vinculada
con el calendario agrícola prehispánico, porque es
la única fiesta que se celebraba cuando iniciaba la recolección
o cosecha. Es el primer gran banquete después de la temporada
de escasez de los meses anteriores y se compartía hasta con
los muertos.
En la cultura náhuatl se consideraba que el destino del hombre
era perecer, concepto que se detecta en los escritos que sobre esa
época se tienen, por ejemplo, en los poemas del rey y poeta
Netzhualcóyotl.
El culto a la muerte es uno de los elementos básicos de la
religión de los antiguos mexicanos. Creían que la
muerte y la vida constituyen una unidad. Para los pueblos prehispánicos
la muerte no es el fin de la existencia, es un camino de transición
hacia algo mejor. |
Llegaron los altares
de vida
No hay hogar o templo mexicano que, a partir del 31 de octubre,
deje de levantar hermosos altares formados de carrizo
u otate que se cubren con flores y se colocan frutas para dar
encanto a la vista y regocijo al espíritu.
El mexicano despliega toda su creatividad e ingenio para atraer
a las ánimas que no tienen familiares en la tierra a
través de la elaboración de calaveras, panes de
muerto, jarras con agua, agua bendita, velas y veladoras que
se colocan en los altares.
La finalidad de los altares de muertos es recordar a los seres
queridos ya fallecidos. A los niños se les conmemora
el 1 de noviembre con alimentos especiales para ellos y se les
recibe con un olor penetrante a mirra. Se esparcen flores de
la puerta al altar para que el niño identifique su hogar
y como señal de bienvenida; durante este tiempo hay mucha
alegría en la familia.
El 2 de noviembre doblan las campanas para anunciar la partida
de los difuntos y las familias, con incienso y copal, alumbran
su regreso. A partir del día 3 comienza el intercambio
de ofrendas entre parientes y compadres. Se manda a los hijos
con canastas de pan y fruta a la casa del tío, del padrino
o el hermano para que les den lo que queda de la ofrenda; de
allí viene la tradición de “dar la calavera”.
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Día
de Muertos en la Casa de la Cultura-Coatepec
Una celebración sincrética a la vida fue la muestra
“Altares de vida”, que se realizó la semana pasada
en la Casa de la Cultura-Coatepec. En ella, los asistentes tuvieron
oportunidad de conocer más sobre las ofrendas a los muertos
y su significado, los orígenes de la evangelización
y cómo la fusión de dos culturas ha generado una bella
tradición que en vez de morir parece fortalecerse con el
tiempo.
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Como
inicio del programa, el maestro René Ramírez Ordóñez,
responsable de los Talleres Libres de Artes de la uv en Coatepec,
dio lectura a un texto del antropólogo Roberto Williams García
en el que destaca esta tradición del pueblo mexicano que
en ningún momento desprecia la vida al honrar a la muerte,
sino se aferra a ella a través de sus altares.
Siguió la ceremonia de los “Altares de vida”,
en la que se cantó y rezó a la manera que se hacía
cuando los franciscanos llegaron a América. El grupo prehispánico-mestizo
Xóchitl-cuicatl interpretó esa música con ocarinas.
Tras el recorrido por la muestra de altares, en la que participaron
la Universidad Veracruzana, el Instituto Veracruzano de Cultura
y la Secretaría de Educación y Cultura, se llevó
a cabo un fandango a cargo del grupo Los Utrera, el ofrecimiento
de la “calavera” al público asistente y la inauguración
de la muestra Entre vivos y muertos, del taller de dibujo y pintura
de la maestra Gabriela Peralta.
La Unapei y un altar diferente
En día de muertos, altares fueron y vinieron: chicos, medianos
y grandes, coloridos y descoloridos, pero de entre todos sobresalió
el de la Unidad de Apoyo Académico para Estudiantes Indígenas
de la Universidad Veracruzana. La diferencia entre esta muestra
de altares y las demás, fue que, a diferencia de otros altares
que tratan de “rescatar” la tradición, en éstos,
los muchachos indígenas encontraron el espacio donde pudieron
transmitir las tradiciones vivas de sus comunidades, como el de
la zona de Chicontepec que representó el típico altar
nahua del norte.
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