Último
día de clases, entrega final para calificar el módulo
“Proyectar la ciudad”. Todos estábamos cansados,
ojerosos, hartos pero de pie (no sé si por obra de nuestros
nervios o tal vez por obra del espíritu santo porque ya llevábamos
más de una semana de desvelo y angustia). En las paredes
del taller, todos los planos colgados... Expectantes, temerosos
del juicio al que iban a ser sometidos.
De entre todos estos “entes bidimensionales” es decir,
los planos (que hablaban con sus colores, formas y letreros de lo
que habíamos aprendido en estos cuatro meses), se distinguía
uno en particular, con un título que decía: “Tocar
la guitarra”
¿Tocar la guitarra?, en un master de urbanismo a todos nos
hacia ruido en la cabeza esa frase... ¿Cómo se les
ocurría tocar la guitarra cuando se trataba de proyectar
ciudades?
Entonces, a la hora de la exposición de los trabajos, los
autores de la guitarra urbana (Cristina, de Colombia y David, de
Barcelona) nos dejaron asombrados, porque, además de ser
un proyecto técnicamente muy bien resuelto, venía
acompañado de música:
Primero hay que estirar bien las cuerdas (refiriéndose a
la longitudinalidad de las calles que sustentaban el proyecto);
después, debe de aportarse una caja de resonancia suficiente
para que se produzcan los “sonidos” (en este caso hablando
del área de influencia del núcleo de centralidad que
habían diseñado); y finalmente dar, estratégicamente,
golpecillos muy certeros en los lugares indicados para ir creando
la música (esto con relación a la disposición
de los edificios y espacios públicos que producirían
la actividad en el “lugar”).
Obviamente después de esta explicación vino un aplauso
general... pero no sólo eso, en algunos de nosotros también
surgió una reflexión: los que tocan la guitarra son
aquéllos que se divierten y disfrutan de su trabajo, los
que juegan como niños a crear ciudades, a resolver problemas.
Los que se entregan a la creatividad sin ningún pesar, aun
sabiendo que este trabajo es de muchas horas, pesado y a veces tedioso...
porque a la hora que llegue la musa de la inspiración te
tiene que agarrar chambeando, (así decía un arquitecto
de la facultad a quien recuerdo por sus frases y su ingenio).
Así que, de esta forma, les rindo un pequeño homenaje
a quienes aman su trabajo, a quienes se emocionan con sus proyectos
y los traducen en poesía, a quienes nos contagian con sus
ganas de producir, a quienes nos demuestran que la diversión
es parte del trabajo. En fin, a todos aquéllos que saben
“tocar la guitarra”.
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