Año 3 • No. 89 • enero 27 de 2003 Xalapa • Veracruz • México
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Roberto Benítez Contreras

Hace unos días escuché por la radio una entrevista que me causó interés y me hizo reflexionar sobre algunos puntos. Era sobre la labor que realizan unos payasos al acudir a los hospitales e interactuar con su población, es decir médicos, enfermos y familiares de los mismos, con el singular propósito de hacer reír y desde luego con todas las implicaciones que esto puede tener.

Inevitablemente o quizá muy a propósito lo que se pensaba como fronteras espaciales del espectáculo se han roto, la necesidad social consciente o inconsciente de ficción prolifera, aún cuando se diga que cada vez va menos gente al teatro. Desde luego que no es nuevo el teatro de bolsillo, el teatro llevado hasta la propia casa, el teatro invisible que se realiza en los lugares públicos con implicaciones sociales y que proliferara tanto en los 70, pero hoy la tónica del hecho varía y tiene otros fines.

Al no poder hablar del desempeño que tienen los entrevistados del programa de radio que llamaron mi atención, me limito a hablar de sus intenciones y del suceso que en sí mismo me parece de gran valor: llevar la risa a los hospitales. Ante el dolor, la pena, la angustia y demás cuadros trágicos pensar en la comedia puede resultar verdaderamente ofensivo, pero no es del todo cierto, ya que se ha comprobado la eficacia curativa de la risa.
Nada deprime más que la depresión. Quien no sea capaz de reírse de su existencia no será tampoco capaz de vivirla, se ha dicho. Los entrevistados hablaron de la risoterapia, es decir, utilizar la risa como camino para lograr la relajación, abrir la capacidad de sentir y hasta de amar, empleando técnicas que ayudan a liberar las tensiones del cuerpo. El espectáculo de payasos
entrevistados emplea una de éstas técnicas, ellos se capacitan tomando cursos de preparación y cuando están listos, se presentan en los hospitales y hacen reír a quienes están lejos de la alegría.
Esta experiencia se basa en la comprobación científica de que la risa franca, la carcajada, aporta múltiples beneficios: rejuvenece, elimina el estrés, tensiones, ansiedad, depresión, colesterol, adelgaza, reduce dolores, insomnio, problemas cardiovasculares, espiratorios, etcétera. Además, aporta aceptación, comprensión, alegría, relajación, abre los sentidos y ayuda a transformar patrones mentales. Hoy sabemos que mientras reímos liberamos gran cantidad de endorfinas, responsables en gran parte de la sensación de bienestar.

Se dice que en culturas ancestrales de tipo tribal, existía la figura del “doctor payaso” o “payaso sagrado”, un hechicero vestido y maquillado que ejecutaba el poder terapéutico de la risa para curar a los guerreros enfermos. Mientras que por otra parte Sigmund Freud atribuyó a las carcajadas el poder de liberar al organismo de energía negativa, y después se ha comprobado que el córtex cerebral libera impulsos eléctricos negativos un segundo después de comenzar a reír. En los últimos 30 años se ha avanzado mucho en la aplicación de la risa como terapia. En los años 70, un doctor californiano aplicó la alegría y el buen humor como apoyo en la recuperación y tratamiento de enfermedades, obteniendo benéficos resultados. A partir de entonces se comenzó a utilizar la técnica de la terapia de la risa en hospitales de eua, Suiza, Alemania y Francia. Y ahora en México también se experimenta al respecto. Que más se puede desear sino que los resultados sean tan buenos como las intenciones.