Año 3 • No. 94 • marzo 10 de 2003
Xalapa • Veracruz • México
Publicación Semanal


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Reivindicación de la cultura, ¿cura de un mal?

Si –como afirmaba Robert Musil– la lectura permite lograr la salvación del espíritu, la escritura es el vehículo para realizar tan azarosa travesía: convertirse en un ser a partir de la nada o viceversa. El mal de Montano, novela reciente del escritor español Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948), ganadora del Premio Herralde de Novela 2002, compendia los efectos nocivos que sufren los autores enfermos de literatura (alta literatosis, según Onetti). Su protagonista, el escritor Rosario Girondo, afectado por este padecimiento, decide canalizarlo al asumirse como la literatura misma con el fin de librar una batalla contra sus enemigos y corrompedores.
En dicha empresa, Girondo no está solo: forma parte de una legión (ágrafos, heterónimos, bartlebys). Los cinco capítulos de la novela (“El mal de Montano”, “Diccionario del tímido amor a la vida”, “Teoría de Budapest”, “Diario de un hombre engañado” y “La salvación del espíritu”) hilvanan un tapiz de autores que reflexionan sobre el arte y la vida, el desasosiego, la duda, el extravío, la búsqueda por encontrar sentido a la existencia.

Durante la lectura de El mal de Montano –cuya estructura engarza autobiografía, crónica, diario íntimo, ficción, memoria, notas de (re)lectura– también asistimos a la transformación de Girondo, somos testigos de las huellas que le infringen tanto la odisea homérica como la del hombre sin atributos de Musil, vemos sus pasos errantes por una carretera perdida, participamos de su intención por disolverse en la escritura. A pesar de su condición, comparte una idea que expresó Calvino al leer los diarios de Pavese: “encontramos también […] el término opuesto a la desesperación y a la derrota: una paciente, tenaz tarea de autoconstrucción, de claridad interior, de mejora moral, que se debe alcanzar por medio del trabajo y la reflexión sobre las razones últimas del arte y de la vida propia y ajena”.