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Autoconfesión
o la fruta madura
Roberto Benitez |
El
teatro es el estado, el lugar, el punto en que se puede
aprehender la anatomía humana y a través suyo sanar
y dirigir la vida.
Antonin Artaud |
Con funciones que concluyen el 8 de mayo, todos
los jueves se estará presentando en el Centro Cultural Helénico
del Distrito Federal, Autoconfesión de Peter Handke, unipersonal
interpretado por Gerardo Trejoluna y dirigido por Rubén Ortiz.
“Acostumbrados” como estamos a creer que a mayores aspavientos
mejor teatro, porque así suele considerarlo una tendencia
tradicional y comercial, este espectáculo resulta un alivio
que rompe de tajo con esta visión.
Partiendo de un texto abierto como el de Handke, donde no se establece
anécdota, circunstancias, ni un personaje definido, sino
que se presenta como un rosario de numerosas preguntas y respuestas
que aluden a etapas de la vida de cualquier ser humano, casi de
cualquier época y género, Trejoluna y Ortiz construyen
una trama que justifica perfectamente el texto. Es decir, le dan
sentido y forma.
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l enfrentar al teatro como un acto ritual, de
purificación, catarsis y comunicación con las fuerzas
naturales del universo, el actor-personaje nos invita, literalmente
desde la entrada al teatro, a viajar con él por este sendero
de autoconfesión. Nos cuenta con el cuerpo en acción
y con la palabra, que también es parte del cuerpo, esta historia
donde hay un compromiso desde lo profundo, avalado por una técnica
sin discusión.
Éste es de esos trabajos que uno puede llamar personales,
por supuesto que cualquier puesta en escena debiera ser así,
sin embargo no siempre se logra. Concretamente me refiero a que
este trabajo es el fruto maduro de varios años de germinación.
Trejoluna ha centrado su atención artística en los
procesos actorales experimentando con él mismo, después
ha compartido sus experiencias teóricas y prácticas
impartiendo el taller “El movimiento, síntesis de la
expresión escénica”, por diferentes lugares
de la República; ahora ofrece este trabajo unipersonal que,
como él mismo dice, es el resultado de un proceso de investigación
y pretende objetivar sus aprendizajes.
Sería imposible pensar este trabajo escénico con un
actor distinto, ya que estamos ante un guante hecho a la medida,
que responde a las preocupaciones genuinas de un individuo comprometido
con el teatro y la actuación. Es fácil apreciar lo
que hay atrás de este espectáculo: disciplina, entrega,
búsqueda, conocimiento, paciencia, amor por el teatro y desde
luego talento. Como se ve, no son pocas ni superfluas cualidades,
ni han surgido de la noche a la mañana, han sido conformadas
con el tiempo y la decisión de evolucionar.
Como el proverbio que dice “enseña con el ejemplo”,
con gran humildad, sencillez, y sin “cacarear el huevo”,
este espectáculo no sólo muestra su interpretación
de la vida con gran sentido a través del texto de Handke,
sino ofrece la oportunidad de ver a un actor en plenitud y con virtuosismo
en escena.
La escenografía es una encrucijada, es decir, dos caminos
que se cruzan y bifurcan, y entre cada uno de ellos se ubica un
altar a los elementos: agua, tierra, aire y fuego.
Pequeños instrumentos musicales, una atarraya, sonidos e
imágenes de un actor con el torso desnudo. Sólo eso
basta para ser contada esta historia, que corre en busca de la identidad,
hace palpable la angustiosa soledad existencial, y el deseo por
arrancar las máscaras que nos limitan y mediatizan.
Ante tan primarios elementos, las palabras de Peter Brook nuevamente
vuelven a tener razón y sentido: “Puedo tomar cualquier
espacio vacío y llamarlo escenario desnudo. Un hombre camina
por este espacio vacío mientras otro lo observa, y esto es
todo lo que se necesita para realizar un acto teatral”. Aunado
a lo que señala Luis de Tavira: “Sólo si podemos
decir que lo que ahí ha sucedido ha cambiado nuestra vida
para siempre, sólo si la intensidad de lo ahí vivido
puede explicar porqué al salir del teatro ya no somos los
mismos que antes de entrar en él, sólo entonces podremos
decir que hemos estado en el teatro”.
En suma, una puesta en escena que no nos podemos perder, sobre todo
si estamos interesados en entender cuestiones torales de la actuación
y el teatro.
Autoconfesión
de Peter Handke, espectáculo unipersonal con Gerardo Trejoluna;
dirección de Rubén Ortiz; entrenamiento vocal, Indira
Pensado; asesor de psicosíntesis, Pablo Morales; iluminación,
Matías Gorlero; vestuario, Jeannine Diego. Funciones, todos
los jueves a las 20:00 horas en La Gruta del Centro Cultural Helénico,
Av. Revolución 1500, Col. Guadalupe Inn.
*Estímulos
a la creatividad y desarrollo artístico 2003.
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