Para más señas
"En el
estudio de las religiones no hay ni falso
ni verdadero.
Uno es simplemente un pintor
y puede hacer un cuadro que le guste o no
a la gente"
Entrevista con Félix Báez-Jorge sobre Olor de santidad, San Rafael Guízar y Valencia: articulaciones históricas, políticas y simbólicas de una devoción popular
Por Germán Martínez Aceves
El
antropólogo Félix Báez, miembro
del Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales
de la UV, del Sistema Nacional de Investigadores y
autor de varios títulos sobre el fenómeno
religioso -sobre todo prehispánico-, es el creador
de esta obra monumental -cerca de 700 páginas-
dedicada a la vida de monseñor Rafael Guízar
y Valencia, recientemente canonizado. Presentamos en
seguida una entrevista realizada al autor de este estudio
construido alrededor de los ejes histórico,
político y simbólico sobre los que dejó sentir
su influencia el santo mexicano.
¿Cómo le surge esta inquietud de acercarse a la vida y obra de Rafael Guízar y Valencia?
La obra en realidad se inició hace cinco años,
cuando vi la posibilidad, después de cumplir con
otros compromisos de trabajo previos, de dar continuidad
a una inquietud de muchos años. Mi infancia -como
lo explico en el pequeño anexo autobiográfico
del libro- estuvo ligada por mi domicilio familiar a
personajes cercanos a la vida de Rafael Guízar
y Valencia, y yo mismo fui partícipe, siendo muy
joven, en los años cincuenta, de esos eventos
relacionados con la llamada agua del obispo, a la que
se le atribuían milagros.
Estas semillas de interés crecen durante mi trabajo como antropólogo e historiador estudioso de la religiosidad popular mesoamericana y latinoamericana, y se concretan hace cinco años, cuando obtengo los apoyos para reunir materiales hemerográficos sobre el beato en ese tiempo, en Cuba. Poco después de haber iniciado la investigación tengo la suerte de contar con el apoyo del vicepostulador, el padre Rafael González, quien me hace favor de entregarme todos los manuscritos de monseñor Guízar y todo el proceso de canonización; tuve acceso a materiales hasta entonces inaccesibles a los demás.
Por toda su línea de investigación, que está muy ligada a la religiosidad popular, me imagino que tener a una persona como Rafael Guízar y Valencia no ha de ser tan fácil porque en él se reúnen elementos que caen tanto en el mito como en la realidad. ¿Cómo enfrentó la investigación ?
Ha sido la investigación más compleja de cuantas he realizado, además con una enorme responsabilidad porque estaba frente a una imagen en la que se nuclean esperanzas, intereses, afectos, de muchas personas. Aunque el investigador social siempre va contra el sentido común, tiene que partir de él y plantearse que en el estudio de las religiones no hay ni falso ni verdadero; uno es simplemente un pintor y puede hacer un cuadro que le guste o no le guste a las personas, pero finalmente es eso: no partí de una posición ni dogmática ni intolerante.
Esta responsabilidad se acrecienta por lo que te decía hace un rato, de haber dispuesto de estos materiales que se confiaron a mí para darles sentido, cauce histórico y objetividad, que tú sabes muy bien que en la investigación social es muy relativa porque tiene que ver más bien con nuestro propio aparato psíquico. Pero monseñor Guízar es un personaje fascinante: a un tiempo un líder religioso, un taumaturgo, un hombre que manejaba lo sagrado, un líder político, un ejemplo de vida, un ser humano con muchos defectos como todos los santos, que pedía diariamente contar con la ayuda divina para superarlos. Un personaje que por eso mismo ha sido santificado, porque representa como imagen-memoria un elemento importantísimo no sólo en la historia de Veracruz sino en la de la propia Iglesia.
Aparte, su vida cubre una etapa muy complicada. Esas luchas revolucionarias donde tiene que lidiar con el Estado mexicano y le toca el cierre de los templos. ¿Cómo considera usted a Rafael Guízar y Valencia como actor político?
Él forma parte de un tándem muy evidente: no podemos verlo sin la figura de Adalberto Tejeda, y viceversa. Estos dos personajes, que los veracruzanos debemos aprender a valorar en su justa dimensión, marcan un hito en la historia de nuestro estado y de México. La Iglesia en ese momento está en las secuelas de la vieja lucha entre el Partido Católico Mexicano y las fuerzas carrancistas, constitucionalistas. Como tú sabes el Partido Católico Mexicano, formado en 1911, va con Madero a las elecciones pero después, desgraciadamente, se alía con Huerta luego de que éste da el golpe de estado.
Ese partido prefigura organizaciones de derecha y tiene
un órgano oficial que se llama La Nación ,
cuyo objetivo es difundir las ideas del organismo a partir
del arzobispo primado de México, José Mora
del Río, que es el fundador del partido. Don Rafael
Guízar y Valencia es el organizador financiero
de ese diario. Más tarde rompe con ese grupo porque
entra en contradicciones como las que te he señalado;
pero eso no le impide ejercer una gestión política
que se propone siempre la defensa de su Iglesia, de la
posibilidad de que cada católico tenga un lugar
donde desarrollar su actividad cúltica.
Indiscutiblemente es un líder político, sin proponérselo o proponiéndoselo -siempre quedará ahí la duda-, porque representa un interés colectivo frente al otro interés colectivo que representa el coronel Tejeda, que actúa en defensa de las normas de la Constitución , de la política laica de la Revolución Mexicana , con un fuerte impulso social de beneficio agrario y de beneficio a los obreros. Son dos proyectos políticos, dos concepciones de sociedad, del mundo. Yo creo que esto es muy interesante, porque más allá de ser antagonistas políticos, que no enemigos, hay en ellos un trato de caballeros.
La biografía de Don Rafael está llena de anécdotas de elementos mitológicos, legendarios. A veces parece que estamos viendo un cuadro de lo real maravilloso como lo define Alejo Carpentier, pero también está llena de elementos de profundo sentido histórico que tienen que ver con el desarrollo del catolicismo social puesto en marcha por León XIII, con toda la lucha nacional entre la Iglesia y el Estado.
El último jefe cristero, Jesús Degollado Guízar, era su sobrino; su hermano Emeriano fue uno de los fundadores de la Liga Nacional de Defensa Religiosa; su hermano Antonio, obispo de Chihuahua, fue uno de los que estuvieron negociando en el Vaticano el asunto del llamado modus vivendi , el arreglo entre la Iglesia y el Estado...
Incluso si pensamos esquemáticamente en las cuestiones conservadoras, salta también ese apoyo a los pobres, porque tradicionalmente los grupos conservadores no tienen ese compromiso. ¿No hay una contradicción entre su filosofía
conservadora pero a la vez volcada hacia los pobres?
Sí, como te decía antes, Rafael Guízar y Valencia, que venía de una famlia de terratenientes, se convierte en santo de pobres. Eso es muy interesante, es lo mismo que sucede con Santa Teresa de Lisieux. Pero por otra parte él es un adelantado en esta posición de la opción por los pobres, que tú estás mencionando, un adelantado al Vaticano II y a toda la pastoral moderna de la Iglesia , porque tiene una pastoral episcopal y como sacerdote que trasciende los parámetros no sólo de la liturgia sino de la actitud eclesiástica.
Él en su propia persona pero también en su ejercicio, entiende que el fundamento social de la Iglesia son las clases menesterosas, los humildes, y apuesta por ellos no sólo en su pastoral sino también en su actitud política. El conjunto de escritos de don Rafael priorizan este tipo de reflexiones, por ejemplo sobre los niños: hay una carta donde dice que mientras que todas las mañanas los ricos se levantan y pueden tomar un vaso de leche o un pan, en ese mismo momento hay miles de niños que no pueden hacerlo, y él escribe toda una diatriba contra la desigualdad.
En Cuba, por ejemplo, su éxito como misionero estuvo fundado en ese acercamiento a los pobres, que no tenían los curas españoles que normalmente gobernaban la Iglesia en Cuba. Recordemos que él estuvo allá en el año 17 y la Independencia de Cuba apenas se había concretado. A diferencia de los españoles, él se acerca a los pobres, a la población negra, mulata, y por eso tiene gran éxito. Menciono en el libro un dato de cuando él tenía una misión en la catedral de La Habana , en el 18, y en una semana comulgan 10 000 personas. Ese es un dato que no saco de mi imaginación sino de una nota que publicó el Diario de la Marina en primera plana.
De este modo, si no tomamos como referente esa actitud hacia las clases subalternas, no entendemos toda una pastoral que está construida cotidianamente a partir de esa distancia con la misma jerarquía. Él tiene también distancia, diferencias con el cuerpo que gobierna a Iglesia en un momento. Esto es muy importante.
El libro acaba de salir, pero ¿el Vaticano tendrá noticia de su existencia?
No sé si tenga noticia, pero la doctora Del Palacio me pidió que hiciera una lista de personas a quienes se debía enviar y desde luego ahí figuran la Universidad Pontificia , el Colegio Pío Latino, la Oficina de Prensa del Vaticano, porque el libro no es de historia parroquial. Incluye, por ejemplo, un análisis de la situación de la Iglesia en esos años, que tiene un concordato de Letrán con el fascismo, la colisión de la relación Iglesia-Estado que, sumada a lo que después sería la expropiación petrolera, tiene que ver con las fracturas dentro de la Iglesia mexicana, la jerarquía tradicional y la innovadora, representada precisamente por Don Rafael. En fin, es un libro que tiene por centro a Xalapa y por referencia a Latinoamérica y Europa, un estudio muy amplio, y en ese sentido sería bueno que fuera debatido también allá.
Por supuesto, el eje Rafael Guízar y Valencia marca muy bien nuestra historia, nuestro espíritu, nuestra cultura, nuestra forma de ser como nación, como mexicanos, donde la Iglesia católica tiene mucho que ver. Después de su larga experiencia con los estudios sobre la religión, ¿qué le
ha dejado este libro?
En primer lugar, todo libro te deja una experiencia, algunos dicen que de saber más, yo digo que de saber menos, porque entre más expones un tema te das cuenta de que sabes menos de lo que deberías. Tengo enorme dudas de épocas completas de la vida de Don Rafael que trataré de ir estableciendo, y me han quedado también las dudas de lo que yo debí seguir escribiendo. Pero ya no podía extenderme más pues el libro alcanza casi las 700 páginas.
Tengo la sensación de que he aprendido mucho pero no en términos de conocimiento académico sino humano. Aprendí mucho de la vida de una persona, de cómo un fenómeno como es la santidad debe construirse cotidianamente a partir de una lucha consigo mismo, anteponiendo el interés de los demás al propio, que es lo que se plantea en toda la vida de San Rafael Guízar y Valencia, pero también que en este quehacer uno tiene que arreglárselas para construir sus propias atalayas para ver a la sociedad. No hay recetas.
Como Antonio Gramsci, pienso que cada uno tiene la necesidad
de sus propios tejidos, sus propios parámetros, ópticas.
Yo construí un trabajo histórico y antropológico
y, gracias a que me tocó vivirlo, llego hasta
nuestros días. Menciono el último proceso
de canonización
que el padre Rafael González hizo el favor de
darme y llego hasta la posición actual de la Iglesia
en México, de la Iglesia en Veracruz, la imbricación
política del poder y de la religión, dos
entidades con símbolos y hegemonías compartidas,
y planteo la presencia activa de la sociedad civil frente
a estas actitudes de la Iglesia y el Estado, de la Iglesia
y la sociedad, del Estado y la sociedad. En ese sentido,
creo que me ha enriquecido haber escrito este libro.
|