Adelantos
Olor de santidad. San Rafael Guízar y Valencia: articulaciones históricas, políticas y simbólicas de una devoción popular
Félix Báez-Jorge
En el pasaje de Olor de santidad que ahora presentamos,
dedicado a los años formativos de Rafael Guízar y Valencia, se narra un momento crucial en la vida del futuro santo: aquel en que el entonces joven Rafael decide que destinará su
vida al sacerdocio.
Por la señal de la Cruz : los años formativos
La muerte de su madre fue un duro golpe para el pequeño Rafael que en ese entonces (1887) cumplía nueve años. Estaba inscrito en la escuela parroquial de Cotija, dirigida por Fermín Mendoza ("hombre cabalmente cristiano") donde se enseñaba aritmética, gramática y latín básico. Al año siguiente su padre lo matricula (junto con su hermano Antonio) en el colegio de San Estanislao, fundado por jesuitas en la hacienda de San Simón, para "niños escogidos, hijos de hacendados". Los miembros de la Compañía de Jesús establecieron este plantel "para disfrazar el noviciado" que ahí mismo se estudiaba. Este tipo de instituciones educativas estaban prohibidas durante el régimen juarista, de acuerdo con los ordenamientos de las Leyes de Reforma que secularizarían la sociedad mediante la separación de la Iglesia y el Estado, estableciendo la libertad de cultos. La ley Reglamentaria del 14 de diciembre de 1874 prohibía expresamente la enseñanza religiosa en las escuelas oficiales, tanto de la federación como en los estados y municipios. Continúa sus estudios hasta 1890, año en que la escuela es suprimida. Recibe el certificado del curso, el cual asienta: "El alumno don Rafael Guízar ha cursado la clase de Mínimos del 1 de enero al 31 de octubre de 1890, con notable aprovechamiento". 1
En el Colegio de San Estanislao el niño Rafael ampliaría sus conocimientos de latín, estudiaría las primeras lecciones de teología y filosofía, asegurándose que "tenía más apego a la acción y a la oración, que al estudio de las ciencias", citando la opinión de los sacerdotes Carlos y Gustavo Heredia, dos de sus maestros jesuitas. Cursó, además, griego, castellano, historia, aritmética y geografía en el texto de Antonio García Cubas. 2
En el marco de una historia colmada de antagonismos,
la Compañía de Jesús ("la última
gran orden religiosa de origen reaccionario y autoritario",
en palabras de Gramsci (1986:19) ha logrado relevancia
en tareas educativas desarrolladas en distintas épocas
y latitudes. Son reconocidos sus éxitos en cuanto
a la formación del carácter y el desarrollo
de las aptitudes personales de los educandos. Entre los
cuatro grados en la orden, la de los escolásticos
está integrada por clérigos dedicados al
estudio y a la docencia. El pequeño Rafael fue
educado de acuerdo a los lineamientos de esa pedagogía
motivadora de vocaciones sacerdotales, recibiendo la
directa orientación del clérigo Gustavo
Heredia quien, además de cumplir con las tareas
magisteriales, ocupaba el cargo de prefecto en el colegio
de San Estanislao. De acuerdo a la autorizada opinión
de Justino de la Mora (1995:12), fue él quien
descubrió en Rafael "una positiva grandeza de
alma y grandes disposiciones para la oración mental".
Gustavo Heredia "fue el verdadero forjador de su espíritu".
Sólidos lazos amistosos les unirían
por el resto de sus vidas.
Después de egresar de la escuela primaria el joven Rafael ingresó al Seminario Auxiliar de Cotija, cursando humanidades, matemáticas y física (sólo "por obedecer a sus padres") entre 1891 y 1894. Al concluir estos estudios enfrenta serias dudas respecto a su temprana orientación al sacerdocio, optando por abandonar la institución para dedicarse a las tareas agrícolas, auxiliando a su padre, con la guía de su hermano Prudencio. Un día, después de enfrentar una violenta tempestad mientras arriaban ganado de la hacienda de San Diego, reencuentra su vocación definitiva. Este descubrimiento ha sido explicado desde diversos ángulos, todos ellos con un subrayado sentido de predestinación. Así, un biógrafo dice que al refugiarse del temporal en el Santuario de Nuestra Señora de San Juan: "Hace oración un buen rato y toma la decisión de su vida: será sacerdote. Nada ni nadie se lo impide". 3
En el libro de Barrajón (1995:34-36) esta anécdota se explica con detalle. La tormenta aisló a Prudencio y a Rafael en la falda de una montaña, obligándolos a refugiarse en una cueva. Permanecen ahí por más de veinticuatro horas sin probar alimento. El hermano mayor decide, entonces, enviar a Rafael por víveres, acompañado por dos mozos:
Antes de llegar a Cotija en busca de alimentos pasó por el santuario de Nuestra Señora de San Juan del Barrio, donde se venera una imagen de María que, según la tradición popular, había pertenecido a una familia de negros en la época de la colonia. Rafael no quiso seguir adelante sin entrar al modesto santuario de ladrillo rojo y de taja del mismo color. Al entrar a la penumbra del templo, Rafael tuvo un estremecimiento de alma. Nadie sabe lo que pasó entre Dios y él en aquel santuario de Nuestra señora de San Juan del Barrio. Son los misterios de cada vocación. Quizá ni Rafael mismo nos lo hubiera podido decir con palabras. Hay realidades que son inefables. Lo cierto es que, después de esa visita a la imagen de María, Rafael ya no volvió a la hacienda de San Diego a encontrar a su hermano Prudencio.
Otra versión hagiográfica, difundida en un diario de circulación nacional, asegura que el joven Rafael:
... caminaba un día, a caballo, por el campo; y así fue a dar a un pantano en el que su cabalgadura comenzó a hundirse, sin que sus desesperados esfuerzos lograran otra cosa que hundir más a caballo y caballero. En aquel momento, el joven administrador hizo la promesa de que, si salía salvo del trance, regresaría al Seminario hasta ordenarse de sacerdote. Su petición y su promesa se realizaron... 4
En otro relato narrado por el presbítero Francisco Fernández a Loret de Mola (195:52-53), el joven Rafael escuchó una voz que le dijo "¡Tú serás sacerdote!" mientras rezaba el rosario junto a un grupo de feligreses en Ticutitlán (Jalisco, en mayo de 1894). De acuerdo a esta versión:
Rafael salió del templo y dirigió sus pasos hacia el Seminario... Detuvo su cabalgadura y se puso a reflexionar. La angustia le devoraba... ¿No se equivocaría esta vez en su resolución?... ¿Pues no había dejado el Seminario dispuesto a no regresar por considerarse indigno del sacerdocio? Estaba solo, no tenía a quien consultar. Se le ocurrió un medio de aclarar sus dudas y salir de su perplejidad... Atravesó su cabalgadura en mitad del camino, sin incitarla hacia delante o hacia atrás, y decretó proseguir o retroceder según que el animal prosiguiera o retrocediese... El caballo tomó el rumbo de Zamora...
Cito por último el texto incluido en la revista Ut Sint Unum (editada por el seminario de Xalapa), en el que:
... subido en un montón de paja, y arrastrado por el sentimiento poético, canta gustoso al son de la guitarra. El momento es solemne. Como Abraham, parece haber escuchado claramente ecos divinos que le dijeran: "Deja tu casa, abandona tu parentela y entra en la tierra que te mostraré". Al punto ordena a un mozo que le arregle un coche para marchar a Zamora. Al llegar a las puertas del Seminario, dice al mozo: "Regresa y avisa a mi padre que ya estoy en el Seminario". Desde ese momento se entrega totalmente a Dios. 5
Si bien los relatos precitados difieren en circunstancia y hechos específicos, coinciden todos en presentar al joven Rafael Guízar y Valencia como un predestinado que, en forma súbita, descubre su vocación religiosa por el supuesto intermedio de la voluntad divina. Expresado en palabras canónicas:
Por la creación Dios llama a todo ser desde la nada a la existencia [.] Cuando Dios llama [.] Abraham se pone en camino "como se lo había dicho el Señor" [.] todo corazón se somete a la Palabra y obedece. La obediencia del corazón a Dios que llama es esencial a la oración, las palabras tienen un valor relativo. 6
En la perspectiva de la antropología de la religión, el "llamado" recibido es definible como visión beatífica, es decir, el gozo de los bienaventurados al conocer y contemplar de manera inmediata e intuitiva el esplendor divino durante el éxtasis místico. En memorables páginas Eliade (1961:93-94 ss.) ha examinado el significado de las experiencias sensoriales y místicas puntualizando que: "En todas partes, en la historia religiosa de la humanidad, la actividad sensorial ha sido valorizada a fin de participar de lo sagrado y alcanzar lo divino".
En la óptica del precitado autor, tanto en los pueblos primitivos como entre los civilizados, "la vida religiosa lleva consigo [...] una valoración de la sensibilidad". Es este el medio que posibilita la presencia de la divinidad en nosotros (el entheos griego), "la esencia de la demencia sagrada", como lo apunta Norman O. Brown (1972:280). Es claro que las diferentes versiones en torno al "llamado" que orientaría la vocación religiosa del joven Rafael Guízar y Valencia tienen como fuentes primarias las narraciones expresadas por él mismo, y evidencian su interés por elaborar una perspectiva ideológica de su propia vida, en función de un propósito social específico (en este caso su proclamada cercanía con la divinidad). Relatos de este tipo, ubicados en la frontera de la leyenda hagiográfica y la realidad, no agotan su interpretación en un solo sentido; al contrario, son multivalentes. Su verdadero significado se encuentra más allá de las palabras, en el plano de la interpretación simbólica. Este enfoque contribuye a dilucidar el papel de una personalidad creadora que refiere su experiencia mística como encuentro revelador, singular, fundacional de su quehacer religioso que lo llevaría a los altares.
Para entender con mayor hondura la personalidad adolescente de Rafael Guízar y Valencia es preciso considerar su asidua lectura de la vida de San Alejo, 7 el "loco de Dios" que repartió su riqueza entre los pobres. La leyenda de este santo fue popularizada en un poema anterior a la Chanson de Roland. Hijo del senador romano Eufemiano (quien lo había prometido en matrimonio sin su consentimiento), Alejo huyó en plena ceremonia nupcial, embarcándose en un navío que partía rumbo a Siria. Desde esta nación caminó hasta Edesse (Turquía) y ahí, durante 17 años, se unió a los pobres que mendigaban a las puertas de una iglesia. El texto hagiográfico hunde sus raíces en el siglo v. 8
Notas
1 Esta cita y las frases entrecomilladas del párrafo anterior proceden de Ortiz (1997:18).
2 Loret de Mola (1950:48) y Peñalosa (1995:24)
3 Ortiz (1997:18-19 ss.)
4 El Universal (11-VI-1950), citado por Loret de Mola (1950:53)
5 Loret de Mola, Ibid.
6 Véase el Catecismo de la Iglesia católica, cuarta parte "La oración cristiana", pp. 62-627 ss.
7 Peñalosa (1995:25-26)
8 Engleber (1985:259) apunta que en el siglo XVII, bajo las órdenes del papa Inocencio XII, los fieles de la diócesis de Roma todavía no debían trabajar durante la festividad de San Alejo (17 de junio).
Olor de santidad. San Rafael Guízar y Valencia: articulaciones históricas, políticas y simbólicas de una devoción popular
Félix Báez-Jorge
1ª. ed. Xalapa, Universidad Veracruzana, 2006
Col. Biblioteca
630 págs.
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