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Marius de Zayas. Foto: Paul Burty Haviland |
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Otro aspecto que esta investigación deja entrever es que la vanguardia consiste, sobre todo, en la producción de espacios para la modernidad. En ese
plano, Marius de Zayas es más que prolífi co por su
capacidad de desplegar acciones en todos los campos
del proceso productivo del arte: ya sea como creador
o como mediador. Y cuando hablo de espacios me refiero por igual a la superfi cie de la obra gráfica más
innovadora
que a las instituciones del arte, como las
galerías y otros ámbitos de exposición, donde este artista gráfico actuaba sin tregua, con la complicidad
del fotógrafo estadunidense Alfred Stieglitz, figura
notable a la que De Zayas suele quedar vinculado,
aunque por esta vez el veracruzano resulta la figura
principal.
Pero no olvidemos esos otros espacios desarrollados por De Zayas, aquellos que afectan el campo
receptivo y donde se legitima y valora lo artístico; es
decir, sus contribuciones como crítico de arte y editor.
Tampoco podemos dejar de lado sus intervenciones
como coleccionista y promotor de espacios para el
mercado, donde algunos representantes conspicuos
de la vanguardia histórica y sus galeristas encontraron
un respiro económico en tiempos críticos.
Por último y no menos importante, Marius de
Zayas llegó a formular visiones estratégicas relativas
al movimiento internacional de avanzada, a partir
de las cuales se generó una intensa visibilidad para
lo moderno en la urbe neoyorquina; en este aspecto,
De Zayas se mantuvo entre los principales introductores de la modernidad artística en los Estados Unidos,
donde actuó como un exaltado difusor del exotismo
vanguardista, con base en fuentes originarias africanas, asiáticas y mesoamericanas que alimentaban el
imaginario del nuevo arte, como lo demuestra su libro African Negro Art.
Quizá lo que el discurso de Saborit destaca más
que cualquier otra faceta de De Zayas es su sentido de
urgencia en presentar exposiciones de los autores más
notables de la vanguardia parisina. Ansiedad por la
novedad, matizada apenas por la presencia del otro,
de la contracara de lo moderno: el primitivismo, tan
bien integrado al coleccionismo que llegó a reformular el modo de ver las antigüedades y la historia del
arte en su conjunto.
Ignoro por completo si esta publicación o si otras
que han aparecido en los últimos años, aquí y en los
Estados Unidos, impedirán alguna vez que Marius de
Zayas deje de ser considerado como la parte olvidada
de la vanguardia mexicana, su objeto perdido, algo
que desde una genuina perspectiva internacionalista resultaría irrelevante; mas no desde los actuales sistemas de visibilidad y hegemonía cultural, con su cuota
de representación nacional y su tinte chovinista camuflados, no obstante que se ostenten como neovanguardia, postvanguardia, transvanguardia o como se
quiera.
Desde mi perspectiva, bastaría sólo con su obra
gráfica de 1914 para validar el aporte de Marius de Zayas como artista de primera línea, en especial la serie
de caricaturas abstractas nacidas al contacto de Francis Picabia, en París, y publicadas en la revista Camera
Work. Es aquí donde se pasa de lo caricaturesco hacia
la subjetivación del rasgo, un entronque con la geometría, la matemática y la abstracción que provoca una nueva geografía del retrato, un psiquismo más interio-
rizado, en sintonía con los avances del psicoanálisis.
Entre lo más destacado de este artista, se encuentran también sus poemas visuales, como el realizado
en colaboración con Agnes Ernst Meyer, “Reacciones
mentales”, materializado a partir de su relación con
Guillaume Apollinaire, y en este caso difundido por
la revista 291.
por cierto, este poema visual y el encabezado con la palabra “Femme!”, fueron víctimas de
la errata de edición, pues se repite al pie en ambas
ilustraciones, y con referencias que tampoco se corresponden del todo; éstas y otras pequeñas faltas deb
rán corregirse en ediciones sucesivas.
Pero más que en detalles mínimos, prefi ero insistir
en que la obra de experimentación gráfi ca es la parte
del libro que más entusiasma por ser la más personal
y depurada, donde De Zayas fue capaz de amalgamar
con frescura los modos expresivos de las propuestas
más avanzadas y apropiarse de ellas, reciclar autores.
En cambio el primer estridentismo desarrolló una
astucia un tanto distinta a la de De Zayas, al establecer un movimiento que operaba como vanguardia de
vanguardias, que actuaba como integrador del dispositivo vanguardista, de sus obras, pero también de sus
formaciones, estrategias y manifi estos. El estridentista
Maples Arce era también un hombre de urgencia, impaciente por acelerar los fl ujos de modernidad para
un país que emergía de una guerra prolongada.
Para finalizar sólo permanece un enigma. ¿Por qué tras alcanzar la cima artística con sus psicografías y sus
poemas visuales, De Zayas se retira de la producción de
arte y da un vuelco hacia el silencio? Podría explicarse
como un gesto dada, una forma de antiarte, pero quizá sólo se trate de un mutismo aristocrático dirigido
al mercado, donde la imagen de Ambroise Vollard y la
vanguardia retorna como mera práctica de marchant profesional, como una alegoría anticipadora del giro
del arte posmoderno hacia el escepticismo.
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