Núm. 15 Tercera Época
 
   
encabezado
 
JOSÉ LUIS CUEVAS
BESTIARIO IMPURO
 
 
fotos
escudo uv
 
corre
 
  punto    Puntos de venta
  buzón Buzón del lector
  suscribete Suscríbete

 

lineamientos de publicación

 

 

 
 
 
Páginas <<< 1 2
 

 

    portada  
    Jordi Robles  
       

           Aparte de su sabiduría y de su inmensa cultura, es indispensable señalar como una de las mayores enseñanzas de Alfonso Reyes el no haber perdido de vista que la literatura se dirige a un público, que la verdadera literatura jamás se contenta con llegar a los especialistas, que quiere ir más allá y alcanzar a todos los lectores. Alfonso Reyes fue capaz, y esta es una virtud rarísima ahora y en el pasado, de, sin hacer la menor claudicación al rigor, escribir de una manera que todos entendían. A él lo pueden leer los lectores más cultos y exigentes, los aristócratas de la inteligencia; pero también, disfrutando y gozando en cada página, el lector profano, aquel que no tiene un bagaje cultural especialmente rico y que leyendo a Reyes, sin embargo, accede a instancias sumamente elaboradas y refinadas del pensamiento y de la creación.

           Lo he seguido leyendo y releyendo.

          En su conferencia, Mario Vargas Llosa hace hincapié en que contrario a la política, que se concerta y pacta en el entrevero social, “la literatura es una actividad que nace en soledad, a través de un individuo que para producirla se aparta de los demás”. “No hay nada más individualista que la creación artística”, le dijo a su estudioso y biógrafo Raymond L. Williams. Lo cual también puede decirse de la lectura de un libro. Pues si bien “toda lectura reescribe el texto”, para hacerlo y vivir plenamente esa comunión estética, imaginaria, reflexiva, analítica, se requiere de un ámbito solita- rio, único y exclusivo, que puede crearse, incluso, en el entorno de una biblioteca pública, en la banca de un parque o en la mesa de un café. “Un libro no es menos íntimo que las manos y los ojos”, sigue diciendo el Poeta Ciego de Buenos Aires en alguna entrevista y en el prólogo de Borges oral. En este sentido, si bien la obra de Mario Vargas Llosa, escrita en español y tan presente en México, nos concierne y nos pertenece por su universalidad terrenal y humana y no sólo por la cartografía del poder, cada uno evoca su lectura y descubrimiento de alguno o de varios o de todos sus libros y en esto siempre hay desacuerdos.

          El otorgamiento del Nobel a Vargas Llosa suscitó que en la web y en medios impresos se publicaran iniciales pasajes de El sueño del celta, su entonces próxima e inminente novela (en México se presentó el jueves 2 de diciembre en el contexto de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara), y que circulara cierta controversia mediática en torno a preguntar y decir cuál de sus novelas es el epicentro o la más lograda. En España se mencionó mucho La fiesta del Chivo y no pocos –entre ellos el crítico Christopher Domínguez Michael y el novelista francés Le Clézio, Premio Nobel de Literatura 2008, que habla y lee el castellano– declararon su preferencia por La guerra del fin del mundo.

          Quien esto suscribe leyó, muy joven, La ciudad y los perros y ya adulto disfrutó mucho Travesuras de la niña mala y Pantaleón y las visitadoras y sus ensayos y el prólogo (su declaración de principios narrativos) reunidos en La verdad de las mentiras y “Una novela para el siglo XXI”, su prefacio para la edición del IV Centenario del Quijote. Y aunque la que menos le gusta de sus novelas es Los cuadernos de don Rigoberto, opta por el conjunto y sus magistrales arquitecturas narrativas, cuyo modelo parte de William Faulkner, en particular de Las palmeras salvajes (donde se narran dos historias paralelas), la primera novela que Vargas Llosa conoció de él, leída por primera vez en la legendaria traducción de Borges (luego fue leyendo las demás durante sus años universitarios, lo que le “hizo sentir la urgencia de aprender inglés para poder conocer sus libros en su lengua original”). Pues si bien en la urdimbre de La casa verde y de su dos polos geográficos (Santa María de Nieva y Piura) con? uyen un conjunto de tramas y de técnicas narrativas que arman el inextricable, hormigueante, apretado y consubstancial rompecabezas de tiempos, historias, voces, episodios, anécdotas y fragmentos, su novelística se torna más diáfana cuando narra, en un mismo libro (y a veces en un mismo párrafo), dos historias alternas o dos series paralelas, tal y como ocurre, por ejemplo, en La tía Julia y el escribidor, Historia de Mayta, El hablador, Elogio de la madrastra, Lituma en los Andes, La fiesta del Chivo, El Paraíso en la otra esquina, e incluso en su libro de memorias El pez en el agua y en su última novela El sueño del celta, donde en una serie de capítulos se na- rran los últimos días del irlandés Roger Casement en su celda de Pentonville Prison hasta su muerte en la horca el 3 de agosto de 1916 y en la otra se ahonda en los incidentes que lo condenaron y por ende, desde su infancia, se desglosa el itinerario de su vida, de los viajes y avatares ideológicos, humanitarios y activistas vividos en tres principales ámbitos: el Congo de Leopoldo II, la Amazonía peruana de la explotación del caucho, e Irlanda bajo el dominio de Inglaterra.

          Si el enigmático universo es una laberíntica biblioteca infinita donde en silencio y con los ojos se habla con los muertos, Pedro Páramo es un diminuto aleph ubicado en el rincón de algún sótano, quizá hexagonal, en cuyo instante, ya ido, convergen todos los murmullos, todas las voces y todos los instantes de Comala y de la Media Luna. La obra de Vargas Llosa, urdida en más de cincuenta años, también es minúsculo e infinitesimal aleph que al unísono es un sistema planetario, en cuyo instante (ese atisbo de simultánea eternidad) convergen asteroides y astros de diversa índole, algunos ciclópeos y monumentales.

 
 
Páginas <<< 1 2
     
Hidalgo #9 • col. Centro • Xalapa, Veracruz, México • (2288)8185980, 8181388 • lapalabrayelhombre@uv.mx