Ejercicios de oído que llamo “de espionaje”: con
una libretita ir tomando nota de lo que oímos en el
café, en la escuela, en nuestra casa, requiere disimulo
y algo de hipocresía. Se apunta a toda velocidad lo
que oímos, lo que dicen pero con la atención en cómo
lo dicen, en las palabras y no en el sentido. Si los espiados
se dan cuenta, algo puede ocurrir; claro, así se
aprende que la dramaturgia tiene sus riesgos.
De la transcripción dura y directa es necesario pasar
a la elaboración. Raro es que la gente hable con
gracia literaria, con pulimento, con eufonía. Ese retoque,
a lo fotográfi co, es un trabajo literario y claro
que es más lento que el trabajo dramático y puro, y se
aprende con menos facilidad. Hay muchas obras dramáticas
efi caces y que gustan abiertamente al público,
salen bien, son interesantes, inteligentes…, pero en la
lectura no resultan objetos artísticos, sino artesanales
con mediano acabado. Cómo habla la gente nos da
modelos a imitar; en las obras de los siglos de Oro
vemos con claridad la diferencia de habla entre patanes,
tontos, caballeros y sabios. ¡Y todos se expresan
en primorosos versos! Ese es un modelo a considerar
y cotejar con los apuntes de diálogo directamente tomados
del natural.
Es necesario seleccionar, pulir. El drama es arte
literario y a menudo se les olvida a los practicantes.
Aconsejo el cultivo del verso clásico, medido y rimado.
La difi cultad de encontrar música y armonía con
las palabras tiene una fácil evidencia en las leyes de
la música, la rima y los acentos. No quiero que salga
poesía, simplemente versos pulidos y bien hechos
que den agilidad, oído y ofi cio con las palabras que se
practica. El verso libre es más difícil y luego los poetas
confunden la vil prosa partida en renglones largos y
cortos con la poesía libre. Pero es necesario afi nar la
pluma y tratar de que el diálogo sea algo bello.
La práctica constante: el único modo de ser escritor
es escribir. El que no halle placer en redactar
páginas y páginas, más vale que no escriba. Conozco
gentes que han querido ser escritores y odian tener
que escribir para merecer el título. Claro, no resultan
buenos autores.
No sé decir mucho más de este ofi cio. Tratamos
de crear espacios precisos para el Fénix y otras aves
fantásticas, y la meta verdadera es que, al terminarlos,
vuelen en libertad. Queremos poblar los escenarios
con criaturas vivas, libres y signifi cativas. Tratando
de lograrlo consumimos la vida. Nuestros herederos
sabrán si tuvimos éxito.
|