Rabiaba por tener materiales para escribirte mis
impresiones de viaje; coloqué el daguerrotipo de mis
observaciones en mi ventana, y ¡oh dolor! muy poco
encontraba digno de contarte.
Los transeúntes presentan el aspecto de la gente
de los barrios de México.
Mujeres de enaguas de géneros ligeros, hombres
en mangas de camisa o chaquetas blancas; clase media
con sus sacos rabones, personajes de levita y sorbete
que indican su carácter ofi cial.
Interrumpe esta monotonía la polla garbosa con
su vestido de luenga cauda, su peinado lleno de listones
y de fl ores y su garbo y sus ojos que para mí importaban
una especie de alucinación de juventud.
Fui invitado la noche de mi llegada a un acto del
colegio del Estado6 y por supuesto que no me hice de
rogar.
Débese en mucha parte la existencia del establecimiento
y sostenimiento del colegio del Estado, a la
dedicación, a la constancia y a los esfuerzos del licenciado
don Antonio Rivera, padre de nuestro amigo
Rivera Mendoza, que tiene aquí su familia y muy justamente
estimada.
Llovía un tanto; pero esto no era inconveniente
para mi querido Cicerone, que me aseguraba con
desesperante formalidad que el afamado chipi chipi
de Jalapa, era la cosa más benéfi ca y saludable del
mundo.
La esperanza que yo tenía de consuelo en los
techos salientes de las casas, se desvaneció por momentos,
y por otra parte, el animado espectáculo de la
calle principal7 me hacía caminar distraído.
Tiendas de ropa y almacenes de mercería alumbrados
por gas, sombrererías y zapaterías con surtidos
elegantes, boticas en número competente para desacreditar
la salubridad de cualquiera otro pueblo que
no fuera Jalapa.
Encontré a mi paso cariñosos conocidos y amigos
con quienes representé más de una vez lleno de
contento, el encuentro estrepitoso de los amigos de la “Gallina Ciega”.
Pero hombre de Dios, el camino se encuspiaba, el
subir era obstinado y sofocante: a poco ya era trepar,
a poco escalar, sudaba yo a mares. Subía al templo
del Saber por la calle de la Amargura; lo mismo que
en todas partes; pero aquí más de bulto: llegué con
asma, con sofocación de pecho, casi exánime; en esa
cumbre levantada como que se llega corriendo, como
que se saluda con susto, como que antes exige nuestra
presencia un vaso de agua que un saludo…
5 Se refi ere a don Francisco de Landero y Cos, que nunca
cobró sueldo y mucho fomentó la educación.
6 Se trata del Colegio Preparatorio, fundado en 1843; y ahora
Escuela de Bachilleres.—(L. P.).
7 Antes Calle Real y ahora de Enríquez.—(L. P.).
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