Núm. 4 Tercera Época
 
   
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Pepe Maya
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DOSSIER (artes plásticas)

Autorretrato de Pepe Maya

 

 
Pepe
 
 

  Foto: Concha Armendáriz

 
     

Artista nato, inquieto, volcado hacia afuera, de una curiosidad atenta al menor estímulo, así es Pepe Maya: pintor, dibujante, ilustrador, diseñador, escenógrafo. De figura menuda, morena, y rizada cabellera, sus ojos rasgados se clavan como flechas al mirar al interlocutor y sonríe francamente cuando dice alguna de sus acostumbradas anécdotas pícaras, mostrando su blanca dentadura.

Yo considero un privilegio enorme haber nacido como traductor de cosas, como inventor. Mi compañera actual me dice que soy un mitómano, pero [las cosas que invento] son cosas leídas y mezcladas, de pronto la creación me da eso, el privilegio de inventarme.

Desde niño tienes el oficio y lo ves… y lo llevas, y la mayor suerte son los grandes maestros. Pero hay una disciplina, porque una cosa es ser pintor a fuerza y otra cosa es cuando hay algo que te lleva la mano.

Su pincel, inquieto como él y que ha sido calificado en ocasiones de expresionista, desemboca de modo natural en lo figurativo y suele plasmarse en explosiones de color:

A mí la abstracción me gusta verla. El museo de Cuenca, en España, es el museo que le dedicaron a los abstraccionistas: Tapiès, Cannogar, Mompo. Me encanta. Lo gozo. Pero cuando tomo el papel, ya estoy buscando la idea, el sueño, estoy buscando qué narrar, qué contar. Lo abstracto no se me da. Siento que no comunico. Pero me gusta la anécdota. Juan Vicente Melo decía que mi obra era muy teatral, muy dramática, que [en ella] había una narrativa.

Esta narrativa, por ejemplo “la niña en el mar”, trabajo con ella veinte, treinta dibujos, hasta que de pronto se convierte no en una abstracción sino en un concepto, como más elemental, con cuatro o cinco líneas que no deja de ser esa narrativa, pero a través de la línea y del continuo repetir y repetir como una obsesión, porque mi trabajo realmente es obsesivo.

Ese carácter obsesivo de su creación se manifiesta, por ejemplo, en la reiteración de algunos tópicos:

Dos temas me apasionan: uno es la celebración y canto al eterno femenino, y el otro son los escenarios donde nos pertenecemos, que de pronto son ignotos, porque de pronto te levantas, abres la ventana y quisieras que desapareciera ese bloque de concreto y cierras los ojos y te inventas, en pleno corazón de Xalapa, una araucaria inmensa, preciosa. Toda la vida me la paso inventándome esos paisajes. A veces digo que son como sueños y cuando se vuelven realidad digo que son sueños contados en voz alta. Creo que en mi obra y en la de muchos otros creadores, escritores, hay algo de eso, ¿no?

Acerca de la omnipresencia constante de lo femenino a lo largo de su obra, de esa celebración y canto al eterno femenino, Pepe Maya dice:

Yo creo que cuando el ser humano descubre su parte femenina, sobre todo hablo, como decía Unamuno, de mí mismo, hay algo que inconscientemente Pepe Maya descubre, su eterno femenino, y lo convierte en el título de un centenar de carpetas. Cuando no llegaba a El Búho a entregar mi colaboración de fin de semana, me hablaba René Avilés Fabila y me decía: “Oye, ¿qué pasó con tus encueraditas?” No. Yo creo que es el eterno femenino que todo ser humano, hombre, tiene; a veces lo descubre y a veces se muere sin saber que había algo de eso. Y yo le doy mucho cariño, mucho apapacho, mucho respeto, desde el trazo plástico hasta en la vida real o de la vida real al trazo plástico. No hago caricaturas del ser humano. Al contrario, ensalzo. Y yo creo que es esto lo que dice Dionisio Morales “algo de perverso habrá en mí”, porque no dejo que el eterno femenino sea un libro que se cierre.

Exiliado en el paradisiaco pueblo de Xico, Veracruz, el entorno, el conjunto de esos “escenarios donde nos pertenecemos”, es otra de sus obsesiones más recurrentes y se expresa también en forma de reclamo por la imparable destrucción de la naturaleza:

Donde vivo, abres la ventana y lo primero que aspiras es el olor del cafetal, y si miras hacia arriba ves el Pico de Orizaba, y hay días en que tú lo ves tan hermoso, tan bello que coges el papel y de pronto reproduces la imagen plásticamente, no haces una fotografía y ese es el desayuno de la mañana, el entorno que todo mundo se desvive por destruir. Yo creo que una necesidad de los artistas es el reclamo contra la destrucción de la naturaleza.

 
 
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