El retablo situado en el ala derecha de la parroquia
de El Calvario se encuentra dedicado a San Francisco
de Asís, cuya fi gura se halla en el centro del altar.
Los primeros retablos en Europa contenían imágenes
y esculturas en honor a Cristo, a la Vírgen María y a
diversos santos; posteriormente, los altares cambiaron
de personajes, ahora aludían a los fun- dadores de las órdenes religiosas; así, San Francisco, Santo Domingo
y San Ignacio de Loyola figuraron en los retablos.
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Retablo de San Juan Nepomuceno. Foto: Miguel Fematt |
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La forma del retablo dedicado a San Francisco
remata en un semicírculo, decorado con líneas en zigzag
que terminan en una onda; asimismo, el altar se
divide en tres hojas o calles y en dos cuerpos. En la
parte superior posee dos pilastras estípites y en la inferior,
cuatro columnas del mismo estilo que superan en
tamaño a las anteriores.
Asimismo, en la parte superior, el retablo contiene
tres nichos que fueron ocupados por pinturas y esculturas:
a la derecha se conserva un dibujo en forma
oval, cuyo contenido es una gran torre sosteniendo el
santo grial; en el centro está un nicho vacío; en la izquierda
sobrevive otra imagen oval, misma que representa
una cruz sujetando un hábito franciscano: esta última pintura alude quizá al martirio que sufrieron
algunos miembros de la orden y, también, indica el
voto de pobreza que realizó el santo, quien rehusó
las riquezas, conformándose con sólo un atuendo. La
parte inferior comprende tres sitios: al centro, donde
se debe ubicar la figura más importante del altar, se
localiza San Francisco; los lados están ocupados por
Santa Teresa de Jesús, a la derecha, y por San Juan
Bautista, a la izquierda: seguramente, estas últimas
dos esculturas se colocaron con posterioridad.
Este altar se encuentra adornado con flores, ángeles
y hojarascas, y la comunidad religiosa de El Calvario
lo conoce como el Retablo de los Dolores, alusión
debida al sufrimiento que en vida tuvo San Francisco,
pues fue el primer hombre que padeció en su cuerpo
las heridas de Cristo; dichos estigmas aparecieron
en sus manos y sus pies, marcando su existencia con
sufrimiento.
El retablo localizado en el ala izquierda del templo
de El Calvario está dedicado a San Juan Nepomuceno,
el mártir del secreto de la confesión. Su
escultura se ubica en el centro del altar. Este retablo se
divide en tres hojas y en dos cuerpos; su remate mantiene
la forma de arco y sus decorados son más sobrios
que los del altar anterior. Posee seis pilastras estípites,
distribuidas en la parte superior y en la inferior: dos
columnas pequeñas están arriba y cuatro, abajo. Los
estípites y los espacios del retablo se encuentran decorados
con follajes, flores y ángeles.
Este retablo se compone por pinturas: dos están
colocadas en la parte superior del altar y dos más
se localizan en la parte baja. Estas cuatro imágenes
aluden al tormento que sufrió Juan Nepomuceno al
defender el secreto de confesión. Estos cuadros muestran
los tormentos realizados por el rey Wenceslao
IV, quien deseaba conocer los secretos de su esposa
y, al no conseguirlo, amenazó y asesinó a su confesor
Nepomuceno. Las composiciones iconográfi cas en los
retablos cumplían una función didáctica, pues por
medio de imágenes la iglesia le narraba a sus feligreses
pasajes de la Biblia o de la vida de los santos; de esta
manera, los altares transmitían parte de la doctrina
religiosa a los fi eles.
Tanto el retablo de San Francisco como el de San
Juan Nepomuceno son una muestra clara del Barroco
estípite que poseemos en la ciudad de Xalapa. Estos
dos altares, junto con el retablo de la capilla de Santiago,
se vuelven tres ejemplares del estilo Barroco
que caracterizó las iglesias en los siglos XVII y XVIII.
Esta tendencia surgió en España y rápidamente viajó
al continente americano, complicando las formas, los
símbolos y los diseños de cada altar.
Los retablos barrocos dejaron de construirse al finalizar el siglo XVIII, cuando se implantó una nueva
tendencia artística denominada neoclásica, la cual se
opuso desde el inicio a la creación desordenada y suntuosa
de los altares dorados. Los neoclásicos, siguiendo
con sus principios estéticos, mandaron destruir
diversos retablos. Afortunadamente, quedaron para la
posteridad algunos ejemplares y entre ellos podemos
insertar los tres retablos del monasterio de San Francisco.
Gracias a ellos tenemos la posibilidad de dar un
vistazo hacia el pasado.
Bibliografía
Bargellinia, Clara et al., Los retablos de la ciudad de México. Siglos XVI al
XX, Conaculta, México, 2005.
Cortés, Martín C. (comp.), Huellas de Xalapa. Monografía de la Ciudad,
2ª ed., La Rueca Ediciones, Xalapa, 2000.
Maza, Francisco de la, Los retablos dorados de Nueva España, Ediciones
Mexicanas, México, 1950.
Saber ver. Lo contemporáneo del arte, núm. 38, 1998.
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