”Nos hicimos muy amigos de Sergio Galindo, íbamos a su casa, convivíamos con sus niños, él nos
recomendaba libros, era un ambiente muy hermoso.
Cuando decidió escribir El hombre de los hongos me lo
manifestó así: ‘Voy a hacer mi libro pero quiero que
tú lo ilustres, que lo hagamos entre los dos al mismo
tiempo porque voy a basarme en parte en lo que tú
hagas’. Entonces resultó ser un trabajo de equipo
magnífico, el escribía un capítulo y me lo daba, yo
empezaba a armarlo gráfi camente; realmente fue una
experiencia única. A él le gustaba mi estilo de dibujar,
y todo lo que imaginaba yo tenía que ver, a su vez, con
su estilo narrativo”.
Los niños dicen la verdad
Vivir en un lugar como aquel en el que habita y crea
Leticia Tarragó es una invitación para el goce absoluto,
ideal para todos aquellos que buscan un remanso
espiritual. Al descansar la vista en los alrededores de
La Pitaya, pareciera que el cambio climático es un
invento noticioso. No cabe duda de que aún hay edenes
que se pueden disfrutar. El ambiente no puede ser
más propicio para continuar charlando con la artista.
La observación es sobre los niños que pueblan
la mayoría de sus cuadros y grabados, esos pequeños
que vuelan, traspasan paredes, viajan en armadillo,
tortugas o peces y que siempre mantienen su mirada
entre el asombro y la melancolía.
“No siempre son niños, las preferencias de uno
cambian con el tiempo, aunque sí me gustan mucho
las fi guras infantiles porque poseen la ventaja de la
frescura, de la espontaneidad, de lo auténtico. Los
adultos en general están inmersos en la hipocresía
porque la sociedad requiere que seamos hipócritas
para supuestamente convivir; por eso no resulta nunca
pues una convivencia basada en tales premisas es
falsa. Cuántas veces hemos oído que uno se molesta
porque un niño dice la verdad, porque puso en mal al
papá o a la mamá; no se aprecia que está siendo honesto,
al contrario, se considera que comete una gran
falta. De tal forma, considero que los niños ven las
cosas como son, sin tapujos ni velos, sólo expresan la
realidad.
”Pero por otro lado también recurro mucho a la
figura femenina; pienso que de las niñas parte todo, es
el origen, las pequeñas gozan de una fuerza extraordinaria,
misma que los hombres han tratado de aplastar
por milenios.
”Manejo la nostalgia no porque yo sea nostálgica,
sino porque de ella parten muchas imágenes. La
nostalgia y la melancolía no son sentimientos benévolos,
pero si los vemos fríamente son una gran fuente
inspiradora pues de su proceso surgen innumerables
emociones y uno lo que pretende es poner emoción
en lo que hace.
”No busco los recuerdos de la infancia, ellos vienen
por sí solos, es una cuestión espontánea que surge
en mí. No soy intelectual, hay muchos artistas plásticos
que están detrás de las ideas, las refl exiones, los proceso
críticos; yo me dejo llevar más por lo que siento, lo
que me mueve sentimentalmente, y sí lo reflejo pero no
lo intelectualizo, no tengo un propósito muy definido.
Es como dos pianistas que tocan la misma obra y uno
de ellos me puede conmover mucho y el otro no, porque
ejecuta nada más que la técnica; aunque la domine
a la perfección, no comunica nada. En esto radica
la importancia de un intérprete de música: cómo la
transmite, y esa es una parte esencial del arte”.
El rojo sólo es un color
En casa de pintores abundan los colores y los detalles
pictóricos son el toque de cada espacio, de cada
rincón. Como marca distintiva, no hay lugar en las
paredes donde no cuelgue un tarragó o un vilchis. ¡Estilos
tan distintos y sin embargo complementarios! Realismo
onírico por un lado y abstracción por el otro,
rodeados por la intensidad de diversos matices naturales.
El conjunto pareciera un mural de expresiones
divergentes combinadas a la perfección por el color.
Ese es el tema ahora de la conversación: el color.
“Bueno, es una cuestión muy particular, cada artista
tiene su forma de plasmar el color. A mí me encanta
el colorido de la cultura popular; he vivido fuera de
México en varias ocasiones y realmente he añorado los
matices y tonalidades de nuestro país. Es una de sus características
más representativas, tanto en las artesanías
como en sus paisajes, y además es algo tan natural y tan
propio que nada nos lo puede arrebatar”.
Ya que hablamos de los colores le pregunto sobre
sus preferencias y suelta una carcajada que a la vez
la hace enrojecer. “Yo uso mucho un color que ahora
está muy de moda y me ruboriza el mencionarlo ja ja
ja… porque es un color institucional en Veracruz”.
Le aseguro que los tiempos políticos son efímeros
y los colores eternos, entonces concede. “Bueno, uso
mucho el rojo, de toda la vida me ha gustado. Empecé
como artista gráfica no realizando anuncios publicitarios
sino a través del grabado y, por lo mismo, de la
ilustración. Cuando empecé a colaborar en La Palabra
y el Hombre no podía hacer impresiones a color porque
eran muy caras; por ejemplo, la utilización de dos
tintas duplicaba los costos, no obstante hubo oportunidad
de diseñar muchos carteles para otras áreas universitarias.
Aquí en la UV, tanto Barclay como Vilchis
y yo realizamos numerosos carteles, particularmente
para la Orquesta Sinfónica de Xalapa o para la publicidad
de obras de teatro. Me gustaba utilizar mucho
el rojo porque es un color muy visual, y como no
había oportunidad de usar tantas tintas, elegía sólo el
negro y el rojo para crear un impacto fuerte y muy
limpio; el rojo y el negro son dos colores que hablan y
se combinan a la perfección. Posteriormente llegué a
usar incontables veces el rojo en grabados y dibujos
y ahora que pinto al óleo me explayo en su uso, no
es que simbolice algo particular, simplemente es un
color que posee una gran riqueza”.
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