El estilo Tarragó
Todo artista que estudia, que admira otras obras, tiene
sus gustos, sus inclinaciones, e incluso llega a constituir
o seguir una escuela, una corriente, a partir de
ellos. Si bien es cierto que Leticia Tarragó ha creado
un estilo inconfundible, también ha abrevado en la
obra de otros autores, aunque sin dejar marcas claras
para señalar influencias que resulten determinantes.
Emilio Carballido decía de la obra de Leticia Tarragó:
“Un surrealismo amable que tiene mucho de
cuento de hadas; pero, sí, la fuerza onírica es la que
hace combinaciones inusitadas entre animales minuciosamente realistas y niños y muchachas llenos de
asombros melancólicos, flores extraordinarias, paisajes
contradictorios, serias traiciones a las leyes de gravedad”.
(Leticia Tarragó. Noticias del estudio, op. cit., p. 10).
En suma, al estudiar y unir géneros, nuestra autora ha
determinado sus objetos pictóricos y ha conformado
lo que se puede llamar el estilo “Leticia Tarragó”. Así
explica sus influencias.
“Pues no, muy al principio a mí me tachaban
mucho de tener infl uencia de Remedios Varo, pero
en realidad no era así, más bien la admiraba en mis
inicios. Algo importante es que me alejé de la Escuela
Mexicana que dominaba en La Esmeralda, con
maestros como Raúl Anguiano o Arturo Estrada, que
estaban muy imbuidos de ese estilo nacionalista. Al
salir de La Esmeralda busqué otros patrones, algo
que seguir, pues siendo uno muy joven se tiende a la
búsqueda. Entonces a mí me encantaban Goya y El
Bosco; y también siento que Remedios Varo, por su
origen español, se recargó un poco en El Bosco porque
muchas de las características de los interiores que
ella pintó tienen que ver profundamente con Europa.
Sus innumerables interiores como de castillos, como
de ermitas, remiten a esas cosas raras plasmadas en
el arte medieval europeo por los pintores flamencos,
tales como Brueghel o El Bosco, que eran fantásticos.
Los cuadros de El Bosco parecen surgidos de la ciencia
ficción es formidable; a mí me impresiona muchísimo.
También me gustaba mucho De Chirico, pintor
italiano, y sí debo reconocer que interioricé bastantes
elementos de estos pintores. Después empecé a disfrutar
los espacios exteriores y la naturaleza me influyó
de forma profunda pues me llevó a otras dimensiones.
Uno tiene que buscar su camino, y cuando en ese proceso
se embarra, mete las patas y acaba en algo que
no es lo de uno, entonces lo que cuesta más trabajo es
reencontrar el rumbo propio”.
Y queda tan defi nido dicho camino, el estilo personal,
que uno puede ver un cuadro y de inmediato
decir ¡este es un Leticia Tarragó! No queda duda
alguna.
A través de sus anteojos, la chispa de la artista
brilla en sus pupilas alegres: “¡Claro, eso sí, no hay
pierde! Ja ja ja”. Y de nuevo la carcajada inunda el
comedor donde se desarrolla la plática: “Mucha gente,
al ver algo mío, lo reconoce de inmediato, por lo
menos ya hay un sello inconfundible”.
En muchas casas hay obra de Leticia Tarragó.
“Ah sí, lo que abundan son grabados, pero no
los óleos; últimamente expongo fuera de Xalapa: en
Monterrey, Guadalajara, Puerto Vallarta”. Pero curiosamente
prefi ere desviar el tema: “Déjame recordar
mejor colaboraciones de La Palabra y el Hombre o de la Editorial que me hayan gustado. Ahora me
acuerdo de la portada de una obra de Luisa Josefina
Hernández que ilustré; por cierto, me encanta la lectura
de obras teatrales, pero es una pena que no sean
representadas con frecuencia, no sé por qué la gente
de teatro no pone en escena las estupendas obras de
Luisa Josefi na. De Emilio Carballido, por mencionar
otro ejemplo, hay muchas obras que nunca se han
montado; hay una que se llama El día que se escaparon
los leones, que me gusta y no se representa. Y es peor la
situación, pienso, cuando se trata de obras para niños,
a los teatreros les choca hacer teatro para niños, no
entiendo por qué, como que ningunean mucho a los
pequeños”.
A lo mejor les da miedo encontrarse con su pasado
o no saben cómo comunicarse con ellos.
“Es lo malo de olvidarse que uno tuvo niñez; a
los grandes pintores, como Picasso, nunca se les olvidó.
Aunque muchos sólo lo quieran ver como un gran
pintor adulto, él no perdió nunca su espíritu infantil o
lúdico, por eso hacía lo que se le daba en gana, y eso
en el mundo de los adultos ya no es posible, sólo en el
de los niños”.
Como Dalí, también…
“Mmm… no creo que sea el mismo caso con él.
Dalí era más sofi sticado, estaba loco; a Dalí sí se le
desarrolló la megalomanía y Picasso no padeció de
eso, fue más sencillo, aunque era un señor de gran
genialidad nunca llegó a los excesos de Dalí. Diego
Rivera también conservó siempre un gran sentido del
humor, característica infantil, que forma parte de su
vida real. Era genial por eso”.
Todos estos pintores que menciona, como Picasso,
Remedios Varo, Diego Rivera, tienen un sentido de la
vida, pero también una posición política muy clara.
“Pero lo político viene de querer que las cosas de
este mundo mejoren, no es nada más por meterse en hondonadas, es realmente por una genuina intención
de que la realidad sea como el artista la percibe. Me
explico. La labor creativa es esencialmente libre y
como las políticas de los gobiernos siempre tienden
a generalizar, uniformar y hacer las cosas cuadradas,
atentan contra dicha condición, por eso el artista acaba
metiéndose a la política, para poder marcar sus
diferencias y cuestionar la imposición de una visión
coercitiva”.
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