Cada
texto de Sartre es un reporte de observación del comportamiento
humano. En Eróstrato, el autor plasma desde el comienzo la
principal característica psicológica del personaje central
bajo la cual se rigen la mayoría de sus actos: el deseo de
asir una superioridad que, además de ser falsa, lo excluye
de la sociedad.
Paul Hilbert –el protagonista– es un hombre solitario
de 33 años que nos dice desde el principio del relato que:
“A los hombres hay que mirarlos desde arriba”, lo que
pone de manifiesto su deseo de ser superior.
La superioridad que buscaba en un principio era moral; sabía
perfectamente que: “Es necesario apuntalar las superioridades
morales con símbolos materiales”; al darse cuenta que
sería difícil apuntalar algo que no poseía, se
vuelve un voyeurista que, a diferencia de otros, siempre hallaba en
la gente algún gesto o modal que la hiciera repugnante ante
sus ojos.
El tipo es una especie de anarquista mal acuñado –más
bien un humano torpe– que si bien busca la grandeza (por cualquier
medio) no logra asirla completamente y cuando lo hace, es por mero
accidente. Este personaje, a diferencia de Krukinov (de “El
viajero de primera” de Chéjov), desea poseer la gloria
del modo más nefasto que se puede imaginar (a través
de lo caótico y malvado); sin embargo, a pesar de lo accidentado
de las circunstancias, finalmente la consigue. Caso totalmente diferente
al de Krukinov quien sí hace lo indispensable para atrapar
la gloria y la fama pero que permanece anónimo. Aparentemente
Paul es frío y calculador y en otras ocasiones parece ser un
enfermo mental; sin embargo, al final de relato nos damos cuenta que
es más bien torpe y cobarde.
La narración es por demás excelente. En este texto,
Sartre nos expone dos realidades humanas: el sentimiento de superioridad
–en ocasiones ridículo (completamente diferente de aquél
del que habla Nietzsche en El anticristo)- de los seres humanos y
las convenciones sociales que nos otorgan la aceptación o el
rechazo, la gloria o el anonimato. También nos muestra a través
de Hilbert que en verdad: “Un crimen corta en dos la vida de
quien lo comete” y que a veces es inútil planear las
cosas para bien o para mal; pues, aun organizando todo para conseguir
lo que queremos, siempre habrá algo fuera de nuestro alcance.
Aunque probablemente ese cambio de planes nos lleve a alcanzar nuestro
fin de manera accidentada.
El muro. Sartre, Jean Paul. Editorial Época, novena
edición, México, DF, 2002. 292 Págs. |