Año 4 • No. 149 • agosto 31 de 2004 Xalapa • Veracruz • México
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Réquiem por un sueño
Roberto Ortiz Escobar

El Cine Club de la UV programó este mes el ciclo Radiografía Americana, integrado por cintas donde las propuestas narrativas y el manejo sensible de las imágenes crean efectos disímbolos en el espectador, a propósito de problemáticas humanas que son referente visual neurótico de la sociedad americana: Niágara, Niágara (1996), Pi- el orden del caos (1998), 8 Milímetros (1998) y Réquiem por un sueño (2000).

Esta última pertenece a Darren Aronofsky, cuya opera prima titulada Pi-el orden del caos (1998) se convirtió en una película de culto; su fotografía de grano reventado y movimiento vertiginoso de cámara configuraron atmósferas desquiciantes en torno a un personaje que parecía encontrar la clave de la numeración matemática.

Nacido en Nueva York en 1969, Aronofsky tiene un olfato agudo del lenguaje fílmico, sus atributos tecnológicos y el impacto de las imágenes en el espectador. En Réquiem por un sueño (Requiem for a Dream, 2000), su segunda producción, se reconocieron sus habilidades formales con el otorgamiento de once premios en diversos festivales.

La historia nos refiere la caída abismal de una madre y su hijo por el consumo frenético de drogas. En un camino sin regreso, de angustia y aniquilación macabra, una madre cubre su soledad con el consumo neurótico de programas televisivos de concurso, mientras su hijo, en mancuerna con un amigo, pretende comprar droga barata para distribuirla a mejor precio en mercados ilusorios. Aparece también una linda chica cuyo noviazgo con el hijo la arrastra a una experiencia devastadora.

Una trama sencilla de núcleo dramático inmediatamente identificado, nos remite deliberadamente a la introspección alucinante de seres enfrentados a un colapso que no admite reparo de culpas, catarsis liberadora, o salvación existencial. Las formas hiperrealistas hacen de Réquiem por un sueño una experiencia de sensaciones viscerales. De ahí que como buen conocedor de los efectos de las imágenes en las emociones del público, el director apueste por la truculencia técnica y el efectismo, aplicados al regusto melodramático de no muy convincente tufo moralista.

Llama la atención el grado de experimentación de las nuevas tecnologías visuales en la creación de atmósferas, colores, ambientes escénicos, rictus faciales y comportamientos anímicos y psicológicos de personajes alterados por el consumo de drogas o la enajenación televisiva. La técnica está en concordancia con las reacciones de personajes atrapados por el alucine vivencial.

Sobresale la reiteración de la escena de la preparación y el consumo de la droga; pero sobre todo, el empleo de cámaras de diversos tipos que al captar las cambiantes intensidades de la luz natural durante un tiempo determinado, crearon atmósferas especiales que inciden en las alteraciones gestuales de Sara, interpretada magistralmente por Ellen Burstyn.

Edición matemática, escenarios claustrofóbicas, filmación digital y narración hiperrealista, hacen de Réquiem por un sueño una prueba de fuego, una visión que atrapa de principio a fin al espectador. La espiral vertiginosa vivida por los personajes se traduce en vértigo para el público. Pareciera que el cineasta exploró no sólo el comportamiento extremo de sus personajes, sino también las reacciones de un espectador en plena convivencia sádica con imágenes agresivas y violentas a cuál más. Comentarios: roeamarcord@yahoo.com.mx