antes
que la mayoría de las cosas que aprendemos, las aprendemos
fuera del salón de clases, que hay ocasiones en las que se
puede estar solo aún cuando estamos rodeados de mil personas,
que podemos saber todo y reprobar un examen o no saber nada y sacar
una buena calificación. Y que nos encontraríamos con
personas que nos harían mucho daño, pero que años
más tarde, les agradeceríamos porque nos hicieron
más fuertes.
Sobre
los amigos que hicimos en esta etapa... lo único que podemos
hacer por ahora es darles las gracias, porque no existen palabras
con tanto valor en este momento, como las que recibimos de ellos
en los momentos más difíciles, en los cuales, gracias
a ustedes, ¡las penas se hicieron pequeñas y las alegrías
se agrandaron!
A todos
los presentes y no presentes... hoy también se merecen una
felicitación, un aplauso y creo sin exagerar hasta un trofeo,
por habernos guiado, tolerado y corregido por tantos años,
por el amor invaluable que nos demostraron y porque para ser padre
no se estudia y el hecho de que nosotros estemos aquí, significa
que tienen la mejor y mas valiosa calificación... la de nosotros,
gracias papás.
Por último, creo que es imposible que alguno de nosotros
olvide a la Universidad Veracruzana, la cual en los últimos
años se convirtió en nuestro segundo hogar, cuyas
paredes nos recibieron como adolescentes y ahora, como jóvenes
adultos, nos arroja ya preparados al maravilloso mundo profesional.
Y fue
aquí donde, en nuestro proceso de maduración, sufrimos,
nos preocupamos pero también reímos y nos divertimos,
pero sobre todo recibimos la necesaria sabiduría de excelentes
catedráticos, para ahora así, salir al campo de batalla
con la confianza de que tenemos las armas necesarias para continuar
en el juego. ¡El juego de la vida!
Y como
decía Siddartha Gautama (Buda): Todos conocen el camino,
pocos son los que lo recorren así que, compañeros,
los reto a que lo recorramos.
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