Año 4 • No. 153 • septiembre 27 de 2004 Xalapa • Veracruz • México
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Reúnen en dos tomos obras de Sergio Pitol
Alma Espinosa


Sergio Pitol leyendo uno de sus sueños.

Para todos los amantes de la prosa del extraordinario escritor Sergio Pitol, el Fondo de Cultura Económica lanzó sus Obras reunidas en dos tomos, los cuales fueron presentados por el propio autor en la Feria Internacional del Libro Universitario (FILU) 2004.

El primer volumen de estas obras contiene las novelas El tañido de una flauta (1972) y Juegos florales (1982). Para referirse a este tomo, el escritor Mauricio Montiel comentó que las dos obras contenidas tienen en común que se centran en el fracaso, son inquisitivas y los personajes, además de no tener nombre, son viajeros y se ven envueltos en una tensión entre la ficción y la realidad.

En el segundo volumen están los textos El desfile del amor, Domar a la divina garza y La vida conyugal. Al trío lo describe una atinada cita de Pitol: “Es la terrible fuerza de la invención”, de acuerdo con lo expresado por Elizabeth Corral, otra de las presentadoras de la obra, quien comentó que la característica de estas obras es la jocosidad con la que fueron escritas por el autor, nacido en 1933 y radicado desde hace ya varios años en la capital del estado veracruzano.

La participación de Sergio Pitol fue todo un regalo para el público asistente al pabellón central del Recinto Ferial, pues dio lectura a un sueño que tuvo el 2 de julio de 1993. En el sueño Pitol se encuentra en una casa de campo en una región imprecisa de Italia, en la que mientras ofrece una cena vive una terrible angustia porque un estudiante y él mismo son sospechosos de un infanticidio.

Aquí, un fragmento del texto leído por Sergio Pitol en la presentación de sus Obras reunidas: “...Por la puerta de la cocina aparecen dos hombres y se colocan ante las otras dos ventanas. De repente el salón está lleno de hombres y mujeres vociferantes, entre ellos el jardinero y la cocinera. Llevan cuchillos, garrotes y cuerdas en las manos. Forman un círculo siniestro en torno de nosotros. El muchacho se levanta empavorecido, intenta huir y entre todos lo sujetan y lo sacan del lugar. Les explico a mis invitados los antecedentes, el niño asesinado, su descubrimiento.

”Insisto en que las pruebas apoyan definitivamente la inocencia del muchacho, no acabo de hablar cuando llega del huerto un grito atroz, todos permanecemos sobrecogidos, en silencio, la ejecución ha tenido lugar. La cocinera, el jardinero y un hombre al que desconozco hacen su aparición y sin decir palabras se retiran a la cocina. Hay sangre en sus manos y en su ropa.

”...La conversación iniciada con tanto brío va amortiguándose, los invitados se examinan, se escrutan, hacen preguntas capciosas, la sospecha de que en la mesa se encuentre el asesino de un niño se vuelve general. Me aterra que alguien pueda sospechar de mí, podría yo argüir todas las pruebas del mundo para certificar mi inocencia, pero ¿de qué servirían? También el estudiante tenía pruebas y ellas no lo libraron de ser ejecutado. Se intensifica la angustia… No logro despertar”.