Año 6 • No. 200 • noviembre 7 de 2005 Xalapa • Veracruz • México
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Estudiantes de Psicología detectan y atienden casos
Observan fuerte incremento en trastornos emocionales en niños
Carolina Cruz
Veracruz, Ver.- Estudios epidemiológicos indican que entre un 5 y un 15 por ciento de niños en edad escolar presentan trastornos mentales, y el índice de consultas médicas ha crecido en un 20 por ciento en los últimos años.

Dichos trastornos emocionales se manifiestan en conductas como agresividad, impulsividad, desobediencia, inquietud, falta de concentración y bajo rendimiento escolar, entre otras. Las quejas respecto del comportamiento del niño con los padres por parte de los maestros y de los maestros con los padres son mutuas y constantes.

En la Facultad de Psicología, 60 estudiantes participan en un programa de talleres y conferencias que se imparten en 10 escuelas primarias, una actividad de apoyo a la dimensión comunitaria del plan estratégico de transformación escolar, en conjunto con la inspección escolar número 17 y las direcciones de las escuelas. 

La tarea de los alumnos consiste en detectar trastornos infantiles que sean causa de bajo rendimiento escolar, y tratarlos mediante terapias y talleres para padres. Hasta ahora lo más común ha sido agresividad y violencia intrafamiliar.
Descartar daño orgánico, una disfunción cerebral mínima de tipo funcional o una afectación más grave, “es el primer paso que debe dar un psicólogo infantil cuando el niño llega a consulta”, señala María Eugenia Padilla Farias, directora de la Facultad de Psicología de la UV en Veracruz y psicóloga del Hospital General.

Hay muchos estudios para detectar un daño cerebral: el electroencefalograma es el más socorrido y recientemente la tomografía computarizada, que en caso de resultar positivos, los niños deben ser canalizados a psiquiatras o neurólogos. A los psicólogos “nos corresponde, desde la primera vez, identificar cuál es el caso desde la elaboración de la historia clínica personal y antecedentes patológicos familiares. Hay casos en que el trastorno se debe a sufrimiento fetal, problemas en el parto, hipoxias leves o incluso porque se les caen a los médicos al momento de nacer”.

Los trastornos infantiles pueden provocar alteraciones del lenguaje, sueño, desarrollo psicomotor, alimentación, psicosomáticos o del comportamiento. Pero aquellos cuya causa es emocional son fácilmente detectados cuando se estudia la configuración familiar: “es común que presenten síntomas como  aislamiento, agresividad, impulsividad, hiperactividad, tristeza, depresión, timidez extrema, etc. El incremento de los trastornos infantiles es notable, aunque no existen estadísticas confiables porque los padres no los reportan o suelen ignorarlos”. 

Un niño con ansiedad o angustia la revela de manera pasiva o de manera activa; en ambos casos los padres deben estar al pendiente de si la conducta de sus hijos es similar a la de otros niños o hay diferencias. En la mayoría de los casos, la causa proviene del hogar: familias disfuncionales, maltrato infantil, abuso sexual, alcoholismo en uno o ambos padres, padre muy autoritario y madre pasiva, violencia intrafamiliar.

La depresión y el trastorno por déficit de atención (TDA) son dos causas recurrentes de que la madre decida consultar al psicólogo: “hay mucha polémica aún sobre el TDA, se dice que es de origen neurobiológico y se caracteriza por el déficit de atención, impulsividad o hiperactividad excesiva o inapropiada para la edad del niño, dificultando su desarrollo, que puede llegar a agravarse en condiciones ambientales adversas. En dicha situación el papel del psicólogo es determinar las causas de ese comportamiento y si no hay daño orgánico tratarlo con psicoterapias”.

El niño hiperactivo no puede controlarse, ese comportamiento repercute en el rendimiento escolar, se caracteriza por una falta de concentración, impulsividad o hiperactividad excesiva o inapropiada: “estas características son normales en cualquier niño, pero en el caso de los niños con TDA se dan con mucha mayor intensidad y frecuencia”.

La mirada siempre se voltea hacia el hogar: muchas veces los padres no están conscientes de lo que significa tener un hijo, algunos no les prestan atención de calidad, crecen en manos de cuidadores o familiares: “los padres siempre han creído que un niño pequeño no se da cuenta de lo que sucede en el mundo cuando en realidad  la conducta del niño no es más que la respuesta de la conducta del adulto”.

Televisión, la más dañina
La televisión es el medio de comunicación que más se utiliza en el hogar: es una fuente de recreación pero también de formación de actitudes. Los niños aprenden imitando y lo que la televisión les refleja es mucha violencia. Si fuera sólo un medio de recreación, el niño no recurriría tanto a ella, pero la televisión le es impuesta por los padres, que así tienen mayor tiempo para ellos y sus pendientes, pero el verdadero problema es que los padres no están atentos a los programas y sus contenidos, y hay casos en que la televisión llega a ser la niñera del pequeño.

Según un estudio, en promedio los niños ven de 22 a 25 horas semanales de televisión. En los preescolares esa cifra llega a un promedio de 54 horas por semana, lo que significa de siete a ocho horas diarias. Para Padilla Farias, “ahí aprenden estereotipos raciales, culturales, sociales, familiares y sexuales”.

En muchas ocasiones, el primer encuentro de los niños con el dolor, el horror, el sufrimiento, la destrucción, las lesiones y el daño a personas, animales o cosas, es a través de la televisión, donde la mayoría de las caricaturas están cargadas de una franca violencia o conceptos de venganza.