Año 6 • No. 205 • diciembre 12 de 2005 Xalapa • Veracruz • México
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Edgar Onofre
El miércoles 7 de diciembre, el filósofo español Fernando Savater se incorporó al claustro académico de la Universidad Veracruzana por la vía más prestigiosa, el otorgamiento del Doctorado Honoris Causa, máximo reconocimiento que puede conceder nuestra Casa de Estudios. En la sesión solemne del Consejo Universitario General, celebrado en presencia del gobernador Fidel Herrera, el rector Raúl Arias Lovillo le impuso el grado y lo reconoció como un defensor radical e inteligente de la democracia como forma de vida social.
Al recibirlo, Savater destacó el sitio que ocupa nuestro país en su vida: “En México he compartido mucho, he hablado mucho, he bebido mucho y he amado un poco. Ha sido una época extraordinaria para mí: no entiendo mi vida sin México, así que sepan que este honor es para uno de los suyos, y más ahora que formo parte del claustro académico de esta distinguida Universidad Veracruzana”.
¡Bienvenido maestro!
No hay democracia mientras exista la miseria y la ignorancia, ambas excluyen al individuo del ejercicio democrático y deberían considerarse ilegales de la misma forma que la esclavitud, afirmó el filósofo español Fernando Savater durante la ceremonia en que la Universidad Veracruzana le otorgó el doctorado Honoris Causa, su máxima distinción académica.

En sesión solemne del Consejo Universitario General (CUG) celebrado el miércoles 7 de diciembre, Savater afirmó que la lucha contra la pobreza y la ignorancia no es cuestión de altruismo sino un elemento básico para la democracia y, como ejemplo, citó al economista canadiense John Kennet Galbraith: “Todas las democracias sienten miedo de la influencia de los ignorantes”. Sin embargo, explicó que por ignorancia debe entenderse aquella que impide expresar nuestras demandas con claridad, escuchar las demandas de los demás, valerse de la argumentación y la persuasión y aquella que no posee más información que la página deportiva de los diarios.
Ante consejeros universitarios encabezados por el rector Raúl Arias Lovillo, y en presencia del gobernador Fidel Herrera Beltrán, el filósofo se refirió a la situación latinoamericana y aseguró que América Latina «no necesita caudillos, sino buenos líderes políticos, pero es necesario salir de la ignorancia para no caer en manos de caudillos que fascinan».

“En la democracia, todos somos políticos. Los malos políticos son responsabilidad nuestra: los elegimos y no los revocamos. La costumbre es que los candidatos propongan, cuando somos nosotros quienes debemos proponer y exigir que se comprometan con nuestras necesidades”.
Añadió que en la democracia, la población tiende a evitar sus responsabilidades –“viajan de polizones en la sociedad”– y muestra pereza política, mientras otros toman las decisiones importantes. En este sentido explicó que existen dos tipos de pereza: la del optimista que piensa que el tiempo lo resolverá todo –»a pesar de que el tiempo no resuelve los problemas, acaso los pudre»– y la pereza del pesimista –»que goza de mayor prestigio»– que piensa que frente a las multinacionales, el capitalismo y el presidente [George] Bush nada podemos hacer y que todo está destinado al fracaso: “uno espera que el que larga este discurso inmediatamente se arroje por la ventana de un octavo piso, pero resulta que viven sus vidas normales”, ironizó.

Savater se autodefinió como un pesimista activo y en lucha contra el optimismo y el pesimismo irracionales: “si no hacemos lo que debemos, estaríamos peor; hay que hacerlas o arder en las llamas de cualquier incendio”. Criticó a “quien condena y no se mueve [para hacer algo]” por resultar absurdo y retomó El Poema del Mío Cid para advertir: “Debemos ser bocas con manos y mostrar a los jóvenes que muchas cosas se pueden hacer en la democracia”, aunque aclaró que la democracia “no es para echarse a dormir, es una herramienta para conocer y transformar la realidad”.

De la educación, una de las facetas más queridas por el filósofo, dijo que “no resuelve todos los problemas, pero en la solución de todos los problemas siempre interviene la educación en alguna medida”. Recordó su tarea docente de 30 años y dijo: “Lo que menos mal hago es ser maestro, pero no en el sentido honorífico, sino en el más simple, el de maestro de pueblo, porque entiendo la ignorancia –de la cual tengo mucha. Los sabios no son buenos maestros porque consideran la ignorancia como un insulto”.

Mostró su regocijo por la recepción del Doctorado Honoris Causa en México, país al que lleva 30 años afiliado. “En México he compartido mucho, he hablado mucho, he bebido mucho y he amado un poco. Ha sido una época extraordinaria para mí: no entiendo mi vida sin México, así que sepan que este honor es para uno de los suyos, y más ahora que formo parte del claustro académico de esta distinguida Universidad Veracruzana”.
Defensor radical e inteligente de la democracia:
Arias Lovillo
Como Octavio Paz en México y Mario Vargas Llosa en Perú, Fernando Savater ha sido en España un defensor radical e inteligente de la democracia como forma de vida social, aseguró el rector Raúl Arias Lovillo, durante la ceremonia en que se otorgó el grado de Doctor Honoris Causa al imprescindible pensador español.

“Lo ha sido en un país que tiene una enorme deuda con la democracia, luego de la larga noche del franquismo y de los delirios y las fantasías de nacionalismos fanáticos e intolerantes. Lo ha sido, entonces, en un campo minado para la democracia. Esto le confiere un significado y un valor especiales a su labor. El precio que como individuo ha debido pagar ha sido alto. No importa; más allá de los riesgos que ha debido correr, le queda, sin duda alguna, la satisfacción de ser consecuente con lo que cree y de expresar libremente lo que piensa. En eso radica precisamente la democracia”, afirmó Arias Lovillo.

Sin embargo, explicó que “salir en defensa de la democracia no ha sido tarea fácil. Por el contrario: las más de las veces se ha tratado de una tarea difícil, incomprendida, tratada injustamente y, en no pocos casos, como el que hoy aquí nos congrega, mucho más difícil si recordamos que la libertad de expresión es como la vida misma: expuesta en su rica variedad frente al fanatismo, que diría el propio Savater, monoteísta del nacionalismo que, por desgracia, no cesa en su empuje antiilustrado”.
Como en la mayoría de las veces, explicó, ha sido una labor a contracorriente que han tenido que asumir las minorías, “tan lúcidas como valientes, sí, pero también minorías atacadas, vilipendiadas e, incluso, asesinadas. Los obstáculos, las acechanzas, los riesgos que la construcción de la democracia ha tenido que sortear han sido también, toda proporción guardada, los obstáculos, las acechanzas, los riesgos que sus defensores han tenido que enfrentar. ¿Quienes han atacado a esas minorías –me pregunto- ya descubrieron el precio que ellos mismos han tenido que pagar por su dogmatismo, su sectarismo, su intolerancia?”.
Respecto a otro de los temas fundamentales para Savater, el Rector agregó: “A la luz de las experiencias históricas, sin embargo, una lección salta a la vista: no hay necesidades históricas; el progreso social no nos conduce, inevitablemente, a un fin imaginado, esperado o deseado. Las utopías no son; pueden ser, y pueden serlo a condición de que, como quería el poeta, sean acordes con la tradición y el genio de nuestros pueblos. La democracia, en cambio, ha sido, es y puede seguir siendo una realidad”.

Si tuviera que elegir entre el Savater filósofo profundo y esclarecedor, el ético que es al mismo tiempo un catedrático, el ensayista literario lúcido y agudo, el novelista y dramaturgo, el polemista de artículos periodísticos tan finos como acerados, “por supuesto, me quedo con todos. No en balde André Glucksmann lo llamó el Sartre español”.

Savater forma parte, dijo, de “esa destacada minoría de pensadores que en nuestros países (hablo de España y de América Latina) han tenido la visión, la claridad y el valor de salir en defensa de la democracia” y que hoy ocupan un lugar privilegiado en la filosofía de una “casa de estudios comprometida con una formación integral de sus estudiantes, con una formación que incluya, entre otras cosas, la educación en y a favor de la democracia, de su construcción, de su crítica reflexiva, de su plena realización”.

Arias Lovillo destacó el legado cultural que su obra representa para lectores, universitarios y seres humanos comprometidos con la construcción de un mundo cada vez más habitable y disfrutable, y el hecho de que una pequeña pero importante parte de su obra circule bajo el sello de nuestra casa de estudios (Apóstatas razonables, A decir verdad y el prólogo de La isla del tesoro de Stevenson).
Poner la sociedad al servicio del individuo, la convicción de Savater: Héctor Subirats
Poner la sociedad al servicio de los fines del individuo, “rescatándole de su sacrificio irrestricto y ciego” es convicción de Fernando Savater, aseguró el filósofo mexicano y representante de la UNAM en Madrid, Héctor Subirats, durante la semblanza que hizo de su homólogo español.

“Defensor incansable de los derechos humanos, es decir, de los derechos del individuo frente al absolutismo tribal, dicho para enojo de quienes disfrutan con el calor del establo”, Fernando fue para mí “alguien que dijera en mi lengua, por fin, todo lo que detestaba de la academia y de la verborrea seudoizquierdosa que padecía yo en una Facultad que más bien carecía de cualquier facultad”, explicó.
“Es un experto en transmitir con precisión y fluidez todo aquello que la pedantería académica convierte en palabrería hueca. Dicho de otra manera, Savater consigue que lo que parece sólo para iniciados vuelva a la polis contribuyendo a profundizar el diálogo público de los ciudadanos”.

Respecto de la obra y persona del filósofo, Subirats señaló: “Decía [George] Orwell que si la libertad significara algo, ha de ser el derecho de decirle a la gente lo que no quiere oír, y Savater lo decía y además lo escribía y lo sigue haciendo con una prosa clara, incisiva y siempre abierta a la ironía, en pocas palabras: era un insumiso dedicado a sacudir conciencias soñolientas”.

Subirats destacó que Savater, como natural heredero del filósofo Baruch Spinoza, opone a la prédica y la creencia, la vivencia de la insumisión; “frente a los tratadistas cuyos diplomas sólo prueban que poseen un diploma de limitación, aparece alguien que considera que filosofar es hacer de la curiosidad una virtud. La obra de Savater representa desde el principio, entre la grisura de los manualistas, la osadía de un pensamiento racionalista cuya ética se basa en la alegría y la vida, creyendo en un ser humano que pueda vencer las servidumbres a las que parece destinado”.

Héctor Subirats.

Una de sus cualidades es que su discurso está elaborado de manera que quienes no son especialistas puedan seguir sus argumentaciones, asentir o discrepar, rechazar o compartir las sospechas y las certezas que se comunican. El académico mexicano destacó la debilidad de Savater por lo políticamente incorrecto, en contraposición a “autores que uno ya no lee porque sabe de memoria por dónde van a salir”. A Savater “le sobran las banderas y no le basta una causa y quizás un aforismo de Lichtenberg lo defina: aunque mi filosofía tampoco descubra nada, al menos tiene suficiente corazón para considerar inexistente los pensamientos establecidos”.
A Savater le interesa la ética porque hace la vida humanamente aceptable, y la estética porque la hace humanamente deseable. “Hay quien lo critica por estar en demasiados frentes, pero el asunto es simplemente visceral»; resaltó su vocación por expresar razones que huyen del dogma como la peste, con una dosis gratificante de humor y con fascinación por los juegos de palabras».

Se refirió temas en los que Savater no transige: “Por ejemplo, en su defensa de la educación pública y laica, asunto no menor en tiempos donde la regresión religiosa avanza implacable y la educación pública es menospreciada por las elites en el poder”.