Año 6 • No. 215 • marzo 13 de 2006
Xalapa • Veracruz • México
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Exposición Viva la Reyna de México, en Houston
Byron Brauchli, gringo
entre guadalupanos peregrinose

Gina Sotelo

“Hace más de mil kilómetros y cuatro años que empecé a acompañar al club deportivo de Xalacingo en sus varios bici-peregrinajes. Para muchos xalacingueños, del ‘pueblo bicicletero’ como se le ha llamado en más de una ocasión a este lugar montañoso, el recorrido al cerro del Tepeyac o a Atempan, Puebla, no es más que una extensión de sus actividades cotidianas, tanto un rito de fe, como fe en el deporte”.

Esto dice Byron Brauchli, el extranjero que luego de años de acompañar a los peregrinos en su sinuosa travesía, pasar como ellos hambre y cansancio, luchar contra el inclemente clima y el peligro latente de ser envestido por los automovilistas, es ya uno de la tribu, un viajero que año tras año siente el llamado de la fe, la propia, la fe en el arte, su religión.

Viva la Reyna de México –sí, reyna con Y– es el testimonio gráfico del recorrido en bicicleta de Brauchli y miles de andariegos, que actualmente está siendo exhibido en el Foto Fest. Es en la Universidad de Houston donde el fotógrafo ha montado esta muestra que podrá ser apreciada en el Festival Junio Mes de la Fotografía, que se llevará a cabo en la Unidad de Servicios Bibliotecarios y de Información (USBI) en Boca del Río, Veracruz.

Sobre esta interminable aventura, Byron dice que de cierta manera la fe ha sido el nexo que tiene en común con ellos: “Yo también gozo mucho del ciclismo, y con mi fe en él y con mi fe en la foto y en las relaciones humanas que tengo en Xalacingo desde hace más de 20 años, emprendí devotamente este placentero quehacer”.

Así, año tras año las imágenes siempre son diferentes, lo son también los rostros, los momentos captados a manera de “pedazos de realidad”. Su integración con los habitantes de Xalacingo ha sido a paso lento pero más firme. Trata, en todo momento de ser respetuoso de las creencias de los demás, aunque no deja del todo de ser el “gabacho”: “Me ven como el ‘gringo’, pero no me puedo quitar las raíces de donde vengo”.

En su defensa, Byron subraya que en estos viajes no sólo él es el extranjero, el fuereño; lo son también todos los estudiantes –universitarios principalmente– de carreras como Antropología o Sociología quienes también se suman a esta fiesta que, de origen, no es tampoco de ellos: “Los jóvenes son extranjeros en el evento y hay de fe a fe, así que no somos muy distintos. Las fotos documentan los recorridos que he hecho. Son testimonios subjetivos de mi andar con ellos. Mi labor, es asimismo, un acto de indagación, de aprendizaje y de comprensión”.
Para Byron, entre desplazamientos y nuevas amistades, las fotos surgen como un intento concreto por comprender esa vida que no siempre es tan fácil ni perfecta ni idónea como se podría imaginar. Son, por otro lado, resultado de las jornadas de trabajo obligatorias: “Son las tripas de un desafortunado perro que no sobrevive el tránsito pesado del 11 de diciembre. Son el movimiento y cansancio de recorrer más de 300 kilómetros, o de convivir en el descanso de los ‘relax’ con los compañeros. Y son el intento de crear arte. Las impresiones juegan también con la realidad documental: tomadas con cámara de plástico de juguete e impresas en heliograbado sobre papel de algodón, nos alejan de la ‘verdad’ que solemos creer de una foto-documento”.
A la vez presentan otra realidad, la reacción distinta de un sujeto ante una cámara de juguete; una alternativa formal y estética a la realidad moderna en grabados estilo siglo XIX: “¿Qué tal si en vez de insistir que la foto sea realidad, o verosímil, la empujamos hacia otro extremo? Y así es y ha sido mi modo de ver la realidad”, expresó el fotógrafo.

Para el norteamericano, la fotografía es una extensión de la vida, una parte estética de presentar y representar lo que le pasa y nos pasa. Le gusta la foto documental y trata –en la medida de sus posibilidades– evitar ser subjetivo.

Algunas de sus tomas en sepia evocan una añoranza, un pasado que no acaba de irse, una mirada antigua: “Pero yo, como cualquier fotógrafo, pongo en mis tomas mis antecedentes. Sabes que las fotos del periódico no te dicen la ‘verdad’, no hay que creerlo todo, son puntos de vista”.

Fusionando lo rudimentario con lo moderno, Byron se apodera de técnicas tradicionales como el grabado con la manipulación digital, aunque –afirmó divertido– las computadoras no lo convencen del todo: “Es que cuando aprendes un programa, ya salió otro nuevo y tienes que volverlo a aprender todo”.

Poseedor de una forma de expresión más visual que verbal, al paso de los años, Byron se siente en ocasiones extranjero en casa. Cuando viaja a Colorado a visitar a sus padres, añora de México la comida y las actitudes de la gente.

Desilusionado de la “democracia” norteamericana, afirma que el ver el rumbo que ha tomado su propio terruño, le deja una profunda amargura: “Reconozco que allá todo funciona, pero sí me gustaría que la gente reflexionara más sobre el curso que están tomando sus vidas”.

Byron Brauchli, grabador y fotógrafo, se especializa en procesos fotográficos alternos y estudios visuales México-Estados Unidos. Es licenciado en Español y Artes Plásticas, Magna Cum Laude, por la Universidad de Colorado y Maestro en Artes Plásticas, por la Universidad de Texas en Austin. Ha sido profesor en diversas universidades como la Universidad de Texas, en Austin; la Texas State University; el Centro Integral de la Fotografía; el Centro de la Imagen, en México; el Centro Fotográfico “Manuel Álvarez Bravo”, en Oaxaca; entre otros.

Actualmente se desempeña como investigador del Instituto de Artes Plásticas de la Universidad Veracruzana donde se encarga del desarrollo del taller de Grabado.