Malparaíso,
el poemario más reciente de Malva Flores García, integrante
del Instituto de Investigaciones Lingüístico-Literarias,
(IIL-L) de la Universidad Veracruzana (UV), es un “interesantísimo
juego literario y de sentido, puesto que la aliteración induce
la transformación de la una en la otra. También el erotismo
adquiere un nuevo tono. Dulce, maduro”, así lo calificó
Efrén Ortiz Domínguez, director del IIL-L.
Como parte del ciclo “El poema y su escritura” organizado
por la Facultad de letras Españolas de la UV y el Instituto
Veracruzano de Cultura (IVEC), Efrén Ortiz aseveró que
el libro editado en el 2003 de Malva Flores, premio Nacional de Poesía
Aguascalientes 1999 y miembro del Sistema Nacional de Creadores desde
el 2000, está conformado por poemas de naturaleza evocadora.
El talento de la poetisa la ha llevado a ser mencionada en todo el
país y merecedora de reconocimientos y premios, como el Nacional
de Poesía Joven Elías Nandino por su primer poemario
Pasión de caza (1993), del que “Huye la luz” es
quizá el poema más contundente, una suerte de ensalmo,
de regodeo en lo oscuro femenino, en palabras de Ortiz Domínguez.
El reconocido amante y estudioso de la poesía calificó
el segundo poemario de Malva Flores, Ladera de las cosas vivas, como
una invitación a mirar la vida con nuevos ojos. “Los
espacios cerrados de pronto ceden paso al paisaje, a la contemplación
de espacios inundados por la luz”, expresó. Poeta:
la palabra arcaica
Antes de referirse a la obra y talento de Malva Flores, Efrén
Ortiz expuso a los asistentes al Salón Blanco de Humanidades,
que la palabra poeta es una palabra arcaica, como el término
profeta. “Evoca una realidad primigenia, original, en el cual
el nombre está ligado de manera inequívoca con las
cosas a que hace referencia.
De allí la necesidad de aprehenderla a través de un
lenguaje que es, en sí mismo, emoción, referencia
y evocación. Fruto de ese acto inspirador, el lenguaje poético
adviene imagen, re-presentación y re-creación de la
realidad”, definió.
Desde esta perspectiva, “la poesía deja de ser un inventario
de versitos, el despliegue de una simple y llana habilidad verbal
para convertirse en el eje a través del cual, en y por el
lenguaje, nos asomamos a la realidad creada y evocada por el acto
de creación”.
Agregó, en un sentido más amplio, que la poesía
es “en sí misma creación, porque se propone
deliberadamente subvertir el lenguaje mismo para proponernos nuevas
dimensiones en las estructuras lógica y sintáctica,
a fin de instaurar un nuevo sentido”.
Pero ¿para qué describir a la poesía como una
de las escasas palabras arcaicas que sobreviven a las transformaciones
de la historia y la cultura? Efrén Ortiz aclaró que
fue para “subrayar que constituye una de las únicas
vías con las que cuenta el sujeto para remontarse a sus orígenes.
Se lleva a cabo a través de la evocación, de la concatenación
siempre ilógica, siempre personal, de todo aquello que conforma
la región oscura de nuestras fantasías, recuerdos
o ensueños”.
Para concluir, señaló que el poeta es arqueólogo
de sí mismo: “remueve los escombros y hurga en ellos
para descubrir, para descubrirse, aunque no siempre, con el deseo
de conocerse interiormente y de alcanzar la plenitud” ¿Y
qué es lo que ha sucedido en el referente poético
de Malva Flores? Sin aventurar una respuesta, citó uno de
los versos de ésta: Ayer compré ese árbol enorme,
/ altísimo. / No sé cómo se llama, / desconozco
su especie, / sus costumbres. / Pero sé que me mira y sus
hojas avisan / que al fin me reconozco. |