“Tenemos
que aprender a ver el problema desde el punto de vista socioeconómico,
pues es evidente que el proceso de fragmentación de hábitat
está asociado a situaciones que pasan por lo económico
y lo social, porque la gente demanda el uso de la tierra; por lo
tanto, es necesario saber qué parte de la estructura socioeconómica
genera que la gente tenga tales o cuales prácticas, y con
la participación de disciplinas como la agro-ecología
se puede ver si hay una mejor manera de llevar a cabo ese tipo de
práctica”, dijo.
Con esto –sostuvo el investigador–, estaremos en condiciones
de no solamente detener este proceso nocivo para el medio ambiente,
sino revertirlo.
“Es muy cierto que en Veracruz hay una gran riqueza natural,
seguimos siendo uno de los tres estados más y mejor conservados
del país, pero esto hay que analizarlo desde la perspectiva
de en qué condiciones está el patrimonio que tenemos”,
afirmó el investigador.
Silva López manifestó que una iniciativa muy interesante
es que los expertos de ecología que hay en el estado den
su punto de vista y comparar así su visión con los
registros que se tienen en las diferentes dependencias de gobierno
que están trabajando en las áreas naturales, como
SEMARNAT o la Comisión Nacional del Agua.
El experto en conservación sostuvo que ante la situación,
los investigadores no pueden darse el lujo de hacer estudios de
largo plazo, “tenemos que sacrificar las hipótesis
robustas por hipótesis que sean más prácticas,
pero no ingenuas; necesitamos hipótesis operativas que nos
permitan obtener el mejor resultado en el menos tiempo posible y
tratar de diseminar el conocimiento lo más rápido
que se pueda para que el objetivo de conservación se lleve
a cabo”.
¿Qué
es la fragmentación del hábitat?
Como resultado del impacto de las actividades del ser humano, zonas
boscosas, selváticas, de playa o desérticas se han
visto reducidas en extensión y muchas veces esto las ha transformado
ya no en zonas continuas, sino en fragmentos.
“Con esto, las especies que antes disfrutaban de un ambiente
natural sin alteraciones, de pronto ven restringido en área
su ambiente y en lugar de tener cientos de hectáreas para
hacer sus actividades cotidianas, sólo cuentan con una extensión
reducida”, explicó Silva López.
El investigador dijo que las especies “encerradas” en
esos fragmentos ya no tienen la posibilidad de intercambiar individuos
entre grupos y eso reduce las posibilidades de reproducción,
y a la larga pueden sufrir problemas de tipo genético.
“Además, si el fragmento está muy deteriorado,
no habrá suficiente alimento para las especies, y eso podría
generar problemas nutricionales que también ocasionarían
consecuencias de tipo orgánico”.
Silva López sostuvo que si un fragmento es muy reducido,
el impacto que proviene del exterior –en términos de
viento, de exceso de lluvia o de mucho sol– ocasiona un cambio
en el régimen hídrico de las plantas, que con esas
nuevas condiciones presentan una mayor desecación, caída
de hojas y eventualmente muchos árboles terminan por podrirse
y caer al piso.
“No es raro que un fragmento esté rodeado por mucha
vegetación caída a consecuencia de estos factores.
Lo que ocasiona que el fragmento cada vez se vaya reduciendo más”.
El investigador explicó que lo que es fragmento reducido
para una especie puede no serlo para otra; por ejemplo, para algunas
aves muy pequeñas, un fragmento de 10 hectáreas puede
ser un hábitat suficiente para que varias generaciones se
desarrollen con normalidad, pero para las aves de rapiña
o algunos mamíferos, podría ser insuficiente.
“Los tapires, por ejemplo, son una especie que depende mucho
de que las zonas interiores de las selvas se conserven, ya que ahí
se dan las condiciones de humedad que permiten el crecimiento de
las plantas que son su alimento”, destacó.
La
conservación
A nivel de conservación, el reto primordial que ofrecen estos
fenómenos es dilucidar qué está provocando
la fragmentación, y buscar detener esa causa; por ejemplo,
en una zona agrícola que ha reducido la vegetación
extensa a pequeñas zonas cerca de los cultivos, lo que habría
que buscar son las formas de manejo más apropiadas para tratar
de detener el efecto de las actividades agrícolas.
“Por ejemplo, cerca de Antón Lizardo hay personas que
utilizan cercas vivas para delimitar sus potreros, y en esas cercas
tienen hasta 40 especies de árboles que las hace parecer
un bosque. Entonces los árboles no solamente sirven de postes
para las cercas, sino que dan frutos que le sirven a la gente, además
de que producen leña. Por lo tanto en la cerca misma hay
una opción de ingreso para las personas y al mismo tiempo
ayudan a que las condiciones del medio ambiente sean mejores”,
puntualizó. |