Año 6 • No. 234 • agosto 21 de 2006 Xalapa • Veracruz • México
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Necesario conjuntar socioeconomía y ecología para frenar destrucción del hábitat

Juan Carlos Plata
Veracruz sigue siendo un estado muy conservado, pero hay que diagnosticar la salud de los recursos con los que contamos: Gilberto Silva López, investigador de la UV
Para detener la destrucción de las grandes zonas de hábitat naturales de la entidad, e incluso para revertir los daños que ya presentan –como la fragmentación–, es necesario un análisis amplio, que no solamente se ciña a parámetros ecológicos sino que tome en cuenta las condiciones socioeconómicas que se tienen en Veracruz, aseguró el investigador del Instituto de Ciencias Biológicas de la Universidad Veracruzana (UV), Gilberto Silva López.

Gilberto Silva López, investigador del Instituto de de Ciencias Biológicas de la UV.

“Tenemos que aprender a ver el problema desde el punto de vista socioeconómico, pues es evidente que el proceso de fragmentación de hábitat está asociado a situaciones que pasan por lo económico y lo social, porque la gente demanda el uso de la tierra; por lo tanto, es necesario saber qué parte de la estructura socioeconómica genera que la gente tenga tales o cuales prácticas, y con la participación de disciplinas como la agro-ecología se puede ver si hay una mejor manera de llevar a cabo ese tipo de práctica”, dijo.

Con esto –sostuvo el investigador–, estaremos en condiciones de no solamente detener este proceso nocivo para el medio ambiente, sino revertirlo.

“Es muy cierto que en Veracruz hay una gran riqueza natural, seguimos siendo uno de los tres estados más y mejor conservados del país, pero esto hay que analizarlo desde la perspectiva de en qué condiciones está el patrimonio que tenemos”, afirmó el investigador.

Silva López manifestó que una iniciativa muy interesante es que los expertos de ecología que hay en el estado den su punto de vista y comparar así su visión con los registros que se tienen en las diferentes dependencias de gobierno que están trabajando en las áreas naturales, como SEMARNAT o la Comisión Nacional del Agua.

El experto en conservación sostuvo que ante la situación, los investigadores no pueden darse el lujo de hacer estudios de largo plazo, “tenemos que sacrificar las hipótesis robustas por hipótesis que sean más prácticas, pero no ingenuas; necesitamos hipótesis operativas que nos permitan obtener el mejor resultado en el menos tiempo posible y tratar de diseminar el conocimiento lo más rápido que se pueda para que el objetivo de conservación se lleve a cabo”.

¿Qué es la fragmentación del hábitat?
Como resultado del impacto de las actividades del ser humano, zonas boscosas, selváticas, de playa o desérticas se han visto reducidas en extensión y muchas veces esto las ha transformado ya no en zonas continuas, sino en fragmentos.
“Con esto, las especies que antes disfrutaban de un ambiente natural sin alteraciones, de pronto ven restringido en área su ambiente y en lugar de tener cientos de hectáreas para hacer sus actividades cotidianas, sólo cuentan con una extensión reducida”, explicó Silva López.

El investigador dijo que las especies “encerradas” en esos fragmentos ya no tienen la posibilidad de intercambiar individuos entre grupos y eso reduce las posibilidades de reproducción, y a la larga pueden sufrir problemas de tipo genético.

“Además, si el fragmento está muy deteriorado, no habrá suficiente alimento para las especies, y eso podría generar problemas nutricionales que también ocasionarían consecuencias de tipo orgánico”.

Silva López sostuvo que si un fragmento es muy reducido, el impacto que proviene del exterior –en términos de viento, de exceso de lluvia o de mucho sol– ocasiona un cambio en el régimen hídrico de las plantas, que con esas nuevas condiciones presentan una mayor desecación, caída de hojas y eventualmente muchos árboles terminan por podrirse y caer al piso.

“No es raro que un fragmento esté rodeado por mucha vegetación caída a consecuencia de estos factores. Lo que ocasiona que el fragmento cada vez se vaya reduciendo más”.

El investigador explicó que lo que es fragmento reducido para una especie puede no serlo para otra; por ejemplo, para algunas aves muy pequeñas, un fragmento de 10 hectáreas puede ser un hábitat suficiente para que varias generaciones se desarrollen con normalidad, pero para las aves de rapiña o algunos mamíferos, podría ser insuficiente.

“Los tapires, por ejemplo, son una especie que depende mucho de que las zonas interiores de las selvas se conserven, ya que ahí se dan las condiciones de humedad que permiten el crecimiento de las plantas que son su alimento”, destacó.

La conservación
A nivel de conservación, el reto primordial que ofrecen estos fenómenos es dilucidar qué está provocando la fragmentación, y buscar detener esa causa; por ejemplo, en una zona agrícola que ha reducido la vegetación extensa a pequeñas zonas cerca de los cultivos, lo que habría que buscar son las formas de manejo más apropiadas para tratar de detener el efecto de las actividades agrícolas.

“Por ejemplo, cerca de Antón Lizardo hay personas que utilizan cercas vivas para delimitar sus potreros, y en esas cercas tienen hasta 40 especies de árboles que las hace parecer un bosque. Entonces los árboles no solamente sirven de postes para las cercas, sino que dan frutos que le sirven a la gente, además de que producen leña. Por lo tanto en la cerca misma hay una opción de ingreso para las personas y al mismo tiempo ayudan a que las condiciones del medio ambiente sean mejores”, puntualizó.