Año 6 • No. 240 • Octubre 2 de 2006 Xalapa • Veracruz • México
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Escúchame ahora…
que puedo hablarte
Eduardo Villa Molina *
Escuela de Bachilleres Ricardo Flores Magón,
Quinto semestre, grupo D.

Los rayos del sol se han postrado sobre mí como cada día, despierto a una realidad que pensé nunca llegaría. Un vacío enorme consume mi alma, no soy la misma de hace años cuando apacigüé el calor insoportable que había en el medio que te rodea.

Ya no puedo sentirme diosa, disfruté cuando fui la más primorosa, la que por todos era venerada. Qué tiempos aquellos. En mi nombre los hombres morían, me brindaban las flores más hermosas, ofrendas de toda clase: bailes, ritos, cantos.

Recuerdo que también fui pureza. Gracias a mí el creador hecho hombre fue santificado y ese mismo hombre me transformó en un vino excitante.

Fui cuna para grandes ciudades. Puedo ser intempestuosa y de pronto tornarme tranquila, soy capaz de ser frágil y de igual forma puedo ser rígida. He sido inspiración de grandes escritores. Gabriela Mistral, José Gorostiza y Federico García Lorca, por mencionar algunos, me dedicaron las más hermosas palabras que haya podido recibir. Tantos recuerdos que mi mente abriga, tantas experiencias que he tenido en esta vida, sin embargo, me siento diferente, alguien me ha dañado. ¿Quién?

La respuesta me hace sufrir. Tú lo has hecho. Tú, con las acciones de cada día, al no cuidarme de desechos, de impurezas, de lo que me daña. Por el contrario, en mí arrojas lo que no quieres, tus desperdicios me atacan y empobrecen mi esencia. Estoy envenenada, sucia, inmunda.

Alto, no más, es hora que tomes conciencia, me hieres, me lastimas, el dolor se incrementa en el fondo de mi espíritu, siente por mí clemencia, por esta insignificante que para ti no vale nada.

Protégeme de todo aquel que quiera hacerme daño, sé que tú ya no me harás sufrir, a partir de este mensaje vas a valorarme. Ahora me tienes, quizá después no sea así, cuando desaparezca por completo te sentirás solo, añorarás mi presencia. Y me iré, creeme, sino me cuidas me iré, no es mi deseo pero estoy dejando de existir. Protégeme como si cuidaras lo más sagrado, ámame como si nunca hubieras amado, purifícame como un día te purifiqué a ti también. No seas verdugo de tu descendencia, es preciso que ellos sepan de mí y los complaceré como fiel sierva. Ellos me necesitarán, más que nunca, cuando todo se torne escaso, por ello no debes permitir mi ausencia.

Me cuidarás, lo sé. Mientras tanto te doy un consejo, espero que lo sigas: si me quieres sentir soy la suave brisa; si me pruebas seré alivio; si me miras seré elegancia; si me quieres oler busca por mí en la tierra; si me quieres oír, acércate a una cascada; si piensas que no estoy en ti, sólo deja escapar una lágrima. Recuérdame, que simplemente soy: el agua.

*Ganador del primer lugar en el concurso literario para bachilleres “El agua y la vida”, celebrado en la Feria Internacional del Libro Universitario 2006