Año 6 • No. 246 • noviembre 13 de 2006 Xalapa • Veracruz • México
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  Instituto de Antropología UV:
20 años al rescate de tradiciones mexicanas
Dunia Salas Rivera

Como cada año, pan, chocolate, tamales e incienso marcan la convivencia de vivos y muertos
Considerada por la UNESCO como uno de los ejemplos más relevantes del patrimonio vivo de México y del mundo, así como una de las expresiones culturales más antiguas y de mayor plenitud de los grupos indígenas que actualmente habitan en nuestro país, la festividad del Día de Muertos une el pasado ancestral del pueblo mexicano y su presente sincrético manifestado de diversas formas culturales.

Como cada noviembre desde hace 20 años en el Instituto de Antropología (IA) de la Universidad Veracruzana (UV) los aromas del pan, el chocolate, los tamales y el incienso indican cuál es el camino que las almas de nuestros antepasados deben seguir para convivir juntos vivos y muertos. Reminiscencias de los pueblos prehispánicos que habitan en el estado de Veracruz –náhuatl, huasteco, tepehua, otomí, totonaca, zapoteco, popoluca, mixe, chinanteco, mazateco, maya zoque y mixteco– se dejan ver en los altares que los vivos ofrecen a sus muertos.

Héctor Cuevas Fernández, director del IA, explicó que la colocación de altares en la dependencia universitaria es un trabajo que busca rescatar nuestros valores culturales: “Las investigaciones antropológicas que se hacen en campo retomando las tradiciones, costumbres y el modo de vida de las comunidades tienen el objetivo de que no las olvidemos, porque estamos viviendo tiempos en que la globalización está haciendo que la gente olvide nuestras raíces”.

Pugnar por el rescate de nuestras tradiciones, desde el aspecto antropológico, arqueológico, social y lingüístico es una labor que el IA se ha impuesto desde hace muchos años: “Conservar nuestras tradiciones y rescatar lo nuestro, lo más puro que se pueda, es conservar nuestra identidad, la cual proviene de la época prehispánica. En el instituto buscamos rescatarlas y difundirlas a todo el mundo”.

En este sentido, la investigadora del IA, María de Lourdes Beauregard García, dijo que nuestra celebración de Día de Muertos es, realmente, una reminiscencia de lo que se hacía en la época prehispánica: “Seis de los meses del año se dedicaban a los muertos, cada uno ‘de los chiquitos’, de los grandes, de los ahogados, de las mujeres muertas en el parto, de los no nacidos. Cuando llegaron los españoles se hizo un sincretismo con la celebración de los europeos, donde el papa Gregorio IV había instituido que se festejara a los muertos el 1 y 2 de noviembre”.

Beauregard García explicó que los europeos no festejaban sino a los Fieles Difuntos, aquellos que habían muerto en las catacumbas: “Cuando llegaron a nuestras tierras, donde se celebraba a la cosecha y a los muertos grandes, más o menos por la misma fecha, los sacerdotes trataron de que no se hiciera nada porque decían que nuestra festividad era una ofrenda al demonio, pero como no lo pudieron evitar, lo único que les quedó fue resumir en tres o cuatro días la festividad que teníamos durante varios meses”.

La investigadora del IA agregó que no sólo se rendía culto a las personas: “En Coatepec se le ponía una tortilla y un cazo de agua a las almas de los perros. A éstos se les veneraba el primer día, ya después venían todos los demás: los del limbo, los ahogados, los matados, etcétera. Todo esto es lo que vemos reflejado en nuestros altares”.

Nueve escalones para llegar al Mictlán
En la zona de Naolinco se hacen dos tipos de altares, a uno le colocan un arco y al otro, nueves escalones. En la época prehispánica, para llegar al Mictlán el común de la gente tenía que atravesar nueve cielos, que están representados con los nueve escalones que ponen en el altar.

Actualmente, en la zona semiárida de Carrizal y otros pueblos circunvecinos, cuando una persona muere, al cabo de año o durante los nueve días de rezos se les pone un altar con nueve escalones que indican el camino para llegar al inframundo, donde está el Mictlan.

Entre los totonacos se considera que cuando una persona muere puede entrar al inframundo por una cueva. El arco de flores de cempasúchil representa la entrada al inframundo.

El eterno descanso de las almas
En la sierra de Papantla, los habitantes de Zozocolco colocan un gran arco en sus altares, para ellos esto significa la entrada al cielo. El papel de china toma forma de una bóveda, que es la casa donde uno habita. Cuando las cadenas de papel se mueven es que los muertos han llegado. El mole, los tamales, la cerveza y la fruta de la región adornan el altar y satisfacen el hambre de los difuntos que visitan los altares.

Al iniciar la festividad de Todos Santos se reúnen varios jóvenes para hacer globos aerostáticos que dejan volar y van correteando; al caer los vuelven a tomar; ésta es señal de que las almas están con ellos, los dejan ir y los globos regresan. Al final de la festividad, el 2 de noviembre, los encienden y ahora sí los dejan ir. Esto representan a las almas que van a tomar su eterno descanso.