Año 6 • No. 246 • noviembre 13 de 2006 Xalapa • Veracruz • México
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La educación no es sólo
cerebro, también emociones
Dunia Salas Rivera
Basado en la teoría del filósofo Edgar Morin, el académico de la UAM, Luis Porter, propone integrar la actividad cerebral con la corporal para tener un mejor aprendizaje

Basado en la teoría de la complejidad, desarrollada por el filósofo y humanista francés Edgar Morin, que concibe al mundo como un tejido de eventos, acciones, interacciones, determinaciones y azares, el académico de la Universidad Autónoma de México (UAM), Luis Porter, propuso pensar a la educación dentro de esta totalidad en contra de la forma en que nos enseñan a ver el mundo, que es en parcelas.

Durante su participación en el Encuentro Complejidad y otras alternativas de educación, organizado por el Instituto de Investigaciones y Estudios Superiores Económicos y Sociales de la Universidad Veracruzana (IIESES-UV), Porter conminó a hacer un esfuerzo por integrar todas las parcelas, es decir, la complejidad de todas las visiones, y de esta forma “asumiríamos lo complejo del mundo, pero lo veríamos en una dimensión más realista”.

Luis Porter aseguró que, en México, lo ideal sería un tipo de educación en la que no dividiéramos lo que hacemos con el cuerpo de lo que hacemos con el cerebro.

Luis Porter dijo que el educador que sigue la teoría de la complejidad, en vez de ver al estudiante sólo como una mente, se va a preocupar por ésta y por todo su cuerpo: “Hay que pensar por qué en la escuela el estudiante está sentado frente al pizarrón utilizando sólo su cerebro, cuando en realidad éste tiene mucha relación con el cuerpo, en el sentido de que hay emociones, movimiento, ritmo y sensibilidad, que son complementarias a su educación”.

Subjetividad y dispersión
Según esboza esta teoría, el pensamiento complejo responde desde el interior del sujeto a la fragmentación y dispersión de conocimientos que devienen del actual contexto que globaliza y al mismo tiempo fragmenta. Así, el especialista en planeación y evaluación educativa señaló que lo ideal sería un tipo de educación en donde no dividiéramos lo que hacemos con el cuerpo de lo que se hace con el cerebro, porque generalmente éste se queda quieto y la mente es la única que trabaja.

La clave está, precisó, en que si un alumno tiene alguna destreza, el maestro no tiene por qué ignorarla, sino relacionar la actividad educativa con su capacidad de dibujar, de ritmos, de movimiento estético: “Todas las destrezas corporales tienen que ver entre sí, no importa en qué campo se esté. Entonces, una manera de asumir la complejidad del ser humano es incorporar sus sentidos y todas sus herramientas, no solamente su mente”.

El pensamiento complejo reclama un esfuerzo para unir y mezclar la dispersión de nuestro saber vivir y de nuestra capacidad de comprensión que domina al mundo actual. En este sentido, Porter Galetar comentó que así como la mente no es completa sin el cuerpo, la teoría tampoco lo es sin la acción. En su experiencia como docente realiza ejercicios que se salen de las expectativas de sus alumnos y que tienen que ver con la sensibilidad de los jóvenes.

“Por ejemplo, les pido que describan lo que en la vida más les produce emoción y alerta sus sentidos. A partir de eso analizamos qué significa todo aquello que a la persona le produce placer, luego lo convertimos en una metáfora y nos preguntamos qué simboliza, y a partir de esas actividades privadas y personales descubrimos cosas que nunca habíamos pensado relacionar con la universidad”, narró el investigador.

Esto, además, ayuda a que la persona se conozca más a sí misma y a que empiece a relacionar sus placeres con sus estudios, algo que generalmente la gente no hace porque no se utiliza todas las herramientas del cuerpo aparte de las del cerebro: “Cuando uno manifiesta una expresión de tipo corporal, el cerebro está jugando un papel, pero no está pensando en la teoría, más bien el sujeto está concentrado en sus sentidos”.