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La
educación no es sólo
cerebro, también emociones
Dunia Salas Rivera |
Basado
en la teoría del filósofo Edgar Morin, el académico
de la UAM, Luis Porter, propone integrar la actividad cerebral con
la corporal para tener un mejor aprendizaje Basado
en la teoría de la complejidad, desarrollada por el filósofo
y humanista francés Edgar Morin, que concibe al mundo como
un tejido de eventos, acciones, interacciones, determinaciones y
azares, el académico de la Universidad Autónoma de
México (UAM), Luis Porter, propuso pensar a la educación
dentro de esta totalidad en contra de la forma en que nos enseñan
a ver el mundo, que es en parcelas.
Durante
su participación en el Encuentro Complejidad y otras alternativas
de educación, organizado por el Instituto de Investigaciones
y Estudios Superiores Económicos y Sociales de la Universidad
Veracruzana (IIESES-UV), Porter conminó a hacer un esfuerzo
por integrar todas las parcelas, es decir, la complejidad de todas
las visiones, y de esta forma “asumiríamos lo complejo
del mundo, pero lo veríamos en una dimensión más
realista”. |

Luis
Porter aseguró que, en México, lo ideal sería
un tipo de educación en la que no dividiéramos lo
que hacemos con el cuerpo de lo que hacemos con el cerebro.
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Luis
Porter dijo que el educador que sigue la teoría de la complejidad,
en vez de ver al estudiante sólo como una mente, se va a preocupar
por ésta y por todo su cuerpo: “Hay que pensar por qué
en la escuela el estudiante está sentado frente al pizarrón
utilizando sólo su cerebro, cuando en realidad éste
tiene mucha relación con el cuerpo, en el sentido de que hay
emociones, movimiento, ritmo y sensibilidad, que son complementarias
a su educación”. Subjetividad
y dispersión
Según esboza esta teoría, el pensamiento complejo
responde desde el interior del sujeto a la fragmentación
y dispersión de conocimientos que devienen del actual contexto
que globaliza y al mismo tiempo fragmenta. Así, el especialista
en planeación y evaluación educativa señaló
que lo ideal sería un tipo de educación en donde no
dividiéramos lo que hacemos con el cuerpo de lo que se hace
con el cerebro, porque generalmente éste se queda quieto
y la mente es la única que trabaja.
La clave está, precisó, en que si un alumno tiene
alguna destreza, el maestro no tiene por qué ignorarla, sino
relacionar la actividad educativa con su capacidad de dibujar, de
ritmos, de movimiento estético: “Todas las destrezas
corporales tienen que ver entre sí, no importa en qué
campo se esté. Entonces, una manera de asumir la complejidad
del ser humano es incorporar sus sentidos y todas sus herramientas,
no solamente su mente”.
El pensamiento complejo reclama un esfuerzo para unir y mezclar
la dispersión de nuestro saber vivir y de nuestra capacidad
de comprensión que domina al mundo actual. En este sentido,
Porter Galetar comentó que así como la mente no es
completa sin el cuerpo, la teoría tampoco lo es sin la acción.
En su experiencia como docente realiza ejercicios que se salen de
las expectativas de sus alumnos y que tienen que ver con la sensibilidad
de los jóvenes.
“Por ejemplo, les pido que describan lo que en la vida más
les produce emoción y alerta sus sentidos. A partir de eso
analizamos qué significa todo aquello que a la persona le
produce placer, luego lo convertimos en una metáfora y nos
preguntamos qué simboliza, y a partir de esas actividades
privadas y personales descubrimos cosas que nunca habíamos
pensado relacionar con la universidad”, narró el investigador.
Esto, además, ayuda a que la persona se conozca más
a sí misma y a que empiece a relacionar sus placeres con
sus estudios, algo que generalmente la gente no hace porque no se
utiliza todas las herramientas del cuerpo aparte de las del cerebro:
“Cuando uno manifiesta una expresión de tipo corporal,
el cerebro está jugando un papel, pero no está pensando
en la teoría, más bien el sujeto está concentrado
en sus sentidos”. |
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