Año 6 • No. 250 • diciembre 11 de 2006 Xalapa • Veracruz • México
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Regresó al MAX la cabeza colosal 4

Gina Sotelo • Fotos: Luisa Dorbecker
• De 20 toneladas de peso, es pequeña comparada con el resto, pero se dice que tiene la proporción áurea, considerada en el arte occidental la estética perfecta
Después de un año de ausencia, un habitante del país del hule de más de tres mil años de edad regresó la semana pasada al Museo de Antropología de Xalapa (MAX).

Proveniente de San Francisco, California, en los Estados Unidos, regresó a nuestro país en un vuelo que llegó con retraso. “Así son los aviones de carga”, comentó a la reportera el guardia del MAX, en medio del frío y la bruma de la medianoche xalapeña. En ese momento, el coloso aún estaba en camino desde la Ciudad de México, custodiado por fuertes medidas de seguridad, entre ellas la Policía Federal de Caminos, y no llegaría sino hacia las tres de la mañana del sábado.

Al clarear el sábado, tras las rejas perimetrales del MAX, y en medio de una exuberante flora, se divisaron dos enormes camiones: en uno, una plancha transportaba, cubierta y muy bien amarrada, un impresionante cubo, mientras en un tráiler llegaban una docena de hombres fornidos y el equipo mecánico que trataría de hacer menos pesada la maniobra.

Dos días enteros con jornadas de casi doce horas de trabajo continuo, con tiempo apenas para comer e hidratarse, es lo que llevó al grupo de hombres el colocar la Cabeza Colosal número cuatro en su sitio, tras sacarla del enorme contenedor en el que regresó sin un rasguño, y después de casi un año de ausencia, la Cabeza Colosal 4 que durante ese lapso engalanó la entrada del Museo New Young de San Francisco.
Regresar la cabeza a su base, tarea de titanes 

“Cuando intenta uno mover un monolito de estas proporciones, nos damos cuenta que ellos lo hicieron una y otra vez. Y ahora, aunque contamos con toda la tecnología moderna, nos cuesta mucho trabajo”, explica la curadora del MAX, Maura Ordóñez Valenzuela, quien estuvo pendiente de que la escultura fuera tratada con la delicadeza y cuidado que requiere.

La imagen de traslado es paradójica. Los hombres de casco amarillo, fajas y guantes lucen inofensivos frente a la tarea que les espera: llevar la voluminosa caja a través del sótano del Museo hasta la sala Olmeca; no son en realidad muchos metros, pero estimando las toneladas por arrastrar sin causar daño al piso de mármol y sin forzar el gran paquete, se antoja todo un reto.

Córdova Plaza es la compañía que, además de embalar, traslada no sólo piezas arqueológicas sino también obras de arte. Fueron ellos los responsables de trasladar hace un año la sorprendente colección egipcia que fascinó a los metropolitanos y a los cientos y cientos de visitantes que acudieron al llamado de los dioses milenarios.

Con rampas, poleas, grúas, cadenas, “tortugas” y demás herramientas, comienzan la faena que ese primer día terminaría a las nueve de la noche. Para el sábado, y ya en su sala, aún falta lo mejor: construir una estructura que rodea la caja. Por fin es hora de abrirla.

El rostro del gran olmeca aparece cubierto y totalmente fijo con bandas, lo que evitó que durante el viaje tuviera movimiento alguno. Es momento de rodear el monolito con fuertes cuerdas y a través de grúas y poleas comenzar a levantarla, poco a poco y con mucha precisión hasta depositarla en su sitio.

Luego de horas de esfuerzos, la cabeza es levantada del piso: ¿Qué pasaría si el metal cediera ante la potencia de la roca? ¿Serán las cadenas lo suficientemente fuertes para aguantar más de cinco toneladas de piedra maciza?.

Coordinados por Daniel Rodríguez los hombres logran al fin dejar la cabeza en su sitio, no sin antes pedir la foto del recuerdo: “No sabemos cuándo viajará otra pieza de estas dimensiones”, dicen satisfechos. Empieza a obscurecer, es removido del gran olmeca el suave algodón que cubre su rostro. Valió la pena la espera.

Luego de un año de ausencia, el regreso.

La valiosa carga pesa alrededor de 20 toneladas.

Una docena de personas trabajaron en la reinstalación.

La tarea exigía no dañar el piso ni el mobiliario del MAX.

Los trabajadores desmantelan el embalaje.

la Cabeza lista para ser colocada.
La única pieza que faltaba

Hoy el MAX representa un gran motivo de orgullo, no solo para el Estado, sino para todo el País y es que en este momento están bajo su resguardo absolutamente todas las piezas que conforman el Museo de Antropología de Xalapa.

La ultima pieza que faltaba que era la cabeza colosal número 4 que desde enero fue prestada al museo New Young de San Francisco, California, en reciprocidad a la exposición del escultor Henry Moore, que a su vez fue prestada al MAX hace dos años, intercambio satisfactorio y conveniente para ambos museos y sus visitantes.

Custodiada por el antropólogo Sergio Vázquez Zárate la monumental cabeza fue situada en la entrada principal del museo tras una remodelación; ahora descansa orgullosa en su pedestal de cantera rosa. Cabe mencionar –según explica la directora del MAX– que el hecho de tener todas las piezas arqueológicas correspondientes a la colección permanente del recinto es un asunto político a nivel federal.

Tras el cambio de gobierno del pasado 1 de diciembre, se procuró que todas las exposiciones fuera de nuestro país regresaran antes de esa fecha, para iniciar un sexenio con todo el patrimonio que es federal en nuestro territorio:
“Con esta cabeza estamos completos. En el mundo hubo muchas exposiciones este año con nuestras piezas, las cuales viajaron a Brasil, Chile, San Francisco, Los Ángeles, Dalas, Nueva York y China. Además de las piezas que prestamos al interior del país como a Querétaro o Monterrey”, explica la doctora Ladrón de Guevara.

Así que aquí hay motivos suficientes para visitar una vez más el MAX, conocer a la cabeza viajera y de haberla visto antes, darle la bienvenida a casa, sana y salva. Descansa orgullosa en su pequeño estrado, observando a quienes la observan –propios y extraños– pero que juntos coinciden en que las cabezas colosales son un vivo ejemplo de la maestría y el refinamiento de los antiguos habitantes de este Veracruz nuestro.

Los últimos centímetros.

Ultimando detalles.

Fueza y precisión, indispensables.

Terminada la colocación.
Cabeza colosal 4: estéticamente,
la cabeza perfecta


Al apreciar de cerca la interesante maniobra que significa el movimiento de una cabeza colosal, salta a la mente el recuerdo de que estas piezas las movían y traían en inmensos bloques de piedra en bruto desde una distancia de por lo menos 60 kilómetros, en San Lorenzo Tenochtitlán, donde están los yacimientos de cantera más cercanos.

Considerando que fueron esculpidas cuando no se contaba con herramientas de metal, no queda más que coincidir en que los olmecas contaban con un alto desarrollo tecnológico que optimizaba los recursos que tenían a la mano. Se piensa que éstas fueron talladas con otras rocas, pulimentadas con arena y transportadas con troncos y cuerdas por cientos de hombres.

“La cabeza colosal 4 no es de las más grandes, es quizá de las más ligeras y pequeñas que tenemos, aunque seguimos hablando de toneladas de peso”, explica Ladrón de Guevara.

Tiene adornos de cuerdas en su casco, presenta la parte posterior plana, como si la roca volcánica utilizada hubiese sido tomada de otro monumento pétreo cuya materia prima se recicló. El tocado consiste en una triple borla del lado derecho de la cabeza, que cubre un atado de cuatro cuerdas.

Es posible que en éste, como en otros casos de cabezas colosales, los elementos que conforman el tocado indiquen jerarquía, la actividad o el nombre del personaje. Se estima que fue tallada entre los años 1200 y 900 a.C., y mide 1.78 por 1.17 metros.

“Esta cabeza era la favorita de doña Beatriz de la Fuente, conocedora del arte prehispánico, muy particularmente del olmeca y del maya, y la prefería porque en todos sus estudios de las cabezas colosales, al sacar las proporciones, que en estética es un asunto muy importante, resulta que ésta, la número 4, tiene la proporción áurea, considerada en el arte occidental la estética perfecta”.

Y continúa la directora del MAX: “Posiblemente, la más hermosa, claro, todo es cuestión de gustos, pero si se puede hablar de un motivo científico que es su proporción y que estéticamente la hace ser muy atractiva”.

Las cabezas colosales se identificaron por números de acuerdo al orden en que fueron reportadas por los arqueólogos; a la entrada del MAX da la bienvenida al visitante la número 8 y cabe señalar que este museo tiene 7 de las 10 encontradas en San Lorenzo y de las 17 que existen.

En una palabra, posee el mayor número de cabezas en el mundo. La número 1 del museo es la más grande y la más pesada, estimada en más de 20 toneladas.
• La siempre fascinante Civilización Olmeca
La cultura olmeca creó algunas de las obras más tempranas y perfectas, estéticamente hablando, del mundo precolombino. Fueron los habitantes del “país del hule” en el sureste de Veracruz y noreste de Tabasco. Su temprano desarrollo les llevó a crear un estilo de rasgos característicos que fueron copiados por muchas pueblos prehispánicos posteriores. De ahí que se le conozca como la “cultura madre”.

Se ignora exactamente cuándo surgieron, pero se cree que los primeros vestigios olmecas datan de mil 600 años a.C. Esculturas olmecas mostraron una clase gobernante que se diferencia del pueblo. Esta clase rectora estaba conformada por gobernantes o sacerdotes, personajes que en rituales imaginaban una transformación en animales reales o fantásticos parecidos a felinos, ofidios y aves.
De las diez cabezas encontradas en San Lorenzo, una está en el museo de sitio de esa zona, dos en el Museo Nacional de Antropología y las 7 restantes son las del MAX; el resto de las cabezas son originarias de las zonas de Tres Zapotes y La Venta.