Año 6 • No. 251 • enero 2 de 2007

Xalapa • Veracruz • México
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En México, hay estudios de
microhistoria desde los años 40

Juan Carlos Plata


Joaquín González Martínez, investigador del IIH-S, durante su conferencia en la Semana del historiador.

Aun cuando se considera a Italia como el país en el que se originó la microhistoria, en México hay trabajos similares a la metodología y epistemología de la disciplina desde 1939, como el libro El señorío de Cuauhtochco, del veracruzano Gonzalo Aguirre Beltrán, aseguró el investigador del Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales (IIH-S) de la Universidad Veracruzana (UV), Joaquín González Martínez.

Durante su participación en la Semana del historiador, organizada por la Facultad de Historia de la UV, el investigador dijo que si se analiza a profundidad el libro de Aguirre Beltrán –en el cual se narra la historia de un pueblo de Huatusco en relación a los problemas de la tierra y de la formación microregional– se pueden ver analogías con lo que posteriormente fue la microhistoria italiana y la escuela de análisis francesa.

“Analizando los trabajos del historiador veracruzano y del michoacano Luis González y González, vemos que hay una línea mexicanista, lamentablemente no traducida ni profundizada como línea hasta la fecha”, dijo González Martínez.
El investigador del IIH-S mencionó además cuatro libros más que deben ser una referencia obligada para establecer esa línea mexicanista de microhistoria: Pueblo en vilo, de Luis González y González; Zapata y la Revolución Mexicana, de John Wolack; Regiones de refugio, también de Aguirre Beltrán; y un libro sobre la guerra de Castas en Yucatán, escrito por otro norteamericano, todos publicados entre 1967 y 1972.

“En Pueblo en vilo, Luis González plantea una microhistoria, que en el castellano se entiende como una historia total, relativa a una localidad determinada; un elemento holístico que rompía con la tradición llamada ‘historia de bronce’”, dijo.
En la “historia de bronce” –explicó González Martínez– el elemento fundamental era maximizar los valores de la localidad en términos de la nación. Por ejemplo, un historiador nos demostraba que lo que pasó en un pueblo fue básico para la nación. Es decir, era la historia nacional llevada a la localidad.

“Luis González y González vuelve a la historia de un pueblo, San José de Gracia, Michoacán. No trata de maximizar o demostrar que su pueblo es el pueblo fundamental de la nación. Lo presenta como un pueblo que se explica por sí mismo, que tiene una historia económica, social, en el que se forman familias, y es un organismo que sociológica e históricamente hablando se justifica por sí mismo. Ahí podemos encontrar una totalidad histórica, lo que hace que el pueblo se convierta en un sujeto de su propia historia y no un objeto”, aseguró.

En 1969 aparece la traducción del libro de John Womack, Zapata y la Revolución Mexicana, sostuvo el investigador, cuya importancia está resumida en su primera frase. Esta es la historia de unos campesinos mexicanos que hicieron una revolución para no cambiar.

“El libro nos viene a demostrar cómo la lucha zapatista es para reivindicar una historia, tradiciones, tierras, usos y costumbres. No es la historia de un pueblo, es la historia de un movimiento regional, que tiene sus bases en el valle de Morelos y que se extiende por el sur del país”, dijo.

La tendencia metodológica de la microhistoria mexicana
González Martínez dijo que, a diferencia de la microhistoria italiana, los trabajos de microhistoria que se han realizado en México se han basado en buscar ciertas regularidades en el comportamiento de los procesos sociales; regularidades de algo que no se había estudiado antes y no enfocándose en su totalidad en la búsqueda de las diferencias, como se hace regularmente en Italia.

“En nuestro caso, las anomalías las encontramos no tanto en los procesos generales, sino en una lectura entrelíneas de las obras ya realizadas”, afirmó.

El investigador también dijo que el problema de la historia local o microhistoria mexicana, metodológica y epistemológicamente, ha conducido a plantear problemas de las identidades, de la recuperación histórica, de memoria histórica, que en este momento se plantean en todo el planeta como cruciales.

“Luis González planteó algo que ahora está presente: el resurgimiento de regionalismos con sus usos y costumbres ya olvidados. En Europa lo hemos visto, el surgimiento de tendencias nacionalistas que necesitan de una historia propia para justificarse, en donde la territorialidad se convierte en un sujeto –y como sujeto se convertiría en una especie de microhistoria, independientemente de la escala espacial que se esté trabajando–”, aseguró.