Año 6 • No. 255 • enero 29 de 2006
Xalapa • Veracruz • México
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  Maestro de reporteros
Dunia Salas y Edgar Onofre
El mejor reportero del siglo XX ha muerto. En alguna ocasión, a medio golpe de Estado, tuvo que contar las últimas monedas para enviar un télex. “Sólo tenía 100 dólares y tuve que escribir sobre el golpe de Estado. El télex costaba 50 centavos por palabra. Dónde, quiénes eran, qué pasó, todo lo tuve que escribir en 200 palabras”, contaría después.

Pinsk. 4 de marzo de 1932. A orillas del río Pripiat, en los antiguos territorios del este de Polonia, nació Ryszard Kapuscinski. Siete años después escapó junto con su madre de la deportación a Liberia. Vivió primero en Aviv, actual Ucrania, y luego en Varsovia.
La muerte del autor de Las botas, libro publicado en 1980 por la Universidad Veracruzana, ha conmovido a la prensa internacional. No pudieron matarlo 45 golpes de Estado, revoluciones, derrocamientos y guerras civiles y de haber sido cuatro veces sentenciado a muerte y sí una complicación postoperatoria. Su pérdida es más lamentable porque anula la posibilidad de enmendar uno de los más graves errores de la historia: Igual que a Yukio Mishima, poco tiempo después de haberse conjurado su nombre entre los posibles candidatos al Premio Nóbel de Literatura, la muerte le llegó.
AFP, AP, El País, BBC Mundo, Reuters, DPA, Reporteros sin Fronteras, La Jornada, El Heraldo de Aragón, El Porvenir, Periodista Digital, Agencia Bolivariana de Noticias, Prensa Latina, Agencia Informativa Latinoamericana y muchos otros medios de todo el mundo aludieron a la pérdida de “una de las referencias éticas imprescindibles de nuestro tiempo”.

En septiembre de 2002, cuando nadie se imaginaba que sería la última visita de Kapuscinski a México, dijo a La Jornada: “Me atan muchos sentimientos a México, porque viví aquí cuatro años. Llegué en 1968 y viajé por muchas partes; y luego de aquí hasta 1972, he regresado muchas veces. Es unos de los países más queridos por mí y que mejor conozco. México no me resulta un país abstracto. He escrito mucho sobre él muchas veces. En mi Guerra del fútbol, en mi Lapidarium. Me siento muy ciudadano de México. Y esta es mi declaración de amor que deseo expresar”.

Sus colegas escritores como Paul Auster han dicho de él: “No puedo pensar en otro escritor o novelista vivo, poeta o ensayista cuyo trabajo sea más importante para mí”, mientras que John Berger lo definió como “un viajero genial, que probablemente conoce el mundo mejor que nadie”.

La enseñanza que Kapuscinski deja, no sólo a sus discípulos, sino a sus lectores, se resume en su más grande convicción: “Hablar es lo que evita las guerras; se requiere el vocabulario adecuado, el que exprese mejor la voluntad de entendimiento. No es más fácil deshacer un malentendido que evitar una guerra. La humanidad tiene demasiadas tensiones propias como para añadirle otras”, según publicó en La Jornada Mónica Mateos-Vega.
El Premio Cervantes 2005, Sergio Pitol, considera: “Ryszard Kapuscinski fue una figura extraordinaria, no sólo para Polonia, sino universal. Fue un antropólogo, un teórico, un político y un cronista que abarcó casi todos los continentes, especialmente África”.

Arturo Jiménez, Fernando Camacho, Jorge Ricardo y Ángel Vargas, coincidieron: “Como periodista polaco, poco a poco logró ganarse la libertad en Polonia para desplazarse. Sus obras están traducidas a la mayor parte de los idiomas. No es extraño que haya sido candidato al Premio Nobel”.
María Cordón, que codirigió con Joaquín Estefanía la sección de opinión de El País en su época de esplendor, o Gervasio Sánchez, uno de los mejores fotógrafos del mundo, colaborador habitual de El Heraldo de Aragón han destacado “esa capacidad suya de dar a entender al lector toda una complicada situación política, en un país lejano, mediante la descripción de sus experiencias personales, en situaciones casi banales. Su capacidad de sugerencia es tal que escenas que no parecen tener una relación directa con la problemática política acaban siendo mucho más útiles al lector porque le ayudan a comprender la atmósfera de una crisis. Así, poco a poco, sin que nos demos cuenta, va surgiendo todo un cuadro social, hecho de pobreza, corrupción, de hartura. En definitiva, el telón de fondo de la revuelta.

”La retórica universitaria, moldeada por siglos de formalismo, poco tiene en común con las audacias del reportaje de prensa escrita que es lo que, como nadie, sabe hacer Kapucisnki”, escribió Ignacio Ramonet, en La voz de Galicia.

Al elogiar los méritos del envestido con el doctorado Honoris Causa de la Universidad “Ramón Llull”, de Barcelona, el decano Miquel Tresseras, recordó que el periodista polaco había cubierto “27 revoluciones en una docena de países. Quizá otros reporteros lo hayan hecho también, pero lo que se puede afirmar es que sólo Ryszard Kapuscinski ha elevado el reportaje a la categoría de obra de arte”.

Al analizar El Imperio de Kapuscinski, Juan E. Tur reconoce en Los Periodistas, de España, que el “estilo tan peculiar de Kapuscinski para reflejar la realidad partiendo de lo anecdótico, del contacto con el pueblo, para llegar a sus certeras y complejas descripciones, pero que dejan de serlo por la habilidad discursiva del autor”.

Manuela Botero Thiriez, X Premio Nacional de Periodismo Símbolos de la Libertad, en Venezuela, expresó: “Kapuscinski representa el significado de la palabra ‘reportero’ en su más pura acepción; para él, el buen periodismo es el periodismo de ‘a pie’. Viviendo entre la gente, camuflados, como uno más, entre realidades en plena ebullición, en hoteles de mala muerte, atendiendo los caminos que el destino nos marque…”

Afirmó claramente “el tema de mi vida son los pobres”. Escribía, por otro lado, también por algunas razones éticas: sobre todo porque los pobres suelen ser silenciosos, la pobreza no llora, la pobreza no tiene voz […]. Reconociendo que antes de periodista Kapuscinski fue poeta.

Para él, “el periodista es un cazador furtivo en todas las ramas de las ciencias humanas: antropología, sociología, ciencias políticas, psicología, literatura…” y que a éstas alturas lo que más le ayuda es leer poesía. “Antes de empezar a escribir leo mucha poesía para refrescarme porque creo que es allí donde los usos de la lengua se están enriqueciendo constantemente”.