Año 6 • No. 255 • enero 29 de 2006

Xalapa • Veracruz • México
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La UV, sus libros y sus autores
Kapuscinski, el mejor reportero del siglo XX

Germán Martínez Aceves
Si los periodistas nos limitamos
a nuestros deberes cotidianos
estamos perdidos
Ryszard Kapuscinski.
Esta puede ser una receta fácil para ser reportero. Tome una grabadora, arremolínese entre el apretujado grupo de periodistas que buscan la declaración del funcionario o personaje importante, después extraiga las frases del entrevistado, trate de responder el “qué”, “cuando”, “dónde” y “por qué” y agréguele las acciones verbales en pasado y tercera persona como: “dijo”, “mencionó”, “agregó”, “subrayó”, “soslayó” (hasta suena como palabra dominguera) “concluyó”, y listo, ya tiene la noticia. En el peor y más cómodo de los casos, espere el boletín oficial, tan recurrente para maquillar verdades, y repita o adapte todo (mejor si lo tiene en archivo electrónico) e informe sin tener la mente activa. Si es acaso que saldrá en televisión, entonces practique la lectura a través del telepronter y tenga ciertas aptitudes actorales para impresionar al televidente.

Ello corresponde, por supuesto, a un periodismo fácil, de escritorio, sin compromiso. Todo lo contrario a lo que hacía sin descanso el gran periodista del siglo XX, Ryszard Kapuscinski (Pinsk, 1932) y quien falleciera el pasado 23 de enero en Varsovia, Polonia.

Comunicador, historiador o literato que ignore la impronta de Kapuscinki estará ajeno al ejemplo profesional de un hombre que relató historias de guerras y vidas de una manera magistral sin claudicar un ápice en el alto valor de la ética y la honorabilidad.

Uno de los grandes aciertos de la Editorial de la Universidad Veracruzana fue abrir los espacios a escritores polacos como Kazimier Brandys, Jaroslaw Iwaszkiewicz, Jerzy Andrzejewski y Rizsard Kapuscinki. Precisamente, en 1980, publicó Las botas (Wojna futbolowa) gracias a la traducción de Gustav Kolinski y Mario Muñoz, donde el admirado periodista relata sus incursiones en las guerras de África, Medio Oriente y Centroamérica.

En este libro se incluye, entre varios reportajes magistrales de Kapuscinski, uno de sus relatos más célebres, “La guerra del futbol” que se desata a partir de un juego eliminatorio entre las selecciones de Honduras y El Salvador para asistir al Mundial de México en 1970. En él, Kapuscinski se admira del análisis y proyección futura de Luis Suárez, otro gran periodista quien, a partir de leer el resultado del primer encuentro entre las selecciones centroamericanas y analizar el contexto político, vaticinó que habría guerra porque “en América Latina (...) la frontera entre el futbol y la política es muy estrecha” y por lo tanto, una convocatoria para que el reportero se haga presente y relate la historia.

Cada párrafo escrito por el autor de Los cínicos no sirven para este oficio se convierte en una clase magistral. Aquí se recupera un fragmento de “La guerra del futbol”. “Cuando el jugador hondureño, Roberto Cardona, tiró en el último minuto el victorioso gol, la salvadoreña Amelia Bolaños, de 18 años, sentada frente a la televisión se levantó y corrió hacia el escritorio, donde en un cajón estaba la pistola de su padre. Se suicidó pegándose un tiro en el corazón. ‘Una muchacha joven que no pudo resistir que su patria fuera obligada a arrodillarse’ –comentó al día siguiente el periódico salvadoreño El Nacional. Al entierro de Amalia Bolaños, transmitido por televisión, asistió toda la capital. El cortejo fúnebre lo presidía una compañía militar de honor portando un estandarte. Detrás del ataúd, cubierto con la bandera nacional, iba el Presidente de la República, rodeado por sus ministros. Los seguían los once muchachos del equipo salvadoreño, que ese mismo día por la mañana, en medio de una rechifla, ridiculizados y escupidos en el aeropuerto de Tegucigalpa, habían regresado en un avión especial a su país”.

Después El Salvador ganaría en el partido “de vuelta” con marcador de 3-0 pero los odios patrióticos estallaron en una guerra para exigir territorios y ahí estuvo Kapuscinski para dar cuenta de lo que sucedía como lo hacía en cualquier parte del mundo donde la humanidad convertía el conflicto extremo en luchas por el poder.

En Damasco, entre fedayines y palestinos, da otra muestra de historia, periodismo y literatura en el reportaje “Las botas”:
“En las lomas de Golán hay mucho polvo y por eso las botas de los soldados siempre están grises, siempre necesitan de un cepillazo. Los muchachos que lustran las botas de los soldados saben todo sobre la guerra. Las botas poco polvosas quiere decir silencio en el frente. Las botas mojadas, como si estuvieran recién sacadas del agua, significa que los fedayines luchan en Hermon, donde hay nieve. Las botas que huelen a petróleo, manchadas de grasa, es una demostración que hubo una batalla con tanques. Las botas son comunicados de guerra”.

Entre los libros de la Universidad Veracruzana también se encuentra en la Colección Textos Universitarios, Técnica del reportaje, del periodista y académico Luis Velásquez. En el capítulo 5 “Estructura del reportaje” analiza el trabajo de Ryszard Kapuscinski y resalta su dominio literario, el mismo que también manejaba a la perfección Gabriel García Márquez para convertirse ambos en los mejores modelos para la elaboración de trabajos periodísticos.
Kapuscinski es uno de los grandes personajes de la humanidad, su calidad moral, su defensa y búsqueda de la verdad, su humanismo, así lo constatan. Si antes era buscado como ejemplo de cátedra ahora, con su desaparición física, se convierte en referente obligado para todos aquellos que aspiren a ser buenos periodistas que no muestren desdén por la historia, la filosofía, el compromiso y la literatura.

Próximamente, la Universidad Veracruzana buscará reeditar Las botas, obra que está contemplada entre la lista de joyas literarias que se pretende tener en circulación con motivo de los 50 años de la Dirección General Editorial.
Dejamos como reflexión una de las tantas frases Ryszard Kapuscinski para recordar permanentemente: “La inspiración y el entusiasmo son un fuego que el tiempo apaga. El periodista debe prepararse para ello. Ser curioso. Interesarse en las cosas. Leer, leer y leer”.