Año 6 • No. 256 • febrero 12 de 2007 Xalapa • Veracruz • México
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  La necesaria democratización
de los sindicatos universitarios

Miguel Ángel Casillas
Doctor en Sociología
Director del IIE de la UV
En el marco de un régimen político autoritario, diversas fuerzas se unificaron para luchar por su democratización. Una de las expresiones más notables del autoritarismo era la falta de libertad sindical y el sometimiento a que estaban sometidos los sindicatos por parte del PRI y sus estructuras corporativas.

Tradicionalmente, al menos desde los años setenta, la izquierda fue la principal promotora del sindicalismo universitario (1) y paradójicamente responsable en buena medida de la deriva gremia1ista que este tipo de organizaciones ha tenido. En muchos sentidos el sindicalismo universitario es un proyecto agotado que reproduce los peores vicios del sindicalismo charro, y como éstos, requieren una importante transformación de carácter democratizador y de reconocimiento de su pertinencia en el muy peculiar tipo de organizaciones que son las instituciones de educación superior.

Puede haber un falso consenso en torno al propósito de alentar su democratización y de lo que significaría que se identificaran con los procesos actuales del trabajo académico. Estas notas ponen a discusión algunos de los grandes ejes sobre los cuales puede girar una reforma democrática del sindicalismo universitario. Si no hay reforma continuarán las diferencias estructurales que hoy oponen a la academia y al sindicalismo (administrativo o académico), sin reforma se perderá más aún el sentido del trabajo y su contribución al objeto de la organización.

Uno de los primeros ejes de transformación implica confrontar el gremialismo, porque sus luchas y reivindicaciones actuales se alejan y dejan de considerar el objeto de la institución universitaria. Al adoptar una postura gremialista, sólo se defienden los derechos, prerrogativas y beneficios de los trabajadores determinados por los usos y costumbres y el contrato colectivo, sin consideración de los propósitos sustantivos que distinguen a la universidad de otros espacios sociales, sin tomar en cuenta que los cambios son necesarios e ineludibles en una organización centrada en el conocimiento y que debe (so riesgo de resultar inútil) orientarse por la innovación, el conocimiento de frontera y los criterios de excelencia académica. Porque se olvida que la universidad no es una empresa orientada por el lucro y la ganancia económica, sino una organización productora de conocimientos para su distribución social; una empresa cultural orientada por el bien público, la libertad de pensamiento y de creación, y los valores que distinguen a la producción científica (desinterés, libertad, cosmopolitismo, etc.); una institución con recursos económicos limitados y sin independencia para poder negociar sus salarios.

El segundo eje de transformación debe enfrentar la estructura c1ientelar. En efecto, el control de las cúpulas sindicales sobre sus agremiados y la estructura escalafonaria, permiten las contrataciones de personas (control de plazas) que no tienen la mínima calificación para ocupar determinadas posiciones, supeditan en ocasiones e1 beneficio a determinados trabajadores por encima de los derechos comunes y las funciones institucionales. La derivación más dramática de este fenómeno la constituyen las estructuras c1ánicas y de parentesco que conforman los vínculos familiares en algunos sindicatos. La tolerancia y "derechos" sindicales que permite a los hijos y parientes de los trabajadores sindicalizados tener prioridad en la contratación, ha resultado nefasta para las universidades, porque lejana de cualquier regulación que tenga como base el mérito, la especialización y conocimiento específico, la formación previa y la experiencia, vuelve irrelevante el proceso de crecimiento y renovación de la planta de trabajadores, hace que no tenga dirección, que esté sujeta al azar y sin relación con los objetivos institucionales.

El tercer eje tiene que ver con su democratización. Los sindicatos deben democratizarse, porque reproducen en la universidad, los peores vicios del charrismo sindical frente al cual surgieron y legitimaron su génesis. Reproducen con sus prácticas los rasgos fundamentales del antiguo régimen político autoritario y en sentido histórico representan organizaciones que miran al pasado y son profundamente conservadoras.

Sus liderazgos son monopolizados por un grupo, frecuentemente subordinado al cacicazgo de una personalidad autoritaria. Su poder se basa en la administración del contrato, en el control y usufructo de las cuotas de los trabajadores, y en su capacidad de exclusión (legal o práctica) del propio trabajo. No hay estructuras de decisión de la base y las que existen funcionan marginalmente o reproducen a escala el tipo de liderazgo dominante. Los espacios de representación colectiva normalmente se encuentran subordinados a las corrientes, familias y otras estructuras no propiamente modernas. Así, sin intervención de los representados, las elites de los grupos acuerdan en la cúpula y negocian sus posiciones a cambio de prebendas y beneficios, a cambio de puestos y poderes.

No son organizaciones con prácticas democráticas pues no es normal la transparencia ni la rendición de cuentas. En general el manejo de las cuotas es secreto y faccioso. En términos de sus vida interna no hay posibilidades reales de revocar los mandatos, y la disidencia no es permitida. Sus elecciones internas se inspiran el porfirismo: cada periodo salen electos los mismos. Hay casos patéticos, con liderazgos de 20 o 30 años.

Los sindicatos universitarios militan contra la libre asociación de los trabajadores: la afiliación es prácticamente obligatoria y va asociada a la contratación; la desafiliación, para decir lo menos, representa un trámite tortuoso (muchas veces solapado por las propias autoridades universitarias). La aparición de nuevas organizaciones sindicales o gremiales en lugar de ser saludada en ánimo de la pluralidad, deriva en difamaciones y agresiones; en lugar de servir de estímulo para mejorar en tanto oferta sindical, se convierte en división y lucha encarnizada por un botín.

La transparencia de sus acciones debe ser impulsada para beneficio de la desburocratización de la universidad, pues como buenos sindicatos charros, trabajan en connivencia con lo más sucio de los equipos de funcionarios, les encantan las negociaciones en lo oscurito y están acostumbrados al manejo de prebendas.

Otro eje de la reforma necesaria es el propio de la cultura laboral. Los sindicatos universitarios requieren de una transformación en sus objetivos y misiones porque son organizaciones que no están comprometidas con una cultura del trabajo productivo, sino consideran al trabajo un mal necesario.

Fomentan la idea de conquista laboral cómo sinónimo de trabajar menos, en lugar de que fuera cómo trabajar mejor para ser más productivo. La idea de trabajo es individual y no se reconoce como parte de un esfuerzo colectivo. No hay un espíritu de equipo, donde se colabora para una empresa común, sino una perspectiva que cree que el trabajador gana cuando hace menos, ocupa menos tiempo y se aburre más. Los sindicatos se resisten a estimular el esfuerzo, la dedicación y el esmero personal, porque conciben comportamientos homogéneos, uniformes, aunque predomine la mediocridad.

Al mismo tiempo, los sindicatos han conformado agremiados que se han estancado en sus habilidades y conocimientos. En lugar de ser el espacio promotor más dinámico de la capacitación, del aprendizaje de nuevas tecnologías, de nuevos conocimientos asociados al desempeño de las tareas universitarias, han preferido el monótono comportamiento de la displicencia. El contrato colectivo, al tiempo que funciona como garante de derechos ha terminado sirviendo de ancla para el desarrollo y el cambio, no sólo institucional, sino también para los propios agremiados a los sindicatos.

1. Programáticamente en sus orígenes buscando impulsar un proyecto democrático a su interior, que fueran independientes (del PRI), que estuvieran identificados con las causas del internacionalismo proletario y que fueran activos participantes de la reforma de la universidad.