Año 6 • No. 256 • febrero 12 de 2007 Xalapa • Veracruz • México
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 Créditos

  A 50 años de la fundación
del Instituto de Antropología
Roberto Williams García
Empezamos esta remembranza sobre el Instituto de Antropología con una semblanza de Alfonso Medellín Zenil.

El paisaje natal influye subrepticio en el ánimo individual. Es mi hipótesis. El paisaje que circundaba al arqueólogo Medellín transmite grandeza. En esa comarca llana destacan tres cerros aislados, uno de ellos el Postectitla, cerro quebrado por disposición divina para que no continuara visitando el cielo un mortal juguetón. Cerro perceptible desde distintos sitios a la redonda. En esa comarca, en 1925, en la ranchería El Tecomate nació Alfonso, cuyo segundo nombre: Leocadio, provenía del santoral del 9 de diciembre. Huérfano a temprana edad, fue criado por su abuela materna.

La casa materna rodeada por jacales de gente de habla autóctona le permitió el aprendizaje de la lengua náhuatl, auxiliar valioso en su futura profesión. Con primos y niños nahuas gozó los primeros juegos en su solar y luego fue a Chicontepec para cursar la instrucción primaria.

Después residió en la ciudad de México y luego pasó a la capital veracruzana.

Fuimos condiscípulos en la Escuela Normal Veracruzana, donde se graduó en 1945. En ella amistó con José Luis Melgarejo Vivanco, maestro en la cátedra de Oratoria y Declamación.

En 1943, el recinto del Colegio Preparatorio acogió un Congreso Nacional de Historia en el cual participó el maestro Melgarejo con el libro Totonacapan, prologado por el arqueólogo Enrique Juan Palacios. Texto de 250 páginas sustentado en amplísima bibliografía y apéndice de setenta láminas en blanco y negro y color. Edición singular de los Talleres Gráficos del Gobierno del Estado. Proeza intelectual lograda por el normalista a los 28 años de edad.
Semblanza de José Luis Melgarejo Vivanco
Quiero suponer que así como el paisaje natural pudo haber influido en Alfonso, el pasaje cultural pudo haberlo hecho en Melgarejo Vivanco, talento surgido en la ranchería de Palmas de Abajo en 1914.

El historiador en ciernes en el trayecto de su rancho a la capital veracruzana transitaba por la antigua ciudad de Cempoala, hallada en 1892 ante el acicate de la celebración del cuarto Centenario del Descubrimiento de América. Talados los tupidos bosques costeños, mostraron los vestigios de la ciudad que los españoles, en 1519, creyeron de plata; urbe por donde pasaron los conquistadores rumbo a Quiahuiztlan, pueblo en fortaleza con cementerio mirando el mar, como en Tulum.

Frente ese poblado totonaco se estableció la Villa Rica de la Vera Cruz, en donde Cortés sentenció la suerte de Moctezuma. Dentro de ese ámbito histórico se centra Palmas de Abajo, que visitamos dos discípulos de Melgarejo invitados a pasar las vacaciones de semana santa en 1943. Feliz ocasión en que el maestro nos llevó a la tumba grande de Quiahuiztlan, cuya visita emocionó tanto a Medellín que puedo considerar ese instante definitorio de su vocación: Anchíio sonípittore.

En 1946, el gobierno de Veracruz becó a tres egresados de la Normal para estudiar Arqueología, Etnología y Lingüística en la Escuela Nacional de Antropología e Historia.

Medellín, al concluir sus estudios de Arqueología, retornó a Xalapa para trabajar en el Departamento de Antropología comandado por el profesor Melgarejo Vivanco. El ilustre totonaquista renunció a su cargo en 1952 para ocupar la Dirección General de Asuntos Indígenas, sustituyéndole Medellín.

Década intensa de los 50, la de mayor ímpetu arqueológico para Medellín al explorar diversas zonas, habiendo obtenido piezas para el museo por venir.

Durante el gobierno de Antonio M. Quirasco, se nombró como rector de la Universidad Veracruzana a Gonzalo Aguirre Beltrán, antropólogo de valía nacional quien, de inmediato, incorporó el supradicho Departamento a la Universidad con la categoría de Instituto de Antropología, además de promover la fundación de la Escuela correlativa, siendo Medellín designado director tanto de la Escuela como del Instituto.

Se acariciaba desde hacía varios años el proyecto de la creación de Museo como aparador donde se mostrase la potencia escultórica del antiguo veracruzano. Melgarejo y Medellín proyectaron los edificios destinados al albergue y exhibición del patrimonio arqueológico de Veracruz.
Inauguración del edificio del Instituto de Antropología
Un evento de resonancia internacional fue la celebración del Festival Casals en Xalapa y la sede requería que se mostrasen testimonios de su categoría cultural.

Medellín se mostró activo en el traslado de varias piezas arqueológicas, entre ellas tres magníficas cabezas colosales olmecas de San Lorenzo Tenochtitlan para adorno frontal del majestuoso Instituto de Antropología, cuyo segundo piso ocuparon la administración y los amplios cubículos de los investigadores, mientras la planta baja exhibía muestras de la cultura milenaria.

Luego, en 1962, el presidente Adolfo López Mateos inauguró la primera sala redonda a la que siguió una segunda estrenada en 1964, mientras que el patio trasero se sembraba con más esculturas en continuo enriquecimiento de acervo cultural de Veracruz.

La actividad de Medellín, aunada a la actividad política y cultural de Melgarejo Vivanco, fructificaron en recintos orgullo de las generaciones mexicanas. El paisaje creado con las edificaciones se enmarcaba dentro del paisaje rotundo del Pico de Orizaba y el Cofre de Perote.

El gobernador Agustín Acosta Lagunes decidió derrumbar los edificios mancomunados del Instituto y del Museo de Antropología, con el fin de ocupar el espacio para levantar un Museo de Antropología, basado en proyecto estadounidense en forma de L, de sala larga y nichos laterales, para guardar y mostrar el tesoro de las colecciones primarias acrecentado con piezas compradas en el extranjero y entre coleccionistas nacionales.

Institución soberbia inaugurada el 30 de octubre de 1986, en cuyo frontispicio de la entrada de las exhibiciones luce un letrero calzado con el texto redactado por Mauricio González de la Garza: “¡Mexicano detente: Esta es la raíz de tu historia, tu cuna y tu altar. Oirás la voz silenciosa de la cultura más antigua de tal vez, la civilización madre de nuestro continente. Los olmecas convirtieron la lluvia en cosechas, el sol en calendario, la piedra en escultura, el algodón en telas, las peregrinaciones en comercio, los montículos en tronos, los jaguares en religión y los hombres en dioses!”

El acto inaugural del nuevo Museo de Antropología no lo presenció el arqueólogo Medellín, fallecido un mes antes, el 26 de septiembre. A 20 años de su ausencia física, los días 25 y 26 de septiembre de 2006, se realizó en el auditorio que lleva su nombre la mesa redonda titulada “Alfonso Medellín Zenil y la arqueología veracruzana”.

A Sara Ladrón de Guevara se le debe reconocer su admiración por el arqueólogo demostrada en el año de 1995 cuando, directora por primera vez, acogió, de inmediato, la petición de mi generación normalista, a la que perteneció Alfonso Medellín Zenil, en el sentido de que su nombre lo tuviese el auditorio del Museo de Antropología.

Luego, el año pasado, cuando me entregaron la medalla Gonzalo Aguirre Beltrán, solicité al gobernador del estado, Fidel Herrera, que el arqueólogo epónimo fuese recordado al cumplirse 20 años de su ausencia. Sara Ladrón de Guevara dio seguimiento a lo solicitado.

Aguarda el homenaje al maestro Melgarejo en 2007, año en que se cumple el cincuentenario de la fundación del Instituto y de la Escuela de Antropología.