Año 6 • No. 256 • febrero 12 de 2007 Xalapa • Veracruz • México
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  Salud a la carta
Algo más que simple comida
Jorge M. Suárez* y Eryck R. Silva **
¿A qué le tiras cuando comes mexicano? ¿A comer muy rico en la taquería del tigrón?

Probablemente todo el mundo esté de acuerdo en que la comida es una de las cosas más importantes de la vida. Conseguir, preparar o consumir la pitanza diaria son actividades que ocupan la mayor parte de nuestro tiempo y energías, y es comprensible, porque sin los sacrosantos alimentos de cada día no tendríamos ni energías ni tiempo.

Es más, el simple acto de comer se ha ido convirtiendo a lo largo de la historia en mucho más que una necesidad fisiológica, hasta adquirir un refinamiento que nuestros antepasados prehistóricos no habrían soñado siquiera. No importa si se trata de caviar en un palacio o de un buen plato de mole en una boda de rancho, prácticamente no hay acontecimiento importante que no merezca ser celebrado con toda clase de manjares.

Sin embargo, las delicias culinarias no siempre son tan amigables, algunas incluso pueden llevarnos al hospital o a la tumba. La mala alimentación puede causar una gran variedad de padecimientos que van desde la obesidad y el relativamente inofensivo acné, hasta la temible diabetes y las fulminantes enfermedades del corazón (y conste que no nos referimos al mal de amores), por sólo citar las primeras dolencias que nos vienen a la mente.

Pero, ¿de qué depende que ciertos platillos puedan hacernos daño, mientras que otros nos ayudan a conservar la salud? A primera vista podría pensarse que la diferencia fundamental entre la comida buena y la mala es sencillamente que la primera es más nutritiva que la segunda. No obstante, esto es sólo una verdad a medias.

Efectivamente, es mejor para nuestra salud consumir alimentos nutritivos que comida chatarra, pero el hecho de que un determinado menú contenga muchos nutrimentos no necesariamente implica que nos ayude a estar mejor.

Precisamente, para ahorrarnos este embrollo teórico, los especialistas en ciencias alimentarias desarrollaron el concepto de alimentos funcionales, y los definieron como todos aquellos alimentos que poseen un efecto benéfico en la salud de quien los consume más allá de sus propiedades nutrimentales. En otras palabras, los alimentos funcionales
–sin dejar de ser comida– son algo más que simple comida.

Pero no vaya usted a creer que los alimentos funcionales son platillos de otro mundo, demasiado sofisticados para paladares mortales como el de usted y el nuestro. Por el contrario, una gran variedad de comestibles que consumimos día con día contienen ingredientes con propiedades funcionales. Y para muestra, un botón: la avena, las manzanas, los jitomates, las zanahorias, el yogurt y los cacahuates –entre muchísimos otros– son considerados alimentos funcionales.

Próximamente seguiremos hablando más de cuáles son y para qué nos son útiles estos alimentos que nos dan algo más que nutrición. Buen provecho. *Maestría en Ciencias Alimentarias de la UV
**Instituto de Ciencias Básicas de la UV