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Afirmó
el investigador Ragueb Chaín
Positivo, que los cuerpos colegiados
tomen las principales decisiones
Alma
Espinosa |
La
universidad requiere alumnos convencidos de que vale la pena estudiar,
añadió |
El
tipo de universidad que se requiere hoy en día es la que esté
integrada por alumnos convencidos de que vale la pena estudiar en
ella, en la medida en que les permite apropiarse de conocimientos
para su participación como ciudadanos responsables, democráticos,
solidarios y tolerantes, e incorporarse al mercado de trabajo en mejores
condiciones y participar activamente en el desarrollo con equidad
del país, aseguró Ragueb Chaín, académico
de la Facultad de Pedagogía de la Universidad Veracruzana (UV).
Los alumnos deben ser atendidos por académicos capacitados
para la enseñanza, la investigación, que implementen
actividades de vinculación, centren la enseñanza en
el aprendizaje de los alumnos y trabajen para su formación
integral, expresó el también investigador del Instituto
de Investigaciones en Educación.
También se requiere, dijo, una universidad reconocida por la
capacidad de gestión de sus autoridades, electas con una mayor
participación de la comunidad en función de su reconocido
liderazgo académico, que guardan distancia de las administración
estatal en turno y actúan en el marco de la autonomía
de manera responsable, al poner los intereses de la Universidad por
encima de los de partidos y funcionarios.
Se necesita, además, una administración de recursos
funcional y moderna cuyo objetivo sea dar sustento con solvencia y
calidad a las actividades académicas: “Una casa con normas
de funcionamiento respetadas por todos y acordes con sus objetivos
académicos y responsabilidad social, las cuales les permite
cambiar y participar en la transformación”.
Que sea capaz, añadió, de tener una política
de transparencia en todos los niveles y aspectos de su funcionamiento,
sin cortapisas. Una institución que orienta el uso de los recursos
a las cuestiones fundamentales, ajena a la ineficiencia”, expresó.
Una institución con un desarrollo equilibrado en sus regiones,
programas y carreras. Pero sobre todo, enfatizó, una universidad
que ejerce su autonomía y que el cumplimiento de sus funciones
le garantiza el respeto de la comunidad a la que se debe, y actuar
de cara a las necesidades de transformación social.
Para logarlo, dijo estar dispuesto a apoyar las tareas orientadas
a diseñar políticas orientadas a nuevas formas de ingreso
y permanencia a la carrera académica, regidas por principios
académicos al margen de los intereses sindicales y grupos de
intereses, así como procesos de diferenciación salarial
mediante la mejora de los programas de estímulos.
“Habrá que insistir que los líderes de la transformación
no serán los funcionarios
–académicos algunos– que han demostrado su insolvencia,
incapacidad y escaso liderazgo, más bien será necesario
contar con el impulso y la decisión de los profesores, investigadores,
académicos en labores de difusión o vinculación,
reconocidos por sus pares, quienes los respetan y reconocen su capacidad”,
asentó.
Comentó que no hay una fórmula única para lograr
el desarrollo de la casa de estudios; sin embargo, la corresponsabilidad
exige dotar a los cuerpos colegiados de mejores condiciones de operación
y mayores capacidades para la toma de las principales decisiones,
que las autoridades se encargaran de operar: “No olvidemos que
en todos los casos la máxima autoridad es el Consejo Universitario,
o la Junta Académica. Vale la pena dejar a los cuerpos colegiados
las principales decisiones”. |
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