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Tercera
Llamada
James
Paul dirige la Quinta sinfonía
de Bruckner
Jorge
Vázquez Pacheco
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Por
segunda ocasión, desde que abordó la titularidad de
la Orquesta Sinfónica de Xalapa Carlos Miguel Prieto, se abordará
la Quinta sinfonía de Anton Bruckner.
Esto no deja de llamar la atención, ya que se trata de una
obra compleja, de enorme nivel de dificultad y, por añadidura,
de gran extensión: sus cuatro movimientos consumen alrededor
de 80 minutos. Se trata de una partitura apta sólo para orquestas
de gran nivel. |
![](images/tercera-llamada.gif)
Anton Bruckner
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En
aquella ocasión –19 de abril de 2002–, la obra
fue dirigida por Guido María Guida, presentada con motivo de
la Feria Expo Xalapa y con dedicatoria para el entonces embajador
de Estados Unidos en México, Jeffrey Davidow. Hoy toca el turno
al director norteamericano James Paul retomar la Quinta de Bruckner
como parte de la Primera Temporada de Conciertos 2007, de la OSX.
Se ejecutará la noche del viernes 9 de marzo en la sala grande
del Teatro del Estado.
Esta obra fue estrenada en abril de 1894, con dirección de
Franz Schalk, amigo personal del compositor. Como fue frecuente en
la obra de Bruckner, Schalk se sintió impulsado a revisar la
obra y modificar algunos pasajes, hizo cortes en los cuatro movimientos
y eliminó más de cien compases en el Finale. Para colmo,
aquí añadió un coro de metales, con la intención
de que la sinfonía tuviese una atmósfera más
wagneriana, ya que Richard Wagner era entonces el compositor de moda.
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Schalk estaba convencido de que había hecho un gran favor a
la música de Bruckner, y su versión impresa de la Quinta
fue durante muchos años la única disponible. Cuando
se dieron a conocer los resultados de muchas investigaciones y se
difundió la versión original, el mundo se sorprendió
de la enorme diferencia existente entre las partituras que se daban
por definitivas y lo que el compositor verdaderamente había
intentado producir.
La versión original de la Quinta nos muestra a un Bruckner
maduro, que ha avanzado enormemente tanto en estilo como en técnica.
Aquí se presenta como un dominador de los tiempos lentos, a
los que confiere un certero poder emocional. La espléndida
introducción en Adagio genera una tensión subyacente
que solo encontrará su resolución plena hasta el final,
con lo que se establece su poderoso concepto unificador.
Anton Bruckner tuvo que soportar todo lo proveniente de una sociedad
que le observaba con más sorna que simpatía. Eso le
hizo sentirse inseguro, revisar insistentemente sus obras y mostrarse
escasamente optimista al abordar sus nuevas creaciones. En una misiva
dirigida al director Félix Weingartner, relacionada con la
interpretación de su Octava sinfonía, recomendaba cortes
radicales hacia el final, “porque podría ser demasiado
largo y sólo es válido para tiempos venideros...”
Tenía razón. La Quinta sinfonía fue estrenada
muchos años después de terminada, el compositor nunca
la escuchó y solo hasta bien entrada la segunda mitad del siglo
XX comenzó a difundirse con alguna frecuencia, gracias al devoto
trabajo de gentes como Bruno Walter, Karl Böhm, Wilhelm Furtwaengler,
Jascha Horenstein, Hans Knappertsbusch y Sergiu Celibidache.
Aún ahora, semejante prodigio de talento es escasamente interpretado
y no son abundantes los directores jóvenes que se atreven a
abordarle. |
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