Año 6 • No. 258 • marzo 5 de 2006 Xalapa • Veracruz • México
Publicación Semanal


 Centrales

 General


 Reportaje

 Becas y oportunidades

 
Arte

 Deportes


 Contraportada


 Números  Anteriores


 Créditos



 

 

 

Tercera Llamada
James Paul dirige la Quinta sinfonía
de Bruckner
Jorge Vázquez Pacheco

Por segunda ocasión, desde que abordó la titularidad de la Orquesta Sinfónica de Xalapa Carlos Miguel Prieto, se abordará la Quinta sinfonía de Anton Bruckner.

Esto no deja de llamar la atención, ya que se trata de una obra compleja, de enorme nivel de dificultad y, por añadidura, de gran extensión: sus cuatro movimientos consumen alrededor de 80 minutos. Se trata de una partitura apta sólo para orquestas de gran nivel.

Anton Bruckner

En aquella ocasión –19 de abril de 2002–, la obra fue dirigida por Guido María Guida, presentada con motivo de la Feria Expo Xalapa y con dedicatoria para el entonces embajador de Estados Unidos en México, Jeffrey Davidow. Hoy toca el turno al director norteamericano James Paul retomar la Quinta de Bruckner como parte de la Primera Temporada de Conciertos 2007, de la OSX. Se ejecutará la noche del viernes 9 de marzo en la sala grande del Teatro del Estado.

Esta obra fue estrenada en abril de 1894, con dirección de Franz Schalk, amigo personal del compositor. Como fue frecuente en la obra de Bruckner, Schalk se sintió impulsado a revisar la obra y modificar algunos pasajes, hizo cortes en los cuatro movimientos y eliminó más de cien compases en el Finale. Para colmo, aquí añadió un coro de metales, con la intención de que la sinfonía tuviese una atmósfera más wagneriana, ya que Richard Wagner era entonces el compositor de moda.
Schalk estaba convencido de que había hecho un gran favor a la música de Bruckner, y su versión impresa de la Quinta fue durante muchos años la única disponible. Cuando se dieron a conocer los resultados de muchas investigaciones y se difundió la versión original, el mundo se sorprendió de la enorme diferencia existente entre las partituras que se daban por definitivas y lo que el compositor verdaderamente había intentado producir.

La versión original de la Quinta nos muestra a un Bruckner maduro, que ha avanzado enormemente tanto en estilo como en técnica. Aquí se presenta como un dominador de los tiempos lentos, a los que confiere un certero poder emocional. La espléndida introducción en Adagio genera una tensión subyacente que solo encontrará su resolución plena hasta el final, con lo que se establece su poderoso concepto unificador.

Anton Bruckner tuvo que soportar todo lo proveniente de una sociedad que le observaba con más sorna que simpatía. Eso le hizo sentirse inseguro, revisar insistentemente sus obras y mostrarse escasamente optimista al abordar sus nuevas creaciones. En una misiva dirigida al director Félix Weingartner, relacionada con la interpretación de su Octava sinfonía, recomendaba cortes radicales hacia el final, “porque podría ser demasiado largo y sólo es válido para tiempos venideros...” Tenía razón. La Quinta sinfonía fue estrenada muchos años después de terminada, el compositor nunca la escuchó y solo hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX comenzó a difundirse con alguna frecuencia, gracias al devoto trabajo de gentes como Bruno Walter, Karl Böhm, Wilhelm Furtwaengler, Jascha Horenstein, Hans Knappertsbusch y Sergiu Celibidache.

Aún ahora, semejante prodigio de talento es escasamente interpretado y no son abundantes los directores jóvenes que se atreven a abordarle.