Año 6 • No. 261 • Marzo 26 de 2007 Xalapa • Veracruz • México
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¿Cuesta la calidad?
José Othón Flores Consejo

Esta semana estaba revisando las noticias que sobre calidad se generan en el mundo y me encontré con esta bellísima pieza que reproduzco en sus partes más interesantes:

APEA ‘totalmente de acuerdo’ con reducir calidad de servicio en el aeropuerto “Jorge Chávez”
CPN RADIO 20 marzo 2007

El presidente de la Asociación Peruana de Empresas Aéreas (APEA), Carlos Palacín, se mostró “totalmente de acuerdo” con reducir la calidad de los servicios en el Aeropuerto Internacional Jorge Chávez como planteó la empresa Lima Airport Partners (LAP), a fin de bajar costos.

“Estamos totalmente de acuerdo con que se baje la calidad del servicio... Es como si yo usara un Mercedes Benz y pasara a usar de repente un carro Toyota”, ironizó.

Palacín Fernández explicó que somos un país pobre y no podemos darnos demasiados lujos en el rubro, pues las líneas aéreas atraviesan problemas por los altos cobros que tienen que afrontar.

(…) Dijo que “la principal dificultad para que haya nuevas empresas aéreas nacionales es que, de momento, el mercado aéreo nacional no es muy grande”.

¡Qué bárbaro! Tenía tiempo que no leía algo tan alejado de la realidad. Realmente el comentario carece de sentido y refleja el profundo desconocimiento que el señor Palacín Fernández tiene de lo que es calidad y lo que la implementación de programas que mejoren la calidad de los productos y servicios conlleva. Porque entonces yo pregunto: ¿Pretenden que el mercado se incremente bajando la calidad? ¿Será que bajando la calidad puedan bajar los costos? ¿Se te antoja llegar a ese aeropuerto?

Veamos; es cierto que la calidad cuesta, claro, debemos hacer inversiones en encuestas, diseño de procesos, capacitación, establecimiento de controles, y otros, pero cuesta mucho más la no calidad.

Juran escribió en 1995 que “enfatizar la calidad puede ser un apoyo que identifique y elimine las causas de los errores y el retrabajo, reduciendo costos y logrando que haya más unidades de producto disponibles para cumplir con las fechas de entrega. Por otro lado, un esfuerzo mal dirigido por alcanzar la calidad puede ser causa de problemas tanto con los costos como con la programación, al diseñar características innecesarias para un producto, al especificar tolerancias irreales y permitir el perfeccionismo en la inspección”.

Efectivamente, la calidad cuesta pero cuesta porque detectar y eliminar causas específicas de costos ocasionados por fallas, sirven para evitar que se vuelvan a producir fallas iguales o semejantes en otros productos o servicios. La prevención se logra examinando tales experiencias en su totalidad y emprendiendo actividades concretas que se incorporan al sistema de administración básico, de tal manera que sea difícil o imposible que tales errores o fallas se produzcan nuevamente.

La responsabilidad más importante en un sistema de administración de la calidad consiste en garantizar la aceptación, fiabilidad y disponibilidad de los productos o servicios. Esta responsabilidad implica una constante evaluación de cada sistema por etapas sucesivas a lo largo del proceso.

La frecuencia con la que se hacen estas evaluaciones, el lapso que se deja transcurrir entre una y otra, son resultados de un compromiso entre el costo de la oportuna detección de no conformidades y el asociado a las evaluaciones comparado con el beneficio de contar con los sistemas de control.

Pero encontrando esta justa relación estaremos evitando los costos de la no calidad como aquellos que se ocasionan por las fallas internas. En esta categoría identifica a los desperdicios de mano de obra, materiales, productos defectuosos no reparables; el retrabajo ocasionado por la corrección de defectos; el análisis de fallas y la inspección al 100 por ciento.

Los costos por fallas externas, entre los que identifica a los costos por garantías, reemplazos, reparaciones; la conciliación de quejas, así como aquéllos ocasionados por el reemplazo y las concesiones. Finalmente, los costos ocultos como las ventas perdidas, el rediseño y los procesos excesivos.

Imagínese, pues, llegando a ese aeropuerto, luego de unas seis horas de vuelo en Aeroperú, y encontrando que “gracias” a los ahorros en calidad la escalerilla no llegó a tiempo y tuvo que permanecer en el avión 20 minutos más, el piloto le ofrece mil disculpas y todo el personal se retrasa ocasionándose un efecto en cascada que se traduce en dos horas para los últimos vuelos y, por supuesto, el pago de horas extras.

Una vez en tierra sus maletas tardan una hora, no encontraban el carrito, mismo que tenía una llanta ponchada que hubo que reponer de emergencia comprando la más cara que en ese momento vendían en la vulcanizadora de la esquina (no pudieron aprovechar las rebajas de volumen porque, ¿para qué gastar en la planeación de la calidad?).

Sale con sus maletas y se le mojan en un charco ocasionado por la gracia de un bebé (que venía en su mismo vuelo) cuya mamá había agotado los pañales que había previsto, y “se salió”. “No es necesario limpiar las salas con regularidad, debemos ahorrar” –seguramente pensó el gerente– quien tuvo que calmar al recién llegado viajero perdiendo una hora de su trabajo, y ofrecerle un té con galletas –que también cuestan.

En fin, para qué seguir, ojalá no necesitemos llegar a ese aeropuerto, ¿verdad? Nosotros en la UV sí le apostamos a la calidad y ya estamos trabajando con los comités de las facultades. En cada entidad se están preparando los programas para la implementación del sistema y hemos notado un gran entusiasmo por parte de la mayor parte de los involucrados hasta ahora.

Si quieres participar, acércate a tu director de facultad, jefe de carrera o consejero y pregúntale sobre el programa.

Mira, por ejemplo a mí la calidad ya me llegó y ya tengo correo nuevo. Ahora espero tus comentarios en otflores@uv.mx.