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¿Por
qué nos enamoramos?: Un enfoque neuroetológico
Por
Genaro A. Coria-Ávila
Médico Veterinario Zootecnista, Maestro en Neuroetología
y Doctorado en Neurociencias Comportamentales.
Investigador del Instituto de Neuroetología, Universidad
Veracruzana.
Genaro.Coria@correoneuro.net |
(Tercera
y última parte) |
Cuando los ratones monógamos son inyectados con un agonista
de dopamina (una sustancia que imita su efecto natural) y son expuestos
a un macho, se producen vínculos afectivos aunque no ocurra
cópula. Por el contrario, cuando se inyectan con antagonistas
de dopamina se inhibe la formación de preferencia de pareja,
aunque haya ocurrido la cópula. Se sabe que durante la cópula
los niveles de dopamina se incrementan en animales monógamos
y en polígamos, entonces… ¿por qué los
polígamos no forman vínculos de pareja? Parte de la
respuesta yace en que hay dos formas de receptores de dopamina, los
de tipo 1 y los de tipo 2. Se ha encontrado que inyecciones de sustancias
que activan al receptor tipo 2 facilitan la preferencia de pareja,
mientras que las sustancias que activan al tipo 1 inhiben su formación.
Hasta ahora, se ha sugerido que los receptores tipo 2 se activan primero
en los animales monógamos, lo cual facilita la creación
de un vínculo afectivo con la pareja. Así, una vez vínculados
emocionalmente con alguien se comienzan a activar los receptores tipo
1, los cuales inhiben la formación de vínculos afectivos
con un tercer individuo. En los animales polígamos se activan
primero los receptores tipo 1, evitando que se formen vínculos
afectivos desde un principio.
Se sabe además, que la cantidad de receptores que nuestras
neuronas expresan para que los neurotransmisores y hormonas las activen,
depende de información genética. Se ha mostrado que
la trasferencia de un solo gen puede transformar a un animal de polígamo
en monógamo. Por ejemplo, investigadores de la Universidad
Emory, en E.U., transfirieron el gen responsable de la producción
de vasopresina de un macho de especie monógama a uno de especie
polígama. Aunque ambas especies tienen un gen involucrado en
la producción de la hormona, el de la especie polígama
tiene una secuencia de menor tamaño. Dicha transferencia ocasionó
un mayor número de receptores de vasopresina a nivel del pallidum
ventral en el cerebro, ocasionando que los animales polígamos
mostraran algunos de los comportamientos de monogamia.
Dada esta evidencia en roedores, podemos comprender que la capacidad
de un individuo de ser monógamo o polígamo, depende
de una relación sistemática entre ambiente, genes y
circuitos neurales. Así, individuos de dos especies muy parecidas
como los ratones de pradera y montaña se comportan de una manera
opuesta. Unos con la capacidad de formar vínculos afectivos
que los hacen demostrar preferencias de pareja selectivas y de larga
duración, mientras que los otros no. Es probable que dentro
de la diversidad genética de los humanos, existan aquellos
hombres y mujeres con una mayor tendencia a la monogamia. Es decir,
que dada su información genética produzcan mayor número
de receptores para oxitocina, vasopresina y dopamina en áreas
cerebrales involucradas en la formación de vínculos
emocionales de pareja. Por el contrario, puede ser que existan hombres
y mujeres que genéticamente no puedan producir suficientes
receptores para estos neurotransmisores que facilitan la monogamia.
Aunado a estas diferencias genéticas probables, es importante
mencionar que el aprendizaje juega un papel crítico en los
comportamientos de cada individuo. Así, personas con un perfil
genético monógamo podrían comportarse de una
manera más polígama dada su educación y ambiente
en el que fueron criados. Similarmente, una persona con perfil genético
polígamo podría comportarse de manera más monógama
si así fue educado.
Entonces, ¿por qué nos enamoramos? Es probable que la
respuesta correcta incluya una explicación tanto evolutiva
como genética y neural. Nos enamoramos porque a lo largo de
la evolución desarrollamos un circuito neural que nos hace
sentir la necesidad de quedarnos con una pareja en particular. Dicha
preferencia probablemente depende de neurotransmisores, como en el
caso de los ratones de pradera, y quizá de muchos otros factores
neurales que desconocemos. ¿Por qué evolucionamos esos
circuitos? Es probable que hayan evolucionado porque nos funcionan
como especie. Quizá mantener un vínculo afectivo con
nuestra pareja fue necesario en el pasado para asegurar de cierta
forma el cuidado de la descendencia y su sobrevivencia.
¿Por qué a veces nos desenamoramos? Es probable que
los vínculos afectivos se terminan cuando los circuitos neurales
involucrados ya no se estimulan lo suficiente. En el caso de los ratones
de pradera es tan sencillo como incrementar la actividad de los receptores
de dopamina tipo 1 y disminuir la actividad de los tipo 2, o disminuir
la actividad de sustancias como la oxitocina y la vasopresina.
Esto demuestra que la capacidad de tener un vínculo afectivo
con alguien puede ser tan efímero y desaparecer inmediatamente
o prolongarse por toda una vida dependiendo de la actividad de ciertas
áreas de nuestro cerebro. Entonces, ¿qué es lo
correcto? ¿ser monógamo o polígamo? Probablemente
la respuesta es que habemos de todo un poco. Ya lo dijo Milton Diamond:
“A la naturaleza le gusta la diversidad, pero a la sociedad
no”. |
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