Veracruz,
Ver.- Cuando la miel fue descubierta, se ofreció
como manjar a los dioses. “La historia del hombre y las
abejas comienza desde la prehistoria, desde el surgimiento mismo
del ser humano”, asienta Sóstenes Rodríguez
Dehaibes, experto en apicultura, académico de la facultad
de Medicina Veterinaria y Zootecnia.
Ese fluido dulce y viscoso producido por las abejas “a
partir del néctar de las flores o de secreciones de partes
vivas de plantas o de excreciones de insectos chupadores de plantas”,
ha hecho las deleites no sólo de los dioses, sino de todos
nosotros, simples mortales.
Para que a nuestro paladar llegue esa ambrosía, las pequeñas
abejas “toman el néctar de las flores que luego es
llevado a las colmenas donde pasan por todo un proceso antes de
ser guardadas en los compartimientos de la colmena. Allí
se madura por unos días antes de ser cubierta por una capa
de cera”.
La miel no sólo es sabrosa, sino nutritiva, todo mundo
lo sabe, o al menos nadie lo niega: con precisión, la miel
contiene de 75 a 80 por ciento de hidratos de carbono, hasta 0.40
por ciento de proteínas, uno por ciento de potasio, calcio,
sodio, magnesio, silicio, hierro y fósforo, entre los principales
minerales; además contiene oligoelementos como zinc,
molibdeno, yodo y en cuanto a vitaminas, posee vitaminas: B2, ácido
pantoténico, niacina, tiamina, B6, C, K, ácido fólico,
biotina; y apenas 3,3 calorías por gramo, asegura el investigador.
La miel posee la mayoría de los elementos minerales esenciales
para el organismo humano. Posee además fósforo y hierro
(para anémicos), cobre y calcio (para afecciones de los huesos
y de los pulmones). El complejo vitamínico se centra en las
vitaminas A (antixeroftalmica), E (de la fertilidad) y K (antihemorrágica).
Una vez producida, esa sustancia compuesta por azúcares (fructosa
y glucosa), puede tener distintos sabores e intensidad de
colores dependiendo del tipo de néctar y flores. Para saber
detectar su calidad, hay que ser un buen catador, explica Sóstenes
Rodríguez, primero conocer el color: “que varía
desde los tonos blancos hasta los pardos oscuros, existiendo mieles
rojizas, amarillentas o verdosas, aunque predominan los tonos castaños-claro
o ambarinos”.
Por ejemplo, la miel de color claro es más rica en
vitamina A; las oscuras son más ricas en vitaminas B y C:
“Aunque el color oscuro no significa que sea de inferior calidad,
por el contrario, se sabe que cuanto más oscura es la miel,
más rica es en fosfato de calcio, flavonoides y en hierro
por lo tanto, más adecuada para satisfacer las necesidades
de cuerpos en crecimiento, de individuos anémicos y de intelectuales
sometidos a esfuerzos mentales”. Por ejemplo, sería
la indicada para universitarios.
A veces las personas se quejan de que la miel se pone “dura”,
esto se llama –explica el académico– cristalización.
“Es un proceso natural que depende del contenido de glucosa
y fructuosa en la miel, es decir, por su origen floral, e indicativo
muchas veces de pureza”.
Otra característica que un buen catador debe saber
sobre la miel tiene que ver con su sabor: “El sabor de las
mieles de color claro es más suave que las de color oscuro.
Una dosis diaria de miel sube los niveles en la sangre de los antioxidantes
que pelean contra las enfermedades y protegen del deterioro celular",
asegura.
Los médicos la prescriben en casos de faringitis, laringitis
y rinitis; además es suave laxante (regulariza el funcionamiento
intestinal); de fácil asimilación debido a posee hidratos
de carbono de cadenas cortas, ayuda a los tratamiento estados depresivos
menores, úlceras, gastritis, quemaduras; por si fuera poco
es antihemorrágica, antianémica, antiséptica,
antitóxica, emoliente y febrífuga, mejora la conservación
de los alimentos, estimula la formación de glóbulos
rojos, es sedante, mejora el rendimiento físico y estimula
el vigor sexual. Ahora… a decir salud… con miel. |