Año 6 • No. 269 • Junio 4 de 2007 Xalapa • Veracruz • México
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Decir salud, con miel

Carolina Cruz

Veracruz, Ver.- Cuando la miel fue descubierta, se ofreció como manjar a los dioses. “La historia del hombre y las abejas comienza desde la prehistoria, desde el surgimiento mismo del ser humano”, asienta Sóstenes Rodríguez Dehaibes, experto en apicultura, académico de la facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia.

Ese fluido dulce y viscoso producido por las abejas “a partir del néctar de las flores o de secreciones de partes vivas de plantas o de excreciones de insectos chupadores de plantas”, ha hecho las deleites no sólo de los dioses, sino de todos nosotros, simples mortales.

Para que a nuestro paladar llegue esa ambrosía, las pequeñas abejas “toman el néctar de las flores que luego es llevado a las colmenas donde pasan por todo un proceso antes de ser guardadas en los compartimientos de la colmena. Allí se madura por unos días antes de ser cubierta por una capa de cera”.

La  miel no sólo es sabrosa, sino nutritiva, todo mundo lo sabe, o al menos nadie lo niega: con precisión, la miel contiene de 75 a 80 por ciento de hidratos de carbono, hasta 0.40 por ciento de proteínas, uno por ciento de potasio, calcio, sodio, magnesio, silicio, hierro y fósforo, entre los principales minerales; además contiene oligoelementos como  zinc, molibdeno, yodo y en cuanto a vitaminas, posee vitaminas: B2, ácido pantoténico, niacina, tiamina, B6, C, K, ácido fólico, biotina; y apenas 3,3 calorías por gramo, asegura el investigador.

La miel posee la mayoría de los elementos minerales esenciales para el organismo humano. Posee además fósforo y hierro (para anémicos), cobre y calcio (para afecciones de los huesos y de los pulmones). El complejo vitamínico se centra en las vitaminas A (antixeroftalmica), E (de la fertilidad) y K (antihemorrágica).

Una vez producida, esa sustancia compuesta por azúcares (fructosa y glucosa),  puede tener distintos sabores e intensidad de colores dependiendo del tipo de néctar y flores. Para saber detectar su calidad, hay que ser un buen catador, explica Sóstenes Rodríguez, primero conocer el color: “que varía desde los tonos blancos hasta los pardos oscuros, existiendo mieles rojizas, amarillentas o verdosas, aunque predominan los tonos castaños-claro o ambarinos”.

Por ejemplo, la  miel de color claro es más rica en vitamina A; las oscuras son más ricas en vitaminas B y C: “Aunque el color oscuro no significa que sea de inferior calidad, por el contrario, se sabe que cuanto más oscura es la miel, más rica es en fosfato de calcio, flavonoides y en hierro por lo tanto, más adecuada para satisfacer las necesidades de cuerpos en crecimiento, de individuos anémicos y de intelectuales sometidos a esfuerzos mentales”. Por ejemplo, sería la indicada para universitarios.

A veces las personas se quejan de que la miel se pone “dura”, esto se llama –explica el académico– cristalización. “Es un proceso natural que depende del contenido de glucosa y fructuosa en la miel, es decir, por su origen floral, e indicativo muchas veces de pureza”.

 Otra característica que un buen catador debe saber sobre la miel tiene que ver con su sabor: “El sabor de las mieles de color claro es más suave que las de color oscuro. Una dosis diaria de miel sube los niveles en la sangre de los antioxidantes que pelean contra las enfermedades y protegen del deterioro celular", asegura.

Los médicos la prescriben en casos de faringitis, laringitis y rinitis; además es suave laxante (regulariza el funcionamiento intestinal); de fácil asimilación debido a posee hidratos de carbono de cadenas cortas, ayuda a los tratamiento estados depresivos menores, úlceras, gastritis, quemaduras; por si fuera poco es antihemorrágica, antianémica, antiséptica, antitóxica, emoliente y febrífuga, mejora la conservación de los alimentos, estimula la formación de glóbulos rojos, es sedante, mejora el rendimiento físico y estimula el vigor sexual. Ahora… a decir salud… con miel.