Año 7 • No. 270 • junio 11 de 2007 Xalapa • Veracruz • México
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Chuparse el dedo sí afecta
dentición en bebés
Carolina Cruz
Boca del Río, Ver.- Marisela Abascal Meritano, catedrática de la Facultad de Odontología la Universidad Veracruzana (UV), afirmó que los bebés que se chupan el dedo tienen problemas con la dentición, pues corren el riesgo de que cuando les salgan los dientes permanentes pueden tener una mordida invertida.

Contrario a lo que se pensaba, el bebé no empieza a chuparse el dedo a determinados meses de nacido, sino desde que está en el vientre, pues además de placer obtiene tranquilidad y descanso, asegura Abascal Meritano; esta acción preocupa a los padres ya que piensan que dicho hábito provocará deformidad cuando llegue el momento de la dentición.

La explicación es muy sencilla, dice la especialista: “En su boquita se encuentra una inmensa cantidad de terminaciones nerviosas, por lo que el chupeteo le produce una sensación realmente agradable; además, este sencillo acto le ayuda a ir tomando conciencia de su cuerpo”.

Algunos padres se sienten más tranquilos cuando logran que su hijo reemplace el dedo por el chupete: “Entre éste y un buen chupete, no cabe duda alguna, el chupete es preferible porque es un hábito mucho más sencillo de erradicar”.

Lo que el odontopediatra hace en estos casos, en que se fracasó en todo intento de eliminar dicha costumbre, es aplicar en la boca del niño un aparato superior, que a la vez que controla el hábito, le sirve de recordatorio: “Generalmente este aparato se coloca a los cinco años de edad por un periodo no mayor de seis meses; los estudios han demostrado que tiene una eficacia superior a 80 por ciento”.

La académica recomienda que para evitar la llegada a este punto, los padres intenten, antes de dicha edad, que el pequeño “se envicie”; lo más recomendable es distraerlo o no prestar atención cuando se chupe dedo, afirma Abascal Meritano.

Es normal que el niño se chupe el dedo hasta los cuatro años; los dentistas coinciden en que no se le debe prestar mucha atención, “sobre todo cuando el niño está cansado, enfermo o nervioso”. A veces se chupan el dedo sólo por aburrimiento, por eso la primera recomendación de los expertos en este tipo de conductas es distraerlo, “pero también estar atento a detectar qué tipo de situaciones los ponen nerviosos y corroborar si es entonces que recurren al dedo”.

Si después de los cinco años el niño sigue con esta práctica, es el momento de razonar con él, explica la académica: “Está en una etapa de desarrollo en la que pueden cooperar con los padres y tratar de superar ese mal hábito. Deben poder comprender la relación entre causa y efecto, la capacidad para distinguir el bien del mal, y la habilidad de practicar cierto control de sí mismo y negarse ciertas actitudes”.

Es común que los padres se alarmen ante esta situación, que llevada al extremo ocasiona una deformidad en la dentadura: “Muéstrele cómo se le pueden arruinar los dientes, que aprenda a distinguir la distancia entre los dientes de arriba y de abajo con un espejo; enséñele su piel áspera y arrugada (callos) que tiene en el pulgar; háblele sobre los aspectos no saludables de colocarse el pulgar lleno de gérmenes en la boca. Los niños estarán de acuerdo en que les gustaría dejar de chuparse el dedo”.

Los niños pequeños se frustran con facilidad y dejan de intentarlo. Es cuando los padres deben ayudarlo a estar distraído o entretenido con labores manuales: “Si las manos están ocupadas no se las pondrá en la boca”, asegura la catedrática, quien recomienda el uso de algunas técnicas conductistas como el premio o el castigo: “Limitar la cantidad de tiempo que el niño ve televisión durante las primeras semanas y evitar otras situaciones que estimulen el hábito de chupar”. Elogiarlo cuando no lo hace, darle una estrellita; o a veces simplemente con hacerle la observación “Te estás chapando el dedo otra vez”, es suficiente porque para ellos se vuelve un acto inconsciente.