Año 7 • No. 273 • julio 2 de 2007 Xalapa • Veracruz • México
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Gina Sotelo
El grabado es como la música, por la similitud de su discurso; la armonía es un principio para apreciar y percibir el arte y en ambas disciplinas se aprecian tonalidades, colores y profundidad: “Si escucho jazz no diferencio todos los instrumentos en su conjunto, las melodías enriquecen y trasladan a otros espacios y no sabes dónde entró la viola y salió el bajo, así es el grabado, un discurso puro”, afirmó Carlos Torralba durante su exposición Rostros y sonidos.

La más reciente exposición del maestro de la Facultad de Artes Plásticas de la Universidad Veracruzana (UV) consta de 25 piezas de grabado, xilografía, linóleos, aguafuertes, aguatintas y colages, realizadas entre 2005 y 2007, que pueden apreciarse los primeros días de julio en el espacio 4 de El Ágora de la Ciudad.
La muestra está integrada por tres series Cartas a Paula, Rostros y Sonidos. La primera la empezó a trabajar en una estancia académica y artística en el Taller de Gráfica Experimental de Cuba y la continuó en Houston, estando como maestro invitado en la Universidad de Clear Lake: “Son litografías y trabajo en metal. El hecho de la nostalgia y la añoranza me llevó a hacer esta serie que sigue creciendo, dedicada a mi hija”.
Rostros la hizo en Austin, Texas, y Sonidos en México. En las tres el creador muestra el grabado como una técnica que por sí sola genera volumen, relieve, “negros sobre negros” haciendo ruidos en el papel: “Estamos acostumbrados a oír pero no entendemos, no vemos lo que el autor quiso decir. Percibimos ciertas cosas prejuiciados por una sobredosis de información. Lo que propongo es un descanso visual con riqueza de texturas”.

La obra de Torralba es poderosa, trazos fuertes donde aparecen rostros rotos, nostálgicos, que se integran en lo abstracto; imágenes casi todas en blanco y negro, característica de sus trabajos anteriores. El precepto es sencillo: recuperar el grabado en metal que los nuevos procesos han dejado de lado.

“El arte ha evolucionado muy rápido buscando maneras de expresiones inmediatas; muchos de los estudiantes encuentran atractivo en composiciones muy primarias. Pero, a diferencia de los oficios tradicionales, no hay una relación con el material ni con el contenido de la obra”.

Maestro de las técnicas puras, su idea es que la gente que vea su obra aprecie el arte no como una manifestación de antaño, sino como el origen del arte: “El material debe de hablarle a la gente; se debe entender el oficio. Mi exposición es quizás una suerte de evocación nostálgica por el grabado, por las cosas que quiero y es, a la vez, un compromiso con mis propios sentimientos”.

Rostros y sonidos debería haberse expuesto el año pasado, pero a causa de un fuerte accidente sufrido por Torralba no pudo estar lista sino hasta ahora. Su montaje conjuntó a un gran equipo; el espacio fue diseñado por el propio Torralba y Roxana Cámara, la curaduría es de Omar Gasca y Moisés Franco y la museografía fue de Nicolás Guzmán y Miriam González.

Una parte de Rostros y sonidos estará en agosto en el Jardín de las Esculturas como parte de una retrospectiva que incluirá más de 80 grabados. Carlos Torralba viajará junto con Manuel Velásquez a Bélgica a ofrecer un taller y exponer en la Semana de la Cultura Mexicana en noviembre.