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Gina Sotelo |
El
grabado es como la música, por la similitud de su discurso;
la armonía es un principio para apreciar y percibir el arte
y en ambas disciplinas se aprecian tonalidades, colores y profundidad:
“Si escucho jazz no diferencio todos los instrumentos en su
conjunto, las melodías enriquecen y trasladan a otros espacios
y no sabes dónde entró la viola y salió el bajo,
así es el grabado, un discurso puro”, afirmó Carlos
Torralba durante su exposición Rostros y sonidos.
La más reciente exposición del maestro de la Facultad
de Artes Plásticas de la Universidad Veracruzana (UV) consta
de 25 piezas de grabado, xilografía, linóleos, aguafuertes,
aguatintas y colages, realizadas entre 2005 y 2007, que pueden apreciarse
los primeros días de julio en el espacio 4 de El Ágora
de la Ciudad. |
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La
muestra está integrada por tres series Cartas a Paula, Rostros
y Sonidos. La primera la empezó a trabajar en una estancia
académica y artística en el Taller de Gráfica
Experimental de Cuba y la continuó en Houston, estando como
maestro invitado en la Universidad de Clear Lake: “Son litografías
y trabajo en metal. El hecho de la nostalgia y la añoranza
me llevó a hacer esta serie que sigue creciendo, dedicada a
mi hija”. |
Rostros la hizo en Austin, Texas, y Sonidos en México. En las
tres el creador muestra el grabado como una técnica que por
sí sola genera volumen, relieve, “negros sobre negros”
haciendo ruidos en el papel: “Estamos acostumbrados a oír
pero no entendemos, no vemos lo que el autor quiso decir. Percibimos
ciertas cosas prejuiciados por una sobredosis de información.
Lo que propongo es un descanso visual con riqueza de texturas”.
La obra de Torralba es poderosa, trazos fuertes donde aparecen rostros
rotos, nostálgicos, que se integran en lo abstracto; imágenes
casi todas en blanco y negro, característica de sus trabajos
anteriores. El precepto es sencillo: recuperar el grabado en metal
que los nuevos procesos han dejado de lado.
“El arte ha evolucionado muy rápido buscando maneras
de expresiones inmediatas; muchos de los estudiantes encuentran atractivo
en composiciones muy primarias. Pero, a diferencia de los oficios
tradicionales, no hay una relación con el material ni con el
contenido de la obra”.
Maestro de las técnicas puras, su idea es que la gente que
vea su obra aprecie el arte no como una manifestación de antaño,
sino como el origen del arte: “El material debe de hablarle
a la gente; se debe entender el oficio. Mi exposición es quizás
una suerte de evocación nostálgica por el grabado, por
las cosas que quiero y es, a la vez, un compromiso con mis propios
sentimientos”.
Rostros y sonidos debería haberse expuesto el año pasado,
pero a causa de un fuerte accidente sufrido por Torralba no pudo estar
lista sino hasta ahora. Su montaje conjuntó a un gran equipo;
el espacio fue diseñado por el propio Torralba y Roxana Cámara,
la curaduría es de Omar Gasca y Moisés Franco y la museografía
fue de Nicolás Guzmán y Miriam González.
Una parte de Rostros y sonidos estará en agosto en el Jardín
de las Esculturas como parte de una retrospectiva que incluirá
más de 80 grabados. Carlos Torralba viajará junto con
Manuel Velásquez a Bélgica a ofrecer un taller y exponer
en la Semana de la Cultura Mexicana en noviembre. |
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