Año 7 • No. 275 • julio 16 de 2007 Xalapa • Veracruz • México
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Las deficiencias en la formación
de equipos
José Othón Flores Consejo
Y bueno, ¿qué se le va a hacer? Por más que se le invierta, que se le promueva, que se le impulse, nada, seguimos sin poder ganar en el futbol y como siempre diremos que ahora sí jugamos como nunca, que si el árbitro o los errores, que si la mala suerte, el caso es que perdimos como siempre; en fin, espero que los jóvenes avancen y laven el honor derrotando a Argentina en el mundial juvenil.

El asunto es que regresábamos de otra muy productiva reunión con los comités de calidad de la región Córdoba Orizaba, muy tristes luego de la derrota nacional, con Guillermo de León, del Programa de Calidad, y Xavier Bermúdez, de Difusión Cultural, y comentamos en el carro sobre los errores en la formación del equipo, argumentando que no se trata nada más de sumar elementos muy buenos y ponerlos a jugar o a trabajar en un programa de mejora, por ejemplo.

Al sumar delanteros perdemos equilibrio, decía Memo. Claro, es un asunto de sinergia y de coherencia, agregaba Xavier.

Pero en el caso de nuestro trabajo cotidiano, también cometemos serios errores en la formación de nuestros equipos, pero veamos; ¿qué es un equipo?

Aceptemos, para empezar, que un equipo es un conjunto de personas que realizan una tarea para alcanzar resultados, y utilizo el término personas, porque, aunque parezca obvio, son la esencia de la concepción del equipo. Sin personas no hay noción de equipo.

Estas personas no están desarticuladas. Se articulan en una compleja trama de interrelaciones que incluyen vínculos interpersonales, cadenas de mando, contextos, historias individuales, etcétera y esta trama organizacional está hilvanada por la función y el rol de cada integrante.

En nuestro concepto aparece también la existencia de una tarea que constituye al grupo, organiza su proceso; es una tarea explícita, que convoca, que integra, y que a la vez, contiene los obstáculos que dificultan su realización.

La tarea no es un hecho aislado en tiempo y espacio, de manera que en ambas dimensiones está ligada con la noción de resultados. El resultado es la esencia del equipo. Las personas se juntan, participan, compiten, etcétera, para obtener resultados. Y éstos deben ser mensurables, para determinar la eficacia y la eficiencia del equipo.

Muchas veces se ha hablado de la diferencia existencia de grupos y equipos y de las diferentes características entre ambos, al respecto, el libro La gestión de Equipos Eficaces, de Editorial Macchi, Buenos Aires, publicado en 1998 por Héctor N. Fainstein, ofrece algunas de estas diferencias: En un grupo la comunicación no tiene una direccionalidad, mientras que en el equipo es una de las características más relevantes; la comunicación del grupo no necesariamente se orienta a establecer un diálogo en búsqueda del consenso y salvo en casos muy puntuales en los equipos la comunicación está orientada a diálogos que buscan el consenso.

Un grupo no siempre se ocupa de la obtención de resultados medibles cuando los equipos se ocupan de medir sus resultados.

El orgullo de la pertenencia a un equipo difiere diametralmente a la indiferencia por pertenecer a un grupo, el equipo favorece la integración y la orientación a resultados.

La especialización individual es un factor clave para el logro de los resultados de un equipo y no resulta trascendente en los grupos y la clara definición de las funciones, expectativas de aportación individual y confianza entre los miembros del equipo es siempre crucial.

Los equipos establecen y respetan los roles, fijan reglas de operación y fomentan la sana competencia a favor de la exaltación de las potencialidades del equipo.

Por otra parte, Patrick Lerncioni en su libro Las cinco disfunciones de un equipo, publicado en 2003 por Ediciones Urano de Barcelona, señala que las principales razones por las que un equipo puede fracasar son: la desconfianza, el temor al conflicto, la falta de compromiso, el evitar la responsabilidad y la falta de atención a los resultados.

El hacer “equipos” no ha sido uno de los elementos que mejor distingan a nuestra cultura. Hemos sido testigos a lo largo de la historia, como en los deportes de conjunto no hemos logrado las mejores posiciones y en nuestras escuelas básicas lo que aprendemos, en el mejor de los casos, es a formar «grupos» y paradójicamente, privilegiamos el individualismo y hasta el egoísmo que en nada nos ha beneficiado.

Hoy en la Universidad es tiempo de que adoptemos la formación de “equipos de alto rendimiento” como elemento de nuestra cultura. Un “equipo de alto rendimiento” es aquel equipo que ha alcanzado los objetivos propuestos de una manera excelente en términos de eficacia y de eficiencia.

Para contar con equipos de alto rendimiento procuremos establecer los objetivos y programar y planificar las actividades que se van a abordar.
Ocupémonos en la asignación clara y consensuada de tareas, proyectos y responsabilidades, así como de los objetivos individuales, la expectativa de aportación de cada persona al equipo y del equipo a la organización.

Seamos congruentes con la actuación del equipo para que resulte acorde con la cultura de la organización y demos un seguimiento de los objetivos conseguidos por el equipo.

Establezcamos las variables y criterios para recompensar la eficacia de los resultados de un equipo y seamos capaces de la autodirección y de dotar al equipo de la necesaria flexibilidad ante cambios y conflictos.

Mientras lo hacemos yo sigo en espera de sus comentarios en el correo electrónico otflores@uv.mx.