Año 7 • No. 275 • julio 16 de 2007 Xalapa • Veracruz • México
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  Los horrores
de la Universal
Roberto Ortiz Escobar
A tambor batiente y además de apoyar la exhibición y difusión del 27 Foro Internacional de la Cineteca, la Universidad Veracruzana continúa presentando en el Aula Clavijero de Juárez 55 el atractivo ciclo Terror y lucha libre, el cual ha combinado algunos clásicos del terror estadounidense con películas donde El Santo se enfrentó a un sin número de monstruos. Esta semana veremos dos obras importantísimas de la productora Universal dedicadas a El hombre lobo y La momia.

Recordemos en principio El hombre lobo (The Wolf Man, 1941, de George Waggner) con un sugerente guión de Curt Siodmak que enfrentaba a la ciencia encarnada por Larry Talbot-Lon Chaney Jr. con la superstición de la gitana Maleva (la magnífica Maria Oupenskaya). En cuanto al maquillaje, si bien ahora nos parece excesivo el pelambre de un actor que nunca igualó la maestría interpretativa de su padre en el cine silente (Lon Chaney), hay que reconocer que el trabajo en este rubro de Jack P. Pierce impuso un referente visual en la filmografía posterior del personaje licántropo que desde 1913 apareciera en la pantalla grande (The Werewolf, de Henry McRae y su secuela The White Wolf, 1914). Con la apreciable fotografía de Joseph Valentine, la anécdota nos remitía a un hombre que regresaba al castillo familiar inglés para transformarse radicalmente al amparo de la luna llena, debatiéndose posteriormente en la angustia de su naturaleza criminal y la imposibilidad de dominarla.

Por lo que se refiere a La momia (The Mummy, 1932, de Karl Freund), argumentalmente este filme dependió en buena medida de las adaptaciones cinematográficas y teatrales de Drácula y no tanto de los antecedentes literarios. Habrá que recordar también que la industria fílmica del siglo pasado se nutrió de las exploraciones arqueológicas realizadas en Egipto, deparando a los guionistas un cocktel que combinaba exotismo milenario, ocultismo y rituales macabros. Además de una anécdota rica en detalles, el gran valor de la cinta se debió no solamente a la presencia de Boris Karloff sino a las elocuentes imágenes del cinefotógrafo Karl Freund vuelto director, y cuya impronta visual fue definitiva en el expresionismo alemán (baste recordar Metrópolis y Fausto, de Fritz Lang). En el caso de La momia la sugerencia sustituyó al horror demostrativo frente a cámara manejado en los treinta. La belleza plástica operada con elegancia dejaba de lado ciertos vericuetos de una trama ingeniosa que hacía de la necrofilia obsesión amorosa.

Estas cintas se proyectarán gratuitamente el lunes 16 y el viernes 20, respectivamente, a las 18:00 horas en Juárez 55.