Año 7 • No. 280 • Septiembre 10 de 2007 Xalapa • Veracruz • México
Publicación Semanal


 Centrales

 General


 Reportaje

 Regiones

 Becas y oportunidades

 
Arte

 Deportes


 Contraportada


 Números  Anteriores


 Créditos



 

 

  Jorge Ruffinelli,
retrato de la pasión por el cine y la literatura
Alma Espinosa
Perseguir una pasión es un incentivo que nos asegura el éxito en la vida, pero hacer de una pasión una profesión, un aliciente para despertar todos los días, es algo que pocos podemos hacer. Jorge Ruffinelli es un hombre que además de disfrutar lo que hace se ha convertido en un experto, en un icono del cine y de la literatura.

Hace unos días Jorge Ruffinelli no pudo resistir la tentación de regresar a Xalapa para impartir un curso sobre “Literatura y cine en México”, invitado por el Seminario de crítica y teoría literaria “Metal de voz” del cuerpo académico Problemas de teoría literaria del Instituto de Investigaciones Lingüístico-Literarias de la Universidad Veracruzana (UV).


Ruffinelli aseguró que el ser humano no se ha degradado en las últimas tres décadas, sino que las condiciones sociales y económicas han cambiado
Su prestigio como crítico de cine y literatura –además de haber sido un entrañable catedrático de esta casa de estudios y escritor de varios títulos publicados por la Editorial de la UV– fue suficiente para colmar el Salón Azul de la Unidad de Humanidades durante cinco días, en los que todos los asistentes, además de ver producciones de gran impacto en un amplio sentido como La vendedora de rosas de Víctor Gaviria, aprendieron de los conocimientos y las anécdotas del uruguayo-mexicano vividas con los grandes de ambas disciplinas, como el escritor y guionista Gabriel García Márquez.
Ante la abrumadora experiencia de más de tres décadas de ver cine de arte, leer cientos de libros y convivir con escritores, directores y actores, es inevitable cuestionarle al actual profesor de la Universidad de Stanford, Estados Unidos, si ha habido cambios importantes en la sensibilidad de la gente que hace cine.

Aunque asegura que es una pregunta difícil, Ruffinelli contesta que los cambios se pueden ver en periodos de más de 30 años. “Cuando empecé a trabajar profesionalmente, por llamarlo de una manera, en cine y literatura a finales de la década de los sesenta y principios de los setenta, se vivía la época de la utopía.

Había mucha generosidad, un sentido colectivo o de tribu por un motivo artístico con un enfoque estético. Siempre había causas políticas, jurídicas, económicas, pero en política significaba la liberación definitiva de América Latina, se hablaba de igualdad social, justicia social, oportunidad para todos, desaparición de la pobreza; es decir, las utopías ideológicas daban pie a que se pensara que todo eso era posible.

”Conforme pasaron los años y las dictaduras aparecieron, la utopía se disipó en el aire. Empezó la época de la sobrevivencia y aquellos que nos sentíamos parte de una colectividad ahora luchábamos para que el yo sobreviviera y eso generó el egoísmo, la competencia y una cerrazón moral y artística. Mientras, la situación económica en América Latina era cada vez más grave; por lo tanto, esa torta había que repartirla entre menos personas, cada uno quería un pedazo de esa torta y éramos muchos.

”Yo no puedo decir que eso signifique que el ser humano se haya degradado a lo largo de 20 ó 30 años, sino que las condiciones sociales y económicas han cambiado. El espíritu de utopía sigue pero lastimado, muy lastimado. Por consiguiente, ya no hay tantos sueños compartidos, ya son personales. Ése es el cambio que puedo ver.

”Con la destrucción de las utopías apareció la globalización, que es la cultura más fuerte de Estados Unidos, la cual se apodera de los mercados y de las imágenes. Ahora tenemos que luchar por pequeños pedazos, ya no por la liberación completa de América Latina sino por la liberación del barrio, de la ciudad, del sector, de un área, de la cultura.”

Al hablar de un país que se apodera de las imágenes como Estados Unidos, ¿se le piensa como un obstáculo para ver y apreciar el cine latinoamericano? Ruffinelli consideró que no. Antaño era difícil la distribución de las cintas, pero gracias a las nuevas tecnologías, lo cual consideró una ironía, hay una mayor difusión del cine y también de la literatura.

Sin embargo, hay más dificultades de integración cultural entre países latinoamericanos, por lo que es un poco más complicado que haya una mayor distribución del cine latinoamericano, este cine difícil y necesario. El espacio que tiene ahora es el DVD e Internet, “ya debemos pensar en que las salas de cine son obsoletas y los que van lo hacen para sentirse parte de una tribu, lo cual ha ido mermando en los últimos 15 años”, aseguró.

La exhibición y distribución del cine de arte latinoamericano se hace en festivales que por fortuna en México se han multiplicado y han llegado a ciudades como Morelia y la Ciudad de México. Asimismo, dos refugios adicionales son las cinematecas y la lamentable duplicación “pirata” que por fortuna, por decirlo de manera menos lastimosa, ha sido de buena calidad.

Además de su sagacidad e incuestionable inteligencia, la disposición a hacer nuevos amigos y el buen sentido del humor caracterizan a Jorge Rufinelli, quien considera que el cine es un juego para el que lo hace y quien lo ve, incluso “esta entrevista es un juego, el periodismo, la fotografía.

”Los adultos hemos descubierto que podemos seguir jugando, pero no toda la vida es juego porque hay dramas, tragedias, dolores, pérdidas; hay un sector de la población cuya vida no es tan divertida, los que tienen que trabajar de sol a sol con sus manos como los campesinos. No obstante, dentro del nivel social en el que se mueve el cine sí es un juego, es serio y a veces peligroso, por eso hay tantas películas censuradas; peligroso para algunos sectores de poder.

”Uno de los directores más serios y más fieles a sí mismo como Arturo Ripstein no haría una película para agradar al público. Él cree que el público acepta su película porque a él le gusta. Su propio padre le decía ‘tú y el público están en lugares diferentes, tú no has descubierto a tu público’. Lo que quiero decir es que un autor como Ripstein es un juego; juega extraordinaria y angustiadamente porque no es el juego para ganar o perder, es el que está en la naturaleza y tenemos que seguir jugando” expresó.