Año 7 • No. 281 • Septiembre 17 de 2007 Xalapa • Veracruz • México
Publicación Semanal


 Centrales

 General

 Reportaje

 Regiones

 Becas y oportunidades

 Arte

 
Deportes

 
Contraportada

 


 Números Anteriores


 Créditos

  El compromiso del investigador
en la divulgación de la ciencia
Manuel Martínez
Morales (1 de 2)
Si aceptamos que el conocimiento científico y sus derivados tecnológicos son un producto eminentemente social, entonces es fácil reconocer la importancia que adquieren las tareas de difusión y divulgación de la ciencia. Algunos especialistas en el tema suelen distinguir entre difusión y divulgación. Difundir el conocimiento científico sería hacerlo llegar a ciertos grupos o sectores sociales para su aprovechamiento directo, en tanto que divulgar la ciencia sería hacer accesibles las teorías y métodos de las diversas ciencias, así como sus aplicaciones concretas, a un público muy extenso.

Para un investigador activo en cualesquiera de las disciplinas científicas, o para un ingeniero trabajando en el desarrollo de tecnologías, el plantearse tareas de difusión y/o divulgación de la ciencia lo enfrenta a un delicado compromiso, pues tiene que comenzar por preguntarse acerca de la naturaleza de su quehacer y la forma en que éste se articula con su entorno social. Es decir, si el científico no asimila la dimensión social de su propia disciplina o de la ciencia en general, difícilmente podrá hacerse cargo de resaltar el valor de su trabajo en cuanto a su potencial económico, tecnológico, educativo o en cuanto a su vinculación con otras áreas del saber y la cultura.

Obviamente, la comprensión de la forma en que se inserta la práctica científica en una sociedad específica rebasa el ámbito académico o puramente profesional y requiere que el investigador se asuma concientemente como sujeto social; esto es, que reconozca plenamente el punto de partida de sus reflexiones no sólo en cuanto científico sino también como integrante de una familia y de una clase social, como ciudadano con derechos y deberes, con conocimientos, prejuicios y valores producto de la educación formal y del adoctrinamiento ideológico al que toda sociedad somete a sus miembros.

Igualmente debe reconocerse en su integridad de hombre concreto con sentimientos, deseos y emociones y –sin evasión alguna– aceptar que ante todo, el hombre es –como expresa E. Becker– un animal que se mueve en un planeta iluminado por el sol, con la necesidad impostergable de alimentarse y defecar, consciente de su finitud y de su muerte.

En palabras un poco más técnicas: el científico debe reconocerse como un miembro de la especie humana, con una historia de evolución biológica y también con una historia social, cultural tras de sí.
Si bien la difusión y la divulgación de la ciencia pueden clasificarse en diversas categorías, según el público a quien están dirigidas, el nivel de profundidad técnica, o según su temática, aquí propongo una clasificación de la divulgación en dos categorías.

Uno: La divulgación que llamaré aséptica, orientada solamente a proporcionar información en un lenguaje no técnico; esta forma de divulgar la ciencia asume que el sujeto que la produce debe esconderse lo más que pueda tras los “hechos” científicos o técnicos que pretende comunicar, haciendo a un lado sus propias valoraciones, sus prejuicios y su ideología.

Dos: La divulgación comprometida, en la cual la comunicación científica no se limita a relatar o a describir “hechos” sino que está matizada por las opiniones, las valoraciones, la ideología de quien la emite, apareciendo el sujeto en una posición comprometida, puesto que todo juicio que rebase los criterios lógicos y metodológicos de la ciencia será objeto de debate extracientífico.

La divulgación aséptica parte del supuesto de que la ciencia es una práctica universal y abstracta, objetiva, en la cual la valoración de los científicos no es de mucha importancia y que no depende del contexto social o del momento histórico en que se produce.

Sólo mencionaré que la fragilidad de este supuesto ha quedado expuesta ya desde hace tiempo por numerosos autores, tan diversos como Marx, Bachelard, Holton, Morin, Wallerstein, Prigogine, Penrose, Feyerabend, Lakatos, Zemelman, etcétera. Este tipo de divulgación ha alcanzado cierto desarrollo en México; existen publicaciones –libros y revistas– dedicadas a este tipo de divulgación desde hace algún tiempo y, me parece, que es en este tipo de comunicación en el que se piensa cuando se habla de divulgación y difusión de la ciencia. Aunque incipiente, también encontramos esta forma de divulgación en la radio y la televisión y en notas periodísticas. En mi opinión, este tipo de divulgación y difusión tiene un efecto limitado, sobre todo porque su público es sumamente restringido.