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El
compromiso del investigador en la divulgación de la ciencia
Manuel
Martínez Morales
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La divulgación comprometida es menos frecuente en nuestro país
y considero que sería la más importante en el momento
presente. Porque la difusión y divulgación de los procesos
y de los resultados de la investigación científica y
tecnológica deben darse envueltas en consideraciones sobre
su potencialidad social, es decir, dar señas sobre el alcance
de su impacto en lo económico, lo político, lo social
y lo cultural, y también para que la sociedad tenga elementos
para tomar decisiones sobre asuntos que impactan a todos.
Piénsese en los efectos contaminantes y destructivos del medio
ambiente de industrias diversas, del efecto de herbicidas y pesticidas,
de la producción y consumo de productos transgénicos.
Y también el público, la sociedad, tiene el derecho
y la necesidad de tomar en sus manos la decisión acerca de
qué tipo de conocimientos y tecnologías deben buscarse
y cómo aplicarse, además de tener dominio sobre los
recursos científicos y técnicos del país, que
implica en primer lugar apropiarse del conocimiento y no permitir
su privatización.
Considero que la ciencia y la técnica, no reducidas a la versión
instrumentalista, tienen un gran potencial liberador para el hombre
en lo individual y para la sociedad, primeramente porque nos ayudan
a entender nuestra posición en el mundo, a acercarnos a la
comprensión de la naturaleza, de la historia, de las formaciones
sociales, de la genésis de la cultura y también a comprender
mejor nuestro propio ser (Becker).
Adicionalmente, los recursos tecnológicos, orientados por el
interés público y no por el interés privado,
pueden contribuir a mejorar la calidad de vida de todos los mexicanos.
Entonces es obvio que considero necesario fomentar la divulgación
y la difusión de la ciencia en su versión comprometida,
lo que no implica que considere al otro tipo de comunicación
–la aséptica– como superflua o innecesaria.
La divulgación comprometida nos permite reflexionar ampliamente
sobre las formas en que la ciencia y la técnica pueden articularse
en un proyecto de transformaciones sociales, es decir, en el diseño
de otro país, distinto al país sombrío en el
que hoy vivimos, lleno de hambre, de carencias enormes en lo material,
lo social y lo cultural, en el cual se pretende reducir la ciencia,
el arte y a los hombres mismos en mercancías intercambiables
y desechables. Nos acerca a la complejidad de la investigación
y nos brinda una oportunidad de pensar la articulación de la
ciencia con otros niveles de la realidad humana.
Queda el problema de cómo producir divulgadores, cómo
motivar –no obligar ni chantajear– a los investigadores
para que practiquen la divulgación, cómo atraer estudiantes
de ciencias a que se interesen en esta fascinante actividad.
Soy escéptico en cuanto al establecimiento de planes y programas
para lograr esto, pues casi siempre conducen a la burocratización
de la actividad y eventualmente a su liquidación. Confío
más en que se genere la formación de divulgadores alrededor
de quienes espontáneamente lo han empezado a hacer, ya sea
por gusto o por sentir un compromiso con la sociedad en general, con
los jóvenes estudiantes, o con la comunidad de la que se es
integrante.
Lo importante aquí sería la creación de espacios
como talleres, foros de discusión, cine clubs, etcétera,
independientes de los monstruos burocráticos; es decir espacios
abiertos, públicos, en los cuáles no se pague a los
asistentes en especie, dinero o diplomas. Espacios a donde se acuda
por gusto, por interés, por curiosidad y donde puedan expresarse
y discutirse libremente toda clase de ideas. Espacios donde la mirada
pueda escudriñar el futuro posible, el futuro que se gesta
en el potencial de nuestra sociedad para buscar y construir un país
con libertad, democracia y justicia para todos y. desde luego, con
ciencia y tecnología para todos también. |
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